Sin simulacro,intento No. 6, 2014, intervención site specific
Sala de exposiciones
Jueves 27 de agosto 7:00 pm
“Pero hay más factores centrales, como la Ley de rendimientos decrecientes, que hace que los costos de la complejidad (energéticos, tecnológicos, de gestión, de información), crezcan más rápido que sus beneficios, de manera que el problema no es ya sostener el flujo de recursos, sino la necesidad de incrementarlo.”
Ramón Fernández y Luis Reyes
La retórica actual no cesa de volver sobre el asunto de la crisis ambiental. Especialistas, periodistas, políticos, sacerdotes han hecho carrera con ese caballito de batalla de larga duración. El consenso se despliega entre los llamados de atención por el descubrimiento de fuentes alternativas de energía y el apoyo que necesitan quienes se introducen en ésa área. Este proselitismo ha dado incluso para que el Papa católico firmara una encíclica donde le recordaba a los creyentes y al mundo en general que era necesario “reconocer, alentar y dar las gracias a todos los que, en los más variados sectores de la actividad humana, están trabajando para garantizar la protección de la casa que compartimos” (Papa Francisco, 2015). Y todo esto tiene que ver con que se anuncia una desaparición cercana. La nuestra. El planeta, tal cual lo conocimos, va a cambiar; y en lo que quede de él, no vamos a sobrevivir. Ni nuestras máquinas, ni nuestros hijos, ni nuestras propiedades. Nada de lo que conocemos va a salvarse, porque lo estamos consumiendo más pronto de lo que se regenera.
Detectar dónde va a comenzar el apocalipsis es sencillo. Y moralizante. En general, cuando hablamos de crisis ambiental, llegamos muy pronto a la actitud ética. Al señalamiento de culpables y a la formulación de soluciones posibles. Todas a medio camino entre la reeducación y la molestia por pensar en la renuncia a algo. La crisis ambiental funciona como un enorme pozo de los deseos al que arrojamos monedas, sabiendo que no va a suceder nada.
Como lo recuerdan los ecologistas Ramón Fernández y Luis Reyes, las transformaciones del metabolismo energético de una sociedad producen enormes cambios sociales. A veces convulsos, como cuando la humanidad disminuyó el uso de energías renovables. Así, siempre que se implementa el uso de un nuevo tipo de energía aparecen entidades que organizan su manejo, lo legislan y, al final se terminan creando subjetividades a su alrededor (Fernández y Reyes, 2014). De hecho, nuestro modelo urbano-agro-industrial ha llevado a que asuntos como la apropiación, transformación, circulación o consumo de energía, y la administración de nuestros desechos no sean asuntos que nos competan en gran medida. En muchos casos nuestra intervención no tiene efecto debido a la magnitud del problema. Y a que somos altamente dependientes de un sistema dedicado a producir energía para reproducir energía. De otro lado, la tecnosfera que da soporte a nuestra vida cotidiana, se ha convertido en un monopolio de máquinas interconectadas que nos llevan a consumir de modo permanente y, lo peor, creyendo que lo hacemos por decisión propia.
El grupo de artistas que expone en esta muestra, ofrece una serie de soluciones a esta problemática que bien podrían aplicarse a largo plazo. Algunos no se limitan a paliar nuestra mala conciencia, sino que contemplan la factibilidad de intervenir efectivamente en un tejido social aquejado por la culpa y la inacción. De más está decir que no han optado por el activismo verde –tan manoseado aquí–, y más bien han diseñado posibilidades de uso de los bienes existentes para no simplemente agotarlos y después buscar otros. Si se trata de ponerlos en una línea de acción ideológica, este grupo de artistas se ubica entre el extractivismo liberal, la estupidez política y la ignorancia deliberada. Sin embargo no demuestran interés por acabar con el modelo económico actual. Saben que hacerlo implicará una reconstrucción que costará el doble. Realizan proyectos que aplican la lógica de la producción artística para que quienes los veamos decidamos si nos implicamos o no.
En algunos casos, reciben un edificio en destrucción para implementar propuestas visuales en su interior con lo que encuentran, sin tratar de embellecerlo sino de reconstruir su significado antes de que desaparezca en su forma actual (Linda Pongutá). U observan las dinámicas de uso del espacio público y deconstruyen los ideales del progreso rampante para preguntar por el tipo de ciudad que hemos (nos han) construido (Pablo Lazala). O deciden recuperar parte de la infraestructura que se han apropiado otros (Cristian Rodríguez). O atacan las lacras del desarrollismo para modificar su legislación y alterar su espiral de producción de muerte (Guillermo Villamizar). O denuncian algunas de las máscaras que le ponemos a nuestro consumo para seguir olvidando a las personas que generan nuestro confort (Braulio Ruiz).
Con la participación de:
Linda Pongutá
Cristian Camilo Rodriguez
Braulio Ruiz
Pablo Lazala
Guillermo Villamizar
Fuente: Guillermo Vanegas Flórez