Entrevista a Juan Luis Landaeta “La obra de arte es la que se pudo hacer”

Carlos Alfredo Marín
@Aedoletras

 

Dibujamos más de lo que creemos. En las ciudades trazamos nuestros hábitos. Al cruzar en la esquina o al abordar la estación del metro, generamos conexiones espaciales con los otros. Movimientos vertiginosos que construyen lenguajes iluminativos, objetivando la desafiante liquidez de nuestras urbes. “Todo está contenido por líneas y puntos, todo”, dice Juan Luis Landaeta (1988), poeta, compositor y artista plástico venezolano radicado en Nueva York, donde trabaja como Director Creativo de The Vert, división para Storytelling de The Elevator Content Studio.

En las ciudades afloran propiedades imaginativas insospechadas. Para ganarle terreno al olvido, Landaeta transforma los valles de concreto en horizontes de libertad a través del arte. Todo en él confluye en tramos, colores, ritmos, palabras; todo busca un orden que mana hacia el instante revelador: dar sentido al ser dentro del caos que vivimos.

Juan Luis Landaeta es una de las figuras promisorias de la poesía venezolana de los últimos años. Ha publicado Destinos del viento (2009), Litoral central (2015) y La conocida herencia de las formas (2016). En el 2011 recibió una mención en el I Premio Nacional de Poesía Eugenio Montejo, logro que se suma a otros de la misma índole.

Pero aparte de ser poeta y compositor musical, quisimos indagar en su faceta de pintor, aunque resulta inútil separarlo de sus otros rostros. Lo decimos porque Landaeta se mueve en estas áreas sin sobresaltos, y lo que es más resaltante, con una humildad y madurez pasmosa. Naturalidad: quizás sea esa la palabra que resuma la personalidad expresiva de este artista que nada ni nadie parece frenar. Trabaja, así como las ciudades que habita: sin descanso.

En este diálogo veremos la radiografía de Jardín Desierto, su primera muestra pictórica presentada en Nueva York en mayo del 2017 y cristalizada en el libro Cercano alrededor, diseñado bajo la dirección de Faride Mereb.

 

Poemas, pinturas, canciones: así es el movimiento de Juan Luis Landaeta. ¿De dónde surge tu voluntad expresiva? ¿Desde qué edad se encienden para ti estas posibilidades?

Sin haber crecido en un ambiente culto, el arte siempre estuvo en casa. La música, por ejemplo. Escuchábamos mucha salsa; y con ella, sus letras, sus historias. Había una forma de descubrir una complejidad sentimental a través de canciones, libros, pinturas…Luego está el papel de mi hermana Zoyling, quien fue la primera persona que vi dibujar. La recuerdo realizar trazos geométricos, imagino que para sus asignaciones.

 

Estudiaste leyes en Caracas, ¿te ocasionó problemas con tu afinidad con el arte?

Decidí irme de Maracay a Caracas porque quería estudiar una carrera que no me chocara mucho con las cosas que yo quería hacer. Para entonces yo había estado asociado con el modelo de Naciones Unidas. Quedé en la Escuela de Derecho de la UCAB. Fui un estudiante promedio. Me gradué en el 2013. Pero el detalle es que yo tenía claro lo que me gustaba: la pintura, la escritura, la música. Esa búsqueda perenne, esa reflexión, ese afán incesante que para mi no es nada tortuosa.

 

¿Cómo fue tomando forma Jardín Desierto?

Fue un proceso orgánico que se remonta quizás al 2010. Todo empezó para mí como una extensión de mis textos. Yo escribía y dibujaba, escribía y dibujaba. Como siempre he escrito con pluma, he tenido esa afinidad con el trazo, con la administración de los recursos (que parece una necedad pero no lo es). Y así fueron sucediéndose las láminas, unos 500 dibujos, aproximadamente. Conforme trabajaba, experimenté la maleabilidad de los recursos. En esta primera muestra exploré la paciencia del trazo. Algo así como lo que hacían los calígrafos.

 

 

¿De qué forma te sentiste frente a tus pinturas?

Descubrí que tus propias creaciones cambian de sentido cuando están en la sala. Sientes extrañeza, porque hay una constelación de miradas que participan en su desarrollo. Las artes plásticas reflejan una experiencia distinta a la de escribir un libro. Cuando expones las pinturas al público, el espacio y la interacción con las personas no te dejan tener el dominio total.

 

¿Quiénes te acompañaron en el montaje en Nueva York?

El montaje fue una experiencia clave. Conté con seis o siete personas. Estuvo la curadora, Kelly Martínez; la encargada de comunicación y prensa, Betty Briceño; la diseñadora del arte de la muestra, Faride Mereb; la realización de la página web, Samoel González; también me ayudaron, aquí en la ciudad de Nueva York, los amigos Ernesto Rangel y Daniel Salcedo.

 

En el pórtico de Jardín Desierto dices que tus obras intentan mostrar la “compleja muestra que es la realidad”. ¿Prevalece en ella la intuición o la razón? 

Esa es una cuestión que tuve la dicha de discutir con Jacobo Borges, a quien considero mi maestro. Él dice que la intuición se forma. Uno va acumulando elementos que premeditan. Resulta trascendental saber cómo todo eso se revela en un trazo, en la escogencia de un color, en el producto de una mezcla. Yo no planifico lo que hago. Creo que en el arte  la destreza de un artista está en resolver muchísimos problemas en poco tiempo. Cuando no se ha terminado de afianzar una idea ya está persiguiendo la otra.

