Site icon Trafico Visual

Crítica de arte en Venezuela (2010-2017): reseña, preguntas, tareas

Por Félix Suazo

 

En trabajo anterior[1] he sostenido que al arrancar el nuevo milenio la crítica de arte en Venezuela dejó de dirigirse únicamente a la valoración de las obras, orientándose a las limitaciones de la política cultural, inclusivista y contraria a las bellas artes, instaurada demoledora y progresivmente por el gobierno desde 1998. En dicho trabajo también se señalaban otros factores de orden editorial y profesional que han incidido en el repliegue y la virtual atomización de la óptica crítica respecto al arte, entre los cuales destacan la disminución de los espacios de difusión impresos a causa del impacto cruzado de los medios digitales y el cierre forzado de diversas publicaciones por presiones gubernamentales y económicas, por otro lado.

Del 2010 al 2017 se registra una profundización en los temas asociados a la crisis institucional (política cultural, museos, espacios independientes, etc.), así como un interés más definido en las reflexiones de corte intelectual que reclaman una comprensión más responsable y articulada de la acción cultural y su potencial respuesta frente a la grave encrucijada en que se encuentra el país. En tal sentido, me permito comentar tres libros donde el ejercicio crítico es implícito o consustancial a los temas que se abordan.

 

El Arte de los aforismos y los aforismos sobre el arte[2] de Víctor Guédez presenta una extensa compilación de frases cortas –muchas de las cuales se refieren a la crítica- suscritas por autores diversos como Simón Marchan Fiz (”Las artes ya no son bellas …”, p. 72), Luis Pérez Oramas (“La experiencia estética no consiste en saber lo que un autor quiso decir …”, p. 118), Octavio Paz (“La creación es crítica y la crítica es creación”, p. 200), Gustavo Flaubert ( “Se hace crítica cuando no se puede hacer arte”, p. 200), Juan Acha (“Los críticos deben pasar de conocedores  de arte a productores de conocimientos artísticos”, p. 202).

La cultura bajo acoso[3] de María Elena Ramos analiza la agraviante situación de la institucionalidad museística, sus causas y consecuencias, en un contexto donde las autoridades oficiales confunden la excelencia con el elitismo y el conocimiento con la oligarquía. Según la autora, el libro surge de la necesidad de “participar (…)  en una crítica cultural más amplia, que vincule la estética con la ética y la política”. Es decir, “crítica cultural” en “tiempos críticos”, sustentada en la perdida de la autonomía institucional y de las libertades en el país (Introducción, p. 9). 

País en Vilo. Arte, democracia e insurrección en Venezuela[4] de Roldán Esteva-Grillet, enfoca la relación entre arte y política en el país desde el siglo XIX hasta el presente, desde tres puntos de vista -las obras, los comportamientos de los artistas y las directrices institucionales- en los que prevalece el tono ensayístico matizado con oportunas valoraciones de los eventos y situaciones analizados.

En el plano más específico de la crítica centrada en los medios y lenguajes visuales de mayor preponderancia en el período, dos grandes segmentos dominan la atención de los analistas. De un lado, las aproximaciones que testimonian y valoran el auge sostenido del lenguaje fotográfico en la escena artística del país en los últimos años. Del otro lado, los comentarios y reflexiones que abordan el heterogéneo conglomerado de propuestas que se reúnen bajo la denominación de “arte contemporáneo”, especialmente las que tienen como tema la situación nacional.

 

Anoto a continuación varios espacios y autores dedicados a la divulgación y análisis de la producción fotográfica. La página web El cuarto de los juguetes[5], publicación digital especializada en fotografía venezolana y latinoamericana, manejada por el comunicador y fotógrafo Gerardo Rojas. La sección de Artículos[6] en la página de la ONG-Organización Nelson Garrido, donde se mezclan una heterogénea  gama de textos de investigadores (Humberto Valdivieso, Nicolás Gerardi, Elvira Blanco) y fotógrafos (Gala Garrido, Roberto Mata, José Ramírez, Juan Toro, Rómulo Peña, José Joaquín Figueroa) teniendo la imagen como foco común. El segmento Fotolectura[7] del Archivo Fotografía Urbana” con estudios de diversos analistas, entre ellos Lorena Matilde  González Inneco, quien también es curadora de la colección. La columna Mirada Expuesta[8] de Juan Antonio González en El Universal con reseñas sobre portafolios fotográficos de diversos artistas.

 

 

Especialmente significativo para la divulgación crítica del arte emergente en el período 2010-2017 es la sostenida labor de Tráfico Visual[9], plataforma virtual creada en 2009, con entrevistas, crítica, opinión, textos sobre exposiciones y notas en torno a asuntos de actualidad. Entre sus colaboradores se encuentran artistas (Néstor García, Ángela Bonadies, Luis Romero, Luis Camnitzer), investigadores  (Lourdes Blanco, Isabel Arredondo, Sagrario Berti, Hannia Gómez, Jesús Fuenmayor, Félix Suazo, Fanny Pirela, Rodrigo Figueroa, Guillermo Vanegas, Lisa Blackmore) y escritores (Rafael Castillo Zapata), entre otros.

