Oráculos, estatuas y anti monumentos: entre lo permanente y lo efímero[1]

Por Félix Suazo

 

“Todo lo pongo en ti,
y tú siempre lo mismo:
estatua de mis vientos,
ataúd de presencias invisibles,
letra inútil.”
Manuel del Cabral, Letra
 
“ … lloraba frente a la estatua, que parecía que se movía, como un padre cuando se le acerca un hijo.”
José Martí. Tres héroes, La edad de Oro. 1889

 

 

I

En un artículo de 1889 José Martí —el apóstol de la independencia cubana—describió la llegada de un viajero a Caracas y su aflicción ante la estatua de Simón Bolívar, como si buscara amparo y orientación en la efigie del prócer. Esa era, precisamente, una de las funciones del arte conmemorativo por la época en que apareció el escrito en cuestión. Pero el tiempo pasó y el propio Martí se convirtió en estatua, integrando el olimpo de titanes silentes que todavía hoy inspiran las venturas y traspiés de las naciones latinoamericanas, incluida su isla natal[2]. Lo cierto es que ya no hay aquella conexión deseada entre las personas y los monumentos; gigantes disecados que cabecean melancólicamente  en las plazas, parques y edificios públicos del continente. Lastimosamente, a menudo su monumentalidad y presencia ejemplar en el paisaje urbano,  no concuerda con las frustraciones sucesivas del ideal que ellos representan.

Hoy, en medio de la vertiginosidad cotidiana, las estatuas dicen poco. Son “letra muerta” en sus pedestales; “un ataúd de presencias”, como diría el poeta dominicano Manuel del Cabral (Santo Domingo, 1907-1992). Y en cuanto tales, dormitan indefinidamente a la intemperie, incapaces de convocar y enaltecer a las multitudes que transitan indiferentes. Sólo un estremecimiento inesperado, una incisión en el flujo de las rutinas diarias, las recupera de su letargo. Estos sacudones sorpresivos pueden venir de cualquier parte y por cualquier motivo:  una turba incómoda, un solitario iconoclasta, un ratero furtivo[3], un animal urgido por una letrina e incluso una bacteria[4], pueden ser los victimarios. El saldo de estas incursiones es más o menos hostil: letreros, manchas, roturas, amputaciones, derribamientos[5]. Así las estatuas se inspiran en lo mejor y se exponen a lo peor[6].

Sólidas y eternas como parecen, las estatuas son tan vulnerables como una criatura desamparada. En realidad, una figura de bronce, mármol o fibra de vidrio a la intemperie soporta mejor los rigores del clima –lluvia, sol, etc.—, que los ataques vandálicos o las demandas de una multitud furiosa. Lo cierto es que hay muchas razones por las cuales los monumentos son lacerados o boicoteados con más frecuencia de la deseable, haciendo que su perenne quietud se transforme en un alegato público donde confluyen las intenciones fallidas de quienes las erigieron y los propósitos de aquellos que las perciben como un padecimiento.

¿Qué culpa podría tener una estatua? ¿por qué derribarlas, amputarlas o lacerar su piel impermeable con dibujos e inscripciones? Va siendo tiempo de reconocer que los monumentos no son cosas inertes sino ideas que prefiguran horizontes y expectativas, presuntamente compartidas por una sociedad. Pero también es cierto que a veces esos modelos tiesos, impasibles, pretendidamente imperecederos, dejan de ser vehículos de esperanza para convertirse en objetos de frustración. Y es ahí cuando la gente insatisfecha, aturdida, indignada, intenta buscarle el sentido o sinsentido a los próceres, ninfas, ángeles y santos que vigilan desde la inmortalidad canónica de sus pedestales.

Por supuesto, no todas las intervenciones que se operan sobre las estatuas pueden ser catalogadas como agresiones. Algunas, de comedida planificación, intentan recordarnos críticamente lo que significa el sujeto o hecho que la estatua refiere.  Mejor que derribar estatuas (como hicieron unos fanáticos con la escultura de Cristóbal Colón en Caracas en 2004)[7] es someterlas a un ritual de reinscripción crítica que las reinserta en el flujo cotidiano.