 

Veo también una correspondencia con el haikú y la simpleza de la caligrafía china. ¿Cómo te han influido esos universos estéticos?

Sí. Tengo mucha influencia estética –no solo en mi obra pictórica sino literaria– de la literatura japonesa y china. Hablo de Yosa Buson, Kobayashi Issa, Wang Wei, Matsuo Basho y Li Bai. Casi todos estos autores pintaban usando una meditación espacial, porque no se podía escribir rápido. Había que reflexionar sobre lo que era el acto de escribir. Hay un dicho antiguo que dice que lo mejor de los dibujos de Basho  estaban en sus poemas; y que lo mejor de sus poemas estaban en sus dibujos. Yo no veo distingo. La poesía y la pintura son idiomas para mí.

 

Tus obras tienen un ritmo propio. No sé por qué, pero veo allí el vértigo de Nueva York y la tensión brutal de Caracas.

No había pensado en eso, pero sí, es atinada esa apreciación. Sin lugar a dudas, conseguir contención en Nueva York es difícil. Tanto Caracas como Nueva York están en mí. Esa sinuosidad de algunas de mis obras, quizás tendrán que ver con estas presencias. En lo que yo haga y en lo que yo escriba estarán. Yo creo que hay un reflejo de mi espíritu, que a juzgar por lo que he pintado, es negro y espeso (risas).

 

¿Cuáles son tus referentes en el arte pictórico?

Yo creo que uno es heredero de una tradición –la que sea– con el solo hecho de respirarla. Es como si te comunicaras con aquellas personas del pasado, con sus anhelos comunes. Armando Reverón es mi pintor favorito; escribí un libro inspirado en su obra, Litoral Central (2015). Jacobo Borges me parece excepcional. Evidentemente, Alejandro Otero, Carlos Cruz Diez, Mercedes Pardo. Ya en otras latitudes aparece Vasili Kandinski. No sólo fue un abstraccionista; también reflexionó sobre ella. También me encantan los trabajos de Rembrandt, Vicent van Goh, Diego Velázquez, Pablo Picasso, Alexander Calder, Agnes Martin, Robert Motherwell, Cy Twombly, Sol Lewitt, Lucio Fontana, Constantin Brâncuși y Isamu Noguchi.

 

Sobre Henri Michaux sabemos que tienes un interés particular…

Sí, claro. Michaux es una influencia enorme. Fue el artista que me permitió saber que estas cosas que hago no eran tan raras. Si tenía miedos, los superé. Me empecé a sentir bien cómodo con lo que estaba haciendo. Michaux llegó a mi a través de  Retratos de los meidosems, libro delirante que contiene unos poemas cortitos y dibujos de unos seres vivientes bien curiosos.

 

Octavio Paz dijo que la pintura y los poemas de Michaux eran lenguajes por medio de los cuales él buscaba decir lo “indecible”…

Yo creo que el arte es eso. Todas las obras son un atisbo de otras que el artista intuyó o quiso. Generalmente se tiene que conformar con lo que consiguió. Salvador Dalí decía que cuando pintara como Velázquez tenía que suicidarse porque ya no podía hacer más nada. Lo indecible empieza por el lenguaje. El lenguaje es una imposibilidad. Con eso nace. De allí partimos. Con lo que no vamos a poder decir, o lo que sentimos que queremos decir.

 

Llevaste tus dibujos a Cercano alrededor, diseñado por Faride Mereb. ¿Has pensado en publicar otro libro con tus pinturas?

Trabajar con Faride fue magnífico. En Cercano alrededor yo me dejé guiar por su instinto. Lo que hace ella es un prodigio. Siendo tan joven, tiene un talento inmenso. Es una alegría que alguien que tenga esa vocación, ese talento, haya encontrado un camino. Claro que me encantaría hacer otro proyecto con ella, en otro formato, donde incorpore de lleno el color.

 

¿Cuáles son los próximos proyectos pictóricos de Juan Luis Landaeta?

Yo manejo varios registros al mismo tiempo. Los registros van buscando su senda. Creo que a través de las cifras, las repeticiones, las variaciones. Es como llevar varias series. Allí hay una similitud bien importante con mi poesía. Me parecen que hay textos que se van arrimando a textos anteriores, y no tiene nada que ver necesariamente con los textos posteriores o inmediatos. La obra de arte es la que se pudo hacer.

 

Juan Luis Landaeta, Caracas (1988) En 2008 resultó ganador del I Concurso de Poesía y Cuento de la Escuela de Derecho de la UCAB con “Comercio Carnal”. En 2009 recibió una Mención de Honor en el III Premio Nacional Universitario de Literatura por el libro “Destino del Viento”. En 2011 con el libro “La conocida herencia de las formas” recibe una mención especial en el I Premio Nacional de Poesía Eugenio Montejo. Ha publicado los títulos Litoral central (Sudaquia Editores, 2015) y La conocida herencia de las formas (Editorial Igneo, 2016). Es abogado egresado de la Universidad Católica Andrés Bello en 2012 y de la Maestría de Escritura Creativa en Español ofrecida por New York University en 2015. Sus artículos, crónicas y entrevistas han sido publicados en Revista Temporales, IQ Latino, Prodavinci, El Estímulo y Vice México. Es Director Creativo de Storytelling en The Elevator Studios, en Nueva York. 

 

La exposición Jardín desierto con curaduría de Kelly Martínez se presentó entre el 12 al 15 de mayo de 2017 en RELABS Studio, Brooklyn, Nueva York.

 

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