White Noise. Ana Moreno

 

 

Ana Moreno nos obliga a ver diferente. Su obra –orgánica serena y minuciosa–, va tejiendo alternativas de mirada ante las dificultades del ojo para identificar una imagen dentro del universo de fragmentos que componen cada pieza. El punto de partida es el collage entendido, no como técnica, sino como manera de pensar y entender lo real –o como un modo de acercamiento a la obra que no concluye en el cuadro, sino que permanece rondando en nuestras mentes a medida que penetramos ese cúmulo de fragmentos. Cada fragmento activa una lectura diferente que, a su vez, permite a cada quien construir su propia unidad de  interpretación. Cada fragmento es un texto, una narración; pero también es la textura y la intertextualidad de un relato visual mucho más amplio, capaz de contener en sí a todos aquellos pequeños relatos. 

 

 

 

Seleccionando imágenes de diferentes libros, la artista inicia una operación de deconstrucción en pequeños desgarres que conservan el gesto y la expresión de la rasgadura, pero también concentran lo que podríamos llamar el código genético del sistema informativo original: el ademán de la mano, las gradaciones de tonos, los colores, las texturas, los contenidos, los gramajes de papel o las calidades de impresión. Con ellos se generan nuevas conexiones de sentido. La pieza final va  surgiendo con un ritmo siempre aleatorio, nunca gobernado por reglas racionales de acción. 

 

 

 

 

 El resultado es una especie de poema visual que canta las aventuras y trayectos de los libros de procedencia: afuera y adentro de París, el cuerpo-los cuerpos, la ciudad de Caracas, las copas de los árboles, las fronteras de Venezuela, la arquitectura y el paisaje… Moreno nos acerca al collage como un lenguaje donde cada fragmento es un mundo y a la vez el mundo. No hay acá una lectura única y no existe un ángulo unitario de visión porque los puntos de vista se multiplican. En esto consiste el valor de la exposición. A fin de cuentas, el pensar-collage o el pensar en fragmento, no nos limita a contemplar meros artefactos artísticos sino que funciona como detonante de infinitos dispositivos de relaciones. Eso es exactamente lo que sucede con estas piezas: ellas abren nuevas realidades de percepción en un espacio intermedio entre la no-imagen del ruido blanco de la pantalla y la construcción de un imaginario siempre diferente. 

 

María Luz Cárdenas

2017

 

 

 

 

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