Por Sandra Pinardi
Una mirada penetrante o una observación detallada del mundo, de las edificaciones –del entorno arquitectónico en el que vivimos- o de la vida puede reconocer cómo toda construcción es simultáneamente una destrucción, cómo todo aparecer implica desaparición o cómo toda manifestación es también un ocultamiento. Según muchos pensadores, tales como Nietzsche o Benjamin, este movimiento propio de lo vital es también lo que caracteriza el proceder de la cultura y la historia, de modo que en todos estos ámbitos el surgimiento o la emergencia de “algo” ocurre necesariamente a partir de la devastación o aniquilamiento de “algo otro”, sea esto “otro” algo previo o simplemente otra posibilidad de ser.
En el arte moderno, esta comprensión “dialéctica” de los procesos creadores se presenta como un tema importante de exploración que, a lo largo de su historia, ha asumido distintas formas de concretarse artísticamente. En este sentido, muchas obras modernas intentan re-presentar esa dinámica propia de lo existente, y lo hacen desarmando las normativas, formatos y nomenclaturas gráficas establecidas para la representación, despojándose de las convenciones figurativas o abriéndose hacia lo efímero y transitorio. En el arte contemporáneo, por su parte, esta dialéctica de lo existente, esta articulación entre construcción y destrucción, se complejiza gracias a diversos factores, entre los que podemos contar: la aparición de la dinámica poli-vectorial propia de las redes y los sistemas de información, el traslado de los procesos “autorales” desde instancias subjetivas a sistemas y aparatos, y la comprensión de la “obra de arte” como un evento relacional y significante.
El trabajo artístico de Rafael Reverón-Pojan se hace cargo, desde distintas estrategias formales y visuales, de esta dialéctica de los procesos constructivos, elaborando unos “objetos” inquietantes que quiebran el juego de las oposiciones para sostenerse en sus tensiones, para inscribirse en ese lugar de incertidumbres que aparece cuando el tradicional “espacio de la representación” se abre a una secuencia de negaciones, de refutaciones, tanto ideales como formales.
Lo primero que llama la atención en estas obras es cómo ellas, a pesar de ser elaboradas artesanalmente (desde el trabajo de la mano), quieren ser registros, es decir, quieren ser el producto de un cierto “automatismo”, de una especie de procedimiento “maquinal”, en el que se plasme, se re-presente, el complejo proceso de elaboración gracias al que se han convertido en “obra”. Un registro del hacer y, como tal, un registro de la serie de procesos dialécticos, de negación y refutación, con los que se constituye cualquier figura, cada obra. Un registro en el que la “construcción” se exhibe como un devenir, es decir, como un “llegar a ser” a partir de un “dejar de ser”, pero como un “devenir maquínico” diría Deleuze, en el que es la propia figura –el “algo” construido- el que anuncia y formula sus negaciones, sus potenciales transformaciones y aperturas, desde la clausura de cualquier constitución definitiva. Bien lo dice Rafael Reverón-Pojan cuando, al comentar acerca de la serie de obras afirma que cuando la “imagen” empieza a tornarse figurativa, a semejar algo en particular, es ese mismo carácter icónico el que fuerza un proceso de negación, de silenciamiento, de destrucción. Por ello, esas grandes telas “azul y rojo” están graficadas con unas intrincadas redes de líneas que al obliterarse, quebrarse, intersectarse y yuxtaponerse unas a otras logran concretar una suerte de elusiva “geometría reticular” en constante expansión y negación. Una geometría reticular en la que un juego de presencias y fantasmas, de figuras que se quiebran y desdicen, de vacíos que oscilan en un aparecer que puede ser simultáneamente fondo o figura, se concretan como constitución temporalmente dilatada de un espacio: un ámbito inasible –irreconocible- hecho de las huellas y las marcas de su propio proceso de figuración y constitución, de la secuencia de elementos con los que se ha intentado su apropiación.
En este “devenir maquínico” de la construcción la figura del “autor” se desplaza, no está inscrita ya en un conjunto de decisiones subjetivas o voluntarias, sino justamente en los mecanismos propios del sistema constructivo que en cada obra se concreta. El “artista” se convierte en una suerte de operario, y lo que formula no es una “obra” sino un “sistema de elaboración” al que deja fluir y reitera. El “sistema” opera por medio de la incorporación de una ruptura, de una fractura o una denegación, en cada atisbo de figura que aparezca, gracias a ello cada obra es el desarrollo reiterado de este principio, llegando en ciertas piezas (aquellas que denomina piezas-instalaciones) a incorporar la tela –el soporte mismo- sobre el que se realiza la maraña de redes lineales al juego de rupturas, y transformando el formato cuadrado o rectangular –cortado y vuelto a coser- en un figura des-informada que bien pudiera ser un “papagayo”, un “ala” o una “hamaca”, y que dinámica y variable en sí misma se convierte en “algo delimitado” sólo en el encuentro con el espacio que ocupa, en el que se instala.
Por otra parte, no sólo la figura del “autor” se ausenta, sino que el “sistema” mismo al operar de acuerdo a un principio que lo obliga a su propia deconstrucción, de acuerdo a una estrategia que le impide conclusiones y concreciones, exponencialmente se hace auto-performativo y, a la manera de las redes telemáticas de información y comunicación, se inscribe en el mundo como un productor de superficies maleables, de superficies de algún modo infinitas en las que cada obra funciona como un encuadre, un recorte. Por último, este trabajo que pareciera ser tan “abstracto” es, sin embargo, referido constantemente en las palabras de Rafael Reverón-Pojan a eventos cotidianos, a edificaciones y cosas que conforman el entorno inmediato, a sus memorias y vivencias, de modo tal que el “sistema” no sólo se propone como una estrategia de construcción artística sino también como un modo de suscitar y establecer variados plexos de vínculos entre las obras y la experiencia, entre los objetos y las ideas, entre las imágenes y el mundo en el que se incorporan.
Sandra Pinardi
Julio 2016
A propósito de la muestra individual “destruir-construir” del artista Rafael Reverón-Poján en la galería Spazio Zero
Galería Spazio Zero
Av. Casiquiare, Qta. Zero, Colinas de Bello Monte, Caracas
Fuente: Rafael Reverón-Poján