Inauguración: Domingo, 30 de marzo, 2014. Hora: 11:00 am.
Clausura: Domingo, 27 de abril, 2014. Hora: 4:00 pm
Carmen Araujo Arte
Los eventos políticos nos conciernen a todos, y también nos arrastran a todos. Por ello, los artistas y sus diversos ámbitos de acción, así como las obras y sus posibles espacios de eficacia crítica –de rebelión-, no pueden escapar a los reclamos, ni las urgencias, que surgen en momentos como este que vivimos, en el que un país –el nuestro- intenta atender y entender su presente, su porvenir, sus potencias y sus clausuras, intenta reconfigurar sus relaciones políticas y sociales. Aparece, entonces, para el “artista” la necesidad de reflexionar acerca de su lugar –y su función- en el tejido social, se presenta igualmente la necesidad de preguntarse por el espacio de “lo político” en el arte (en las obras), explica Sandra Pinardi, curadora de la muestra.
Carmen Araujo Arte atiende esta demanda, y lo hace ofreciendo en su espacio obras de siete jóvenes artistas: Luis Arroyo, Camilo Barboza, Eduardo Gil, Yucef Merhi, Luis Poleo, Gerardo Rosales y Armando Ruiz. Siete aproximaciones, siete intervenciones, que se encargan de “lo político” entendido no sólo como un tipo específico de ejercicio de dominio o como un aparato discursivo (ideológico), sino que lo comprenden en los modos cómo se realiza su inscripción en el mundo, que se preguntan acerca de la manera en que “lo político” constituye (elabora o devasta) una “forma de vida”. Siete acercamientos, siete participaciones, que se hacen cargo del país –de esta Venezuela- en su textura existencial: en la violencia y la anulación que todo lo permea, en las voces que silencia o en la dimensión indecible –imposible, también- de su “sofisticada barbarie”.
Sandra Pinardi explica que para Luis Arroyo tratar “lo político” significa indagar, al interior de los “discursos y operaciones propias del arte” –de sus imágenes-, en torno a ese espacio intersticial, limítrofe, que escinde y separa, pero también articula y ordena, las estructuras de captura (sean éstas ideológicas, económicas o culturales) y las fuerzas (“filamentos eléctricos”) propias de la existencia. Camilo Barboza, por su parte, acecha “lo político” en el escenario de sus constituciones territoriales e identitarias, así sus collages son una especie de “derivas iconográficas” en las que signos y símbolos inmediatamente reconocibles estallan para convertirse en síntomas de un “cuerpo” social y cultural desprovisto.
Eduardo Gil, recrea en la construcción que alberga la muerte (la morgue) un momento de memoria, un reclamo de no-olvido, que excede el acontecimiento y su actualidad, y que inscribe un monumento-simulacro desde el que se expresa la banalización de la vida. Yucef Merhi realiza lo que denomina un “paisaje semántico” en el que, transgrediendo los controles de los medios electrónicos y las redes, hace visibles esas “otras” redes (textuales, informativas) ocultas, secretas, que estructuran los juegos del poder.
Para Luis Poleo, “lo político” se instala de un discurso –o una iconografía- de las anomalías, en la exposición irónica de mecanismos de disconformidad, porque es allí –en la inadecuación- donde se hace evidente –e incuestionable- la contextura opresiva –y posesiva- de las maquinarias simbólicas: su comportamiento obsesivo, su dimensión tiránica. Gerardo Rosales transfigura la violencia, en un dispositivo de enunciación plástica que atiende a lo propio, lo íntimo, lo corporal, que vuelve a narrar –ahora desde y en la infantia del lenguaje- la fragilidad de lo humano y de sus derechos. Armando Ruiz, escribe –y deconstruye- el país a través de la elaboración de unos libros sangrientos, libros-señales que señalan las heridas del “cuerpo nacional” desde un devenir de palabras que, en su secuencia y en su cadencia, lo revelan y detallan.
Carmen Araujo Arte
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caracas, venezuela