 

II

 

En estas reflexiones abordaremos a una serie de prácticas de intervención artística, algunas de ellas de carácter performático, que tienen como foco el arte monumental, principalmente aquellas esculturas consagradas a personalidades históricas en Latinoamérica. Operan directamente sobre obras ya existentes y tienen como signo común, el interés por reactivar antiguos legados o evidenciar las cuestionables actuaciones de algunos gobernantes. Debido a tales propósitos, algunas de estas intervenciones ocurren de manera clandestina y enmarcadas en jornadas de activismo cívico, en tanto que otras (aun contando con la anuencia de las autoridades) acaban siendo gestos polémicos de cara a algunos sectores de la colectividad.

Lo importante, en todos los casos, es que intentan regenerar –al menos temporalmente—  el tejido crítico de la sociedad apoyándose precisamente en sus pilares simbólicos. Desde allí proponen un diálogo entre lo perenne y lo transitorio, yuxtaponiendo las demandas del presente y los ideales pretéritos como una estrategia de rehabilitación  momentánea de la tradición fenecida. 

 

Pablo Barriga (Ecuador). Mordaza a la cultura, Quito, 1993

 

En 1993 Pablo Barriga (Quito, 1949) cubrió con bandas de tela blanca y cinta adhesiva el busto del intelectual y político lojano Benjamín Carrión  (1897-1979), en repudio a la política de privatización que afectaría los ingresos la Casa de la Cultura Ecuatoriana en Quito,  institución fundada por el propio Carrión en 1944.  Durante la acción, titulada Mordaza a la cultura, el artista permaneció con el rostro pintado de blanco, mientras envolvía la escultura, a la cual accedió con la ayuda de cuatro escritorios colocados en torno a la pieza. Este gesto de protesta pone de relieve la manera en que los intereses económicos de la época amenazaban con eclipsar el sueño de Carrión de convertir al Ecuador en  “una gran potencia de la cultura”.

Se desprende de la propuesta anterior que cuando se realiza una intervención artística sobre alguna estatua, ello no ocurre por azar o capricho, sino de acuerdo a la relevancia del personaje y en función de la idea que se quiere transmitir. El caso más emblemático es el de las propuestas que tienen como objeto los monumentos de Simón Bolívar[8] (Caracas, 1783​​-Santa Marta, 1830), considerado padre de la independencia latinoamericana y, a menudo, la figura expiatoria de múltiples malestares. Ejemplo de ello son algunos trabajos de Deborah Castillo, Érika Ordosgoitti y Carlos Castro –tres artistas vinculados al lenguaje performático— que han logrado inscribir gestos críticos sobre el bronce inmortal que rememora la fisionomía del Libertador.

 

Déborah Castillo (Venezuela). Sigo siendo el rey, DF, 2012

 

Déborah Castillo (Caracas, 1971)  en la video acción  Sigo siendo el rey (2012) le canta una serenata con mariachis a la estatua ecuestre del prócer, réplica en bronce del original del escultor italiano Pietro Canonica (1869-1959), donada por la República de Venezuela y ubicada en 1976 en la intersección de las calles de Violeta, Pedro Moreno y Soto en el DF mexicano. Aquí Bolívar es interpelado con guitarras, violines y trompetas,  no como el líder magnánimo que recoge la historia sino como un caudillo que —parafraseando la canción del compositor mexicano José Alfredo Jiménez— hace siempre lo quiere y cuya palabra es la ley.

 

Érika Ordosgoitti (Venezuela). Intervención monumental, Plaza Bolívar de Barquisimeto. 2012

 

A partir de un procedimiento denominado foto asalto Érika Ordosgoitti (Caracas, 1980) desafía el aura de solemnidad que distingue los monumentos urbanos con acciones sorpresivas en las que debe sortear la incomprensión ciudadana y la persecución policial. Acompañada de algunos cómplices y colaboradores, la artista confronta su cuerpo desnudo contra la materia liza de las estatuas ante la mirada incrédula de los transeúntes. En su Intervención monumental (2012) aparece encaramada en la estatua de Simón Bolívar en el Centro Histórico de Barquisimeto, desprovista de ropa alguna, sosteniendo un teléfono móvil en una de sus manos y apoyada con la otra en una de las patas del caballo donde cabalga el legendario jinete de bronce.  

