Por Sonia Casanova