 

Igual de significativas para la comprensión de la dinámica artística en la contemporaneidad partiendo de una escritura donde se interceptan lo reflexivo y literario fueron las entrevistas, reportajes y artículos realizados entre 2013 y 2017 por Florencia Alvarado, Natasha Tianiacos, Elena Pastor y Nicolás Gerardi y en la sección de Escrituras Expandidas para la web de Backroom Caracas[10]

Bueno es señalar que ya se advierte, entre las nuevas voces que ingresan al ejercicio crítico en los últimos años, algunas tentativas escriturales que ponen el énfasis en una sintaxis más fluida, ligeramente alejada de los preceptos académicos, y con cierta intensión literaria que ofrece una visión más dinámica y actualizada de la materia en cuestión. Entre estos autores se encuentran los citados Florencia Alvarado, Natasha Tinacos, Nicolás Gerardi y Gerardo Rojas.

 
Aparte de lo ya apuntado, en la etapa reseñada siguen vigentes (aunque con una leve desincronicidad respecto a los temas urgentes) los artículos y entrevistas sobre artistas y exposiciones que publican en versión digital Prodavinci[11] y Papel Literario[12]. En el ámbito periodístico la sección de arte y espectáculos de los diarios El Nacional y El Universal reseñan exposiciones y reportajes ocasionales sobre el impacto de la crisis económica e institucional sobre las artes. También la sección de artes plásticas y arquitectura de  Esfera cultural[13] con las entrevistas y reseñas de María Laura Lombardi, Génesis Romero, Elvianys Díaz,  Víctor Alarcón,  muchas de ellas centradas en exposiciones de arte contemporáneo realizadas en espacios independientes.

Finalmente, debe mencionarse la labor de divulgación artística realizada en este periodo por las revistas Hábitat Plus y Artefacto, prácticamente  las únicas publicaciones impresas  que han mantenido un interés sostenido, aunque no parejo, por las artes visuales en Venezuela.

De lo anterior se deduce que: a) ante la crisis editorial que afecta a las publicaciones impresas, la crítica de arte en sus distintas modalidades (artículo, ensayo, reseña, entrevista, reportaje) ha migrado hacia los medios digitales; b) sigue prevaleciendo la crítica centrada en los problemas campo institucional  del arte y su relación con el poder más allá de las obras y c) el medio fotográfico y las propuestas de mayor conexión con el contexto son las que más atención crítica han recibido durante estos años.

Metodológicamente hablando no hay un acuerdo fijo en torno a cómo se debe hacer crítica excepto la exigencia de que ésta debe contener una valoración, es decir, se rige por un imperativo axiológico. De manera que la crítica puede adoptar la forma ensayística o puede ser un artículo, un reportaje, una reseña e incluso una entrevista. Cada uno de estos géneros tiene su respectiva prescripción, pero lo que es invariable desde el punto de vista crítico es la agudeza del autor y su capacidad para poner en valor los tópicos que analiza.  Sin embargo, la metacrítica o crítica de la crítica es más severa cuando juzga las estrategias, argumentos y objetivos de la disciplina, concediendo gran importancia a las cuestiones éticas que se derivan de los conflictos de intereses que pudieran existir, por ejemplo, entre la crítica y el mercado o entre la crítica y el poder.

No se puede negar que la crítica de arte ha perdido autoridad ante el demoledor avance del pluralismo axiológico de nuestra época. Entonces, ¿para qué la crítica si en el arte actual impera el “todo vale”?. La solución corriente a este dilema es decretar que la crítica de arte ha muerto. El propio Benjamín Buchloh llegó a decir  “que el papel del crítico de arte está acabado”[14]. Sin embargo, desde la perspectiva actual, el problema de fondo no es la desaparición del crítico o de la crítica como actividad profesional específica, sino la necesidad del juicio valorativo en la cultura. Cuando éste falta, se corre el peligro de confundir la necesaria diversidad de propuestas y estrategias, con cualquier cosa. Y “todo vale”, por cierto, no significa “cualquier cosa”, sino pluralidad de ópticas, cada cual regida por su respectiva pertinencia discursiva, estética y social.

Es tarea de la crítica establecer la relación  de coherencia, efectividad y pertinencia que se produce entre la propuesta, la idea que la desencadena y el contexto. Considerando estos criterios, es posible discriminar lo significativamente valioso y “todo” lo demás, lo cual no significa que la crítica de arte sea o deba ser “antidemocrática”, sino que allí radica su función y responsabilidad orientadora.