 

Carlos Castro (Colombia). El que no sufre no vive, Bogotá, 2010

 

En 2010 Carlos Castro (Bogotá, 1976) colocó una réplica en pan de la estatua de El Libertador en la Plaza de Bolívar en Bogotá. Las palomas degustaron el manjar de manera ininterrumpida, picoteando y digiriendo su cráneo, hombros, espalda y rostro, evento que quedó registrado en la video acción El que no sufre no vive (2010). Sobre el propósito de esta clase de operaciones el artista subrayó:  “la intención es que el espectador vea esas esculturas ya existentes y conocidas en un modo nuevo, que le vea otro significado”[9].

Además de las estatuas de Bolívar —el más aclamado y cuestionado entre los titanes del hemisferio— hay otras esculturas de personajes ilustres que han sido blanco frecuente de intervenciones artísticas. La intención es casi siempre de carácter crítico, aunque las estrategias varían según el autor y el país. 

 

Diego Masi (Uruguay). Imagen temporal. Asunción, Paraguay, 2015

 

Entre el 1 y el 31 de octubre de 2015, Diego Masi (Montevideo, 1965) desarrolló el proyecto Imagen Temporal en el marco de la Bienal Internacional de Asunción, Paraguay. La propuesta consistió en una intervención lumínica y sonora sobre la escultura de José Gervasio Artigas (Montevideo, 1764- Asunción, 1850) instalada en 2002 en la Plaza Uruguaya de Asunción, Paraguay, réplica de la original concebida por Juan Luis Blanes (Montevideo, 1856-1895) y realizada entre 1894 y 1898. El proyecto concentra su foco en el sombrero del prócer, cuyo interior irradia una luz blanca intermitente que, según el artista “(…)  se transforma en una suerte de llamador desesperado, que (…)  busca recuperar temporalmente el dialogo con las nuevas generaciones. Ahora con esta modificación lumínica y sonora se intenta desdramatizar y reducir la solemnidad que traen estas esculturas (…)”.[10] Varias son las circunstancias que se cruzan en esta intervención: Juan Luis Blanes, el autor de la pieza, falleció antes de culminarla en un accidente automovilístico, por lo que correspondió a su padre la concreción de la misma. Artigas, por su lado, activo protagonista del independentismo y las ideas federalistas, vivió en Paraguay un largo exilio hasta su fallecimiento. Visto desde el presente, la intervención de Masi pone en discusión las nociones de historia y territorio, así como su impacto en el imaginario social.  

 

Martín Gusinde. Ceremonia del Hain de los indios Selk’nam, Tierra del Fuego, 1923  / Enrique Matthey (Chile). La resurrección de los muertos, Santiago de Chile, 2015

 

Curiosamente, otra réplica del monumento a José Gervasio Artigas ubicada en Santiago de Chile también fue objeto de una intervención artística en 2015 como parte del proyecto La resurrección de los muertos llevado a cabo por el chileno Enrique Matthey (Santiago, 1954), quien cubrió con cinta adhesiva 24 estatuas –entre ellas, las de Andrés Bello, Pedro Valdivia y Bernardo O`Higgins- recreando sobre estas los diseños del pueblo selknam en un ejercicio de yuxtaposición histórica y cultural, donde se advierten los signos de la dominación colonial y genocidio. “Cuando hablo de que resuciten estos monumentos –dice Matthey-  me refiero precisamente a volver visible aquello que por el hábito se ha vuelto invisible. Que se vuelva a percibir, a revivir, a salir de la rutina y a recobrar la capacidad de asombro que se ha neutralizado, anestesiado, adormecido, si es que no muerto”[11].

 

III

 

Antimonumentos, Paseo La Reforma, DF, México: +43, 2015, 49 ABC, 2017, +65, 2018

 

Fuera ya del ámbito de los monumentos tradicionales, pero desafiando sus predios, se encuentran los anti monumentos erigidos entre 2014 y 2017 en el céntrico Paseo de la Reforma del DF mexicano. Allí, donde se emplazan los monumentos a Colón, Cuautemoc y el Ángel de la Independencia, activistas y familiares antiviolencia han colocado piezas recordatorias por los muertos y desaparecidos en circunstancias no debidamente aclaradas por las autoridades como los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, los 49 niños de la Guardería ABC, los 65 mineros víctimas del derrumbamiento en Pasta de Conchos, Coauhila, y los 2 jóvenes desaparecidos —David y Miguel— en 2012. Facturadas con metal y pintura, las piezas resultan de la combinación de números, letras y el signo +, que refiere al incremento aritmético de los fallecidos y también a su implicación luctuosa. No semejan cuerpos reconocibles ni enaltecen algún personaje ilustre; solo son un conteo persistente que busca visibilizar a los ausentes y contrarrestar la impunidad, justo dentro del mismo perímetro donde las estatuas tutelares de la nación mexicana intentan recordar infructuosamente la probidad y la rectitud ciudadana.  

