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Memoria crítica: escritura y visualidad en Venezuela, 2000-2010. Por Felix Suazo. II/IV

II. Marcos epistemológicos

El desplazamiento registrado en el objeto de la crítica de arte supone también un cambio en la percepción de las obras y su articulación histórico-cultural. Se trata del análisis y construcción de nuevos marcos epistemológicos destinados a reflexionar la conexión entre la producción creativa y su contexto (discursivo e histórico) desde una óptica crítica. Más allá de lo ontológico, se intenta percibir y razonar los flujos de contenido (subyacentes o explícitos) que informan, condicionan o legitiman los significados potenciales de las obras, sobre todo aquellos que exceden su materialidad y supuesta autonomía. Desde esa perspectiva, gran parte de la crítica de “arte” que se ha producido en Venezuela durante el decenio 2000-2010 es en realidad crítica del “campo”, no sólo atenta a las prácticas y condiciones de producción del arte, sino también dirigida a escrutar los rituales de poder y sus consecuentes réplicas en distintas instancias que abarcan los modelos de circulación, las políticas de difusión y las concomitantes éticas.

En medio de esta complicada escena, surgen muchas interrogantes en torno a los criterios de análisis y legitimación que deberían regir la actividad valorativa. A propósito de ello, la investigadora y curadora Lorena González escribe:

“En esta gran feria de la comunicación contemporánea, producir, difundir, exhibir y recibir el arte, se ha vuelto una asignatura cada vez más delicada para todos nosotros, para los investigadores, para los artistas, para los gerentes culturales, para los espectadores en general. Los grandes relatos se han trasladado y se han diversificado en una sonoridad única que se extiende por todas partes y que podría, fácilmente, confundirnos a todos, en cualquier momento, en cualquier lugar”.[1]
Frente a la  diversificación de los lenguajes artísticos y la crisis de las “narrativas maestras”, la crítica se enfrenta a un descentramiento del canon que exige un “cambio de foco” capaz de hacer emerger (o enactuar como dirían Valera y Maturana) otras aristas y matices de su objeto de estudio, ante la conciencia de que ni lo real ni el llamado “mundo del arte” son instancias predefinidas, sino ámbitos en construcción entre los que se producen constantes intercambios, mudanzas y reacomodos.

José Antonio Navarrete razona el asunto del siguiente modo:

“ (…) perdido el anclaje que los fundamentos esencialistas del arte brindaban a la práctica axiológica, la reflexión sobre las cualidades y eficacia de las variadas propuestas del trabajo artístico que se presentan reclamando el estatuto de contemporaneidad se levanta, para decir lo menos, sobre la indagación en los objetivos que éstas se plantean; la estrategia comunicativa que desarrollan -incluyendo el uso de los recursos lingüísticos-; su capacidad para involucrarse en los temas de punta de la discusión cultural o, inclusive, de introducir en ella nuevos tópicos; el modo de relacionarse con las ideas que circulan en el campo del arte; su alcance sociocultural “[2]
Los argumentos desarrollados por Lorena González y José Antonio Navarrete dejan sentado el desafío al que se enfrenta la crítica de arte en el período, así como la necesidad de evaluar los distintos perfiles de la obra, incluyendo su articulación contextual. Para ello, hay que sortear las limitaciones del aparato conceptual disponible y, tal como propone Jacques Ranciere en sus reflexiones en torno a las desventuras del pensamiento crítico, considerar la eficacia o inconsistencia de cada propuesta en su circunstancia.[3]  Desde esa óptica, la obra es un hecho contingente y no la manifestación sensible de una normativa inapelable. Si ya no hay un deber ser al que aferrarse, la actividad crítica debe formular juicios de pertinencia que le permitan desentrañar el sentido, funcionamiento y vigencia de su objeto de cara a su entorno de producción y recepción. Es decir, la base del trabajo crítico consiste –según el teórico español José Luis Brea- en una labor de “enmarcado”[4]  con miras en el campo institucional del arte, manteniéndose “en un terreno de des-implicación afectiva”.[5]

En esta última idea coincide Carmen Hernández quien advierte:

“debemos entender que enfrentamos un campo institucionalizado que se rige por un canon de origen eurocéntrico, que ha contribuido a la constitución del modelo del arte nacional. Este campo se comporta como un sistema autónomo porque ha definido sus propias reglas de producción, circulación y consumo, que delimitan, afirman y reproducen un lugar privilegiado dentro del amplio campo de lo cultural”

Los puntos de vista referidos plantean la necesidad de reenfocar la práctica crítica en relación con el arte para considerar no sólo sus productos, sino los procedimientos y rituales que lo hacen posible en tanto que forma específica de la actividad cultural. En próximas entregas abordaremos la manera en que estas condicionantes inciden en los estrategias de escritura y los soportes de circulación de la crítica.[6]

[1] González, Lorena. Coleccionismo y arte actual:  ¿(…)Eterno desiderátum que es su eterna desesperación?. En:http://www.plataformadearte.net/Coloquio/LorenaGonzalez.htm 08 01 2010

[2] Navarrete, José Antonio. En pos de la actualidad. Apuntes. El arte contemporáneo. Texto publicado en Verbigracia, diario El Universal, Nº 3 Año VI, Caracas, sábado 20 de julio de 2002

[3] Cfr. Ranciere, Jackes. El espectador emancipado. Ellago Ensayo S.L. España, 2010  pp. 29-52

[4] “Cual podría ser la base, hoy, del trabajo de la crítica, en su acepción más comprometida y al mismo tiempo rigurosa? Diría que, básicamente, un trabajo de “enmarcado” de los pronunciamientos, de los contenidos de producción de significado comprometidos por las producciones culturales. No el ejercicio de adhesión a unos u otras, atención, sino uno que por encima de todo se daría por misión el análisis crítico de tales producciones culturales, ejerciendo respecto de ellas un distanciamiento epistemológico cuyo objetivo fundamental sería siempre el conseguir situarlas, enmarcarlas, referirlas a la constelación de intereses y dependencias –conceptuales, históricas, culturales, institucionales- en base a los que cada producción enunciativa alcanza a cumplirse como social e intersubjetivamente significativa”
Cfr. Brea, José Luis. La crítica de arte –después de la fe en el arte-
En: http://agenciacritica.net/archivo/2006/04/la_critica_de_a.php  18-05-07

[5] Idem

[6[Algunas reflexiones sobre el campo y el canon en el arte contemporáneo venezolano. Publicado en: VV.AA.: Lógicas y estrategias de Occidente, Caracas: Fondo Editorial Ipasme, febrero de 2007, pp. 187-219. Reproducido en: http://www.plataformadearte.net/textos/CarmenHernandez9.htm

En una próxima entrega publicaremos la tercera parte: Periodismo cultural.

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