Hay otro tema inquietante que podemos resumir en la pregunta: ¿por qué no se habla del arte venezolano fuera del país, aun considerando el importante y valioso número de profesionales que radican en el extranjero, alguno de ellos ocupando posiciones influyentes en el circuito global de las artes?. La pregunta, en primer lugar, denota el aislamiento de la escena local y la interrupción de las vías de acceso a las plataformas de difusión y legitimación institucional. Y de esa primera constatación se deriva la explicación -innegable y dolorosa- del por qué esos artistas, curadores e investigadores han debido probar suerte en geografías vecinas que, por cierto, responden a su propia agenda y no necesariamente a los requerimientos del arte venezolano. Sus servicios y creaciones  deben ajustarse a las demandas del lugar donde se encuentran.

Evidentemente, la crítica de arte no puede  resolver un problema que tiene una raíz socio-política y económica pero si puede trabajar, dentro y fuera del país, para identificar, caracterizar y reflexionar sobre las singularidades, fricciones y hallazgos del arte venezolano, así como los posibles puntos de enlace con problemáticas más amplias. Hay que conectar lo que hoy sucede en el país  con los autores y propuestas que mejor han representado al gentilicio local en el extranjero, pero también, hay que restablecer ante un lector ajeno el vínculo que hay entre la producción actual y las circunstancias del país. La crítica de arte, en fin, puede colaborar en la reconstrucción de un mapa simbólico que hoy está resquebrajado y disperso.

Para concluir, está la cuestión de quiénes y con qué medios pueden acometer una actividad que se presume “acabada” y para muchos “indeseable”. Dicen que cada vez hay menos críticos –gremialmente hablando- pero la experiencia cotidiana muestra que la crítica sigue activa, especialmente en la vertiginosidad de las redes sociales. Cada día alguien comparte una nota, hace un comentario o pone una foto de la exposición que visitó o de la obra que le interesó. En respuesta, algunos asienten con un like al envío o simplemente opinan. A veces, sin embargo, una chispa hace estallar una fuerte batalla de palabras –aclaraciones, correcciones, refutaciones, defensas- que horas o días después desaparecen en la marejada electrónica. Por los momentos, cualquier tema es bueno: el cambio de nombre de un museo, un premio inmerecido, una declaración desafortunada de un funcionario, una obra incorrectamente presentada, un dato inexacto sobre un acontecimiento artístico, etc. Lo descrito parece ser una señal de la reencarnación virtual de la actividad crítica, sólo que ahora cualquiera puede ser un crítico o simplemente expresar sus preferencias y aversiones desde su propia tribuna.

 

Caracas, diciembre 2017- enero 2018

 

[1] Cfr. Félix Suazo. Memoria crítica: escritura y visualidad en Venezuela, 2000-2010. I/IV.

Memoria crítica: escritura y visualidad en Venezuela, 2000-2010. Por Felix Suazo. I/IV

[2] Víctor Guédez. El Arte de los aforismos y los aforismos sobre el arte. Fundavag Ediciones, Caracas, 2012.

[3] María Elena Ramos. La cultura bajo acoso. Artesano Editores, Caracas, 2012.

[4] Roldán Esteva-Grillet. País en Vilo. Arte, democracia e insurrección en Venezuela. Universidad Católica Andrés Bello, Caracas, 2017.

[5] https://elcuartodelosjuguetes.wordpress.com/

[6] http://www.laong.org/category/articulos/

[7] http://archivofotografiaurbana.org/fotolectura/

[8] http://www.eluniversal.com/noticias/cultura/numonumento_635926

[9] https://traficovisual.com/

[10] http://backroomcaracas.com/category/firmas/?recientes

[11] http://prodavinci.com/temas-prodavinci/

[12] http://www.el-nacional.com/tag/papel-literario/#

[13] https://esferacultural.com/category/artes-plasticas

[14] Benjamín  Buchloh. En: Anna María Guash. La crítica dialogada. Entrevistas sobre arte y pensamiento actual. (2000-2006). Cendeac, Murcia, 2007, p. 21

 


Sobre el autor

Felix Suazo (La Habana, Cuba, 1966), es profesor, crítico de arte, investigador y curador. Es graduado del Instituto Superior de Arte de la Habana en 1990. Entre 2002 y 2003 realizó un Master de Museología en la Universidad de Valladolid, España. Se ha desempeñado como investigador en la Galería de Arte Nacional (1997-2003) y el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas  (2004-2008). De 2008 a 2013 fue Coordinador de Exposiciones y Curador de Periférico Caracas / Arte Contemporáneo. Actualmente es Gerente de la Sala TAC, miembro del equipo curatorial de El Anexo / Arte Contemporáneo y docente de la Universidad Nacional Experimental de las Artes. Es autor de los libros A diestra y siniestra. Comentarios sobre arte y política (2005), Umbrales. Museo, Curaduría, Investigación (2013) y Panorámica. Arte Emergente en Venezuela, 2000-2012 (2014).  Fuente: coleccioncisneros.org

 

Este escrito forma parte del seminario de crítica de arte: “Atención la crítica requiere participación” realizado en el Centro Cultural Chacao en Caracas, Venezuela entre el 13 y 14 de diciembre, 2017 con la coordinación de la Oficina Cultural de la Embajada de España en Venezuela y Tráfico Visual.

 

Exit mobile version