Aparte de esto, son frecuentes las intervenciones espontáneas, como las manchas de pintura y letreros sobre el monumento a Lincoln en Washington en 2013 y 2017, la capucha al monumento de José Martí en Chacaíto, Caracas en 2017, el enmascaramiento de la estatua de Andrés Bello en Santiago de Chile en 2011 y el grafiti de Bambi en la base del monumento a Antonio Maceo en la Habana en 2018. Generalmente, estas acciones son catalogadas como “actos vandálicos” por las autoridades, aunque las circunstancias en las que ocurren estos eventos, sugieren alguna intencionalidad política no siempre reivindicada por algún individuo o grupo.

 

IV

En general, las acciones e intervenciones artísticas en monumentos tradicionales están enmarcadas dentro de una corriente revisión crítica de la historia y de la manera en que esta impacta el presente. Cuestionan el uso demagógico del pasado para justificar políticas y acciones indecorosas que dañan o condicionan el bienestar colectivo. Para tal fin, interfieren la rutina diaria y deconstruyen los estereotipos simbólicos que promueven el verticalismo y la obediencia, brindando alternativas de contestación cívica.

 

Iván Candeo (Venezuela). José Martí. Serie Monturas ecuestres, 2011

 

Pedestres o a caballo, un enjambre de estatuas parece avanzar por la historia, rigiendo el curso de los acontecimientos, demarcando encrucijadas, redireccionamientos y puntos de llegada. Su andar es ficticio, alegórico, como el movimiento de los personajes en el cine, aun cuando solo son imágenes fijas. El venezolano Iván Candeo (Caracas, 1983) ha confrontado la paradoja de la fijeza y el movimiento  a partir de la relación entre la narrativa histórica, el discurso cinemático y la estatuaria pública en la serie Monturas ecuestres (2011), consistente en la reproducción pictórica de fotografías de monumentos que parecen despegarse de sus pedestales. Las patas de los caballos están suspendidas en el aire, como las imágenes filmadas  por Edward Muybridge en 1897, fenómeno que en la escultura contradice el principio de la gravedad. De esta manera, la cabalgata de los monumentos  no tiene sustento físico ni lógico, excepto su ilusoria marcha hacia un porvenir  promisorio. 

Contrariamente a lo que se espera de los monumentos conmemorativos, nada permanece intacto; todo está sujeto a cambio, incluso las imperturbables estatuas que fueron concebidas para perdurar. En tal sentido, no hay razón para amarrarse a los íconos del pasado, especialmente cuando estos suponen atavismos de dudosa ejemplaridad que requieren ser refutados o actualizados. No sé los puede evadir, pero si dialogar con ellos, darles un nuevo cometido para que, por fin, puedan hablar sobre aquello que si les interesa a todos. Las propuestas comentadas, ofrecen un ángulo diferente de la historia, introduciendo la óptica de los mortales que deben lidiar día a día con una realidad incongruente. Es decir, hacen ver la fisura que hay entre la fijeza de las estatuas y la impermanencia de los ideales que representan.

 

Cuenca, Ecuador, mayo de 2018

 


[1] Este texto se basa en una serie de reflexiones previas sobre la estatuaria pública. Cfr. Suazo, Félix. De los héroes de bronce a los ídolos publicitarios. Un recorrido por Caracas (2000) http://visualidadcontemporanea.blogspot.com/2008/09/de-los-hroes-de-bronce-los-dolos.html . También: Suazo, Félix. Usos políticos de la memoria. Devoción, desdén y asedio de las estatuas (2004-2005) http://visualidadcontemporanea.blogspot.com/2008/09/usos-polticos-de-la-memoria-devocin.html . Además: Suazo, Félix. Hacer lugar: escultura y territorio en Latinoamérica  http://www.revistasexcelencias.com/arte-por-excelencias/editorial-15/hacer-lugar-escultura-y-territorio-en-latinoamerica  

