Texto de la exposición Osvaldo Romberg El Factor Color de 1973-2013, Homenaje a Josef Albers y Raúl Lozza que se presenta en Henrique Faria Fine Art -NY hasta el 23 de marzo de 2013.
A finales del siglo diecinueve, las teorías científicas sobre la percepción cromática transforman las concepciones estéticas de un conjunto de artistas. Si se piensa el color como un fenómeno perceptivo –y no como un dato objetivo de la realidad– su transferencia a la tela debe cumplir ahora con ciertas reglas compositivas que dependen de las propiedades visivas del observador y no de los valores del color mismo. Para los impresionistas no hay un color en sí, sino que éste es el resultado de interacciones que producen una cromaticidad semejante a la que apreciamos en los objetos del mundo. Su trabajo se orienta entonces hacia una Estética de la Representación pictórica guiada por los imperativos de la percepción humana.
Pero otros artistas comprenden que el color puede ser pensado también –y ante todo– como un signo plástico, que su manifestación depende menos de requerimientos visuales y mucho más de ciertas interacciones formales que son a la vez sociales, culturales, históricas: así, la combinación de los colores primarios (rojo, amarillo, azul) puede ser una vía para el ascetismo filosófico en Mondrian, o para decretar el final de la pintura en Rodchenko. Su trabajo está volcado hacia una Política de la Representación, en la que ésta es el resultado de valores construidos en el interior del universo simbólico de una cultura. Para ellos, el color puede aparecer sin un correlato en un referente; como elemento de un lenguaje, símbolo, o unidad de un sistema.
Una buena parte de la obra de Osvaldo Romberg se centra en el análisis y desmontaje de los sistemas constructivos pictóricos que se desarrollan entre el Renacimiento y las vanguardias. En ella pone de manifiesto el andamiaje estructural (material, perceptivo y cultural) sobre el que descansa nuestra apreciación estética. Sin embargo, Romberg siente particular atracción por los artistas metódicos, los que han erigido verdaderos órdenes formales siguiendo líneas de trabajo rigurosas, como Mondrian, Malevich o Albers.
Su trabajo, lejos de desacralizar al de estos maestros, pone de manifiesto la potencialidad de los órdenes plásticos que construyeron en toda su dimensión. Posteriormente, Romberg expande esa potencialidad hasta hacerla entrar en diálogo con otras disciplinas, como la arquitectura, la literatura o la música. La instalación The Hanover Color Constellation 82-83 es un buen ejemplo. En ella, los colores del círculo cromático se van desplazando por la sala siguiendo una lógica formal estrictamente establecida: a cada punto del espacio le corresponde una tonalidad como dato objetivo, como verdad de color. Aquí, nuevamente, éste deja de ser un mero dato de la realidad para revelarse como un elemento capaz de modelar espacios, ritmos y conceptos, de conectar al arte, el presente, el legado cultural y la vida.
Rodrigo Alonso
Fuente: Eugenia Sucre