[2] En medio de las protestas antigubernamentales que tuvieron lugar en Venezuela entre abril y julio de 2017, la Asociación de Cubanas y Cubanos Residentes en Venezuela (Accreven) rechazó la colocación de una capucha a la estatua de José Martí en Chacaíto, Caracas, calificándola de “acción vandálica”. Cfr. Rechazan “acción vandálica” contra estatua de José Martí en Caracas. 29 de mayo de 2017. https://www.cubanet.org/venezuela/rechazan-accion-vandalica-contra-estatua-de-marti-en-caracas/

[3] Según reporta el diario la Reforma de México, en 2017 las estatuas de Emiliano Zapata, José María Morelos, María Félix, “La Doña”, Francisco Gabilondo Soler y  “Cri-Cri” en Cuernavaca, fueron víctimas de las bandas dedicadas al robo de bronce en esta ciudad. También corrió la misma suerte una estatua de Bolívar donada por la Embajada de Venezuela en México. La Reforma, 29 de diciembre de 2017 https://www.reforma.com/aplicacioneslibre/preacceso/articulo/default.aspx?id=1288914&v=4&fuente=md&urlredirect=https://www.reforma.com/aplicaciones/articulo/default.aspx?Id=1288914&v=4&Fuente=MD   Ese mismo año robaron por tercera vez la placa de la estatua de Morelos en Veracruz. La Opinión, 30 de agosto de 2017 http://www.laopinion.net/roban-placa-estatua-morelos-veracruz/

[4] En 2016 se reportó que la estatua de Abraham Lincoln en Washington estaba siendo invadida por una película bacterial,  producto de la erosión ocasionada por la lluvia. Cfr. Invasión bacteriana en monumento a Lincoln. 11 de agosto de 2016 https://www.voanoticias.com/a/eeuu-washington-monumento-lincoln-biofilme-/3460873.html

[5] En Buenos Aires, Argentina, treinta escultores, artesanos y administrativos están a cargo de unas 2300 obras de arte público emplazadas en la ciudad, ocupándose de la restauración y reparación de los daños ocasionados por el vandalismo. Cfr. Porta, Mari Sol. Hospital de estatuas: la casa del equipo de artesanos que cura el patrimonio porteño. clarin.com, 07-10-2016 https://www.clarin.com/ciudades/hospital-estatuas-artesanos-patrimonio-porteno_0_SJjtnaHA.html

[6] En 2016 fue robada por quinta vez la espada de la estatua del general dominicano Máximo Gómez, líder militar de la guerra de independencia cubana. La pieza, ubicada en esquina John F. Kennedy desde fines de la década de 1990, fue profanada dos veces en 2004, una en 2006 y otra en 2011. Cfr Roban otra vez espada estatua Máximo Gómez. 18 de abril de 2016 http://elnacional.com.do/roban-otra-vez-espada-estatua-maximo-gomez/

[7] Cfr. Cristóbal Colón cogió piso. Últimas Noticias. Caracas, miércoles 13 de octubre de 2004 p.p. 1 y 2. Ver también: El día de la resistencia terminó con el robo de la estatua de Colón. El Nacional. Caracas, miércoles 13 de octubre de 2004. P B-10.

[8] Cfr. Rafael Pineda. Las estatuas de Simón Bolívar en el mundo. Centro Simón Bolívar, Caracas, 1983

[9] Carlos Castro. En: Sandra Fernández. Fragmentos y metáforas de las cosas muertas. 6 de abril de 2017 https://www.elespectador.com/noticias/cultura/fragmentos-y-metaforas-de-las-cosas-muertas-articulo-688162

[10] Cfr. Diego Masi. Imagen temporal. Bienal Internacional de Asunción. http://diegomasi.blogspot.com/p/intervenciones-urbanas_01.html

[11] Enrique Matthey: la intervención cumplió su objetivo completamente. Facultad de Artes. Universidad de Chile, martes 24 de marzo de 2015.

http://www.artes.uchile.cl/noticias/110094/enrique-matthey-la-intervencion-cumplio-su-objetivo-absolutamente

 

Agradecemos a Félix Suazo por este documento.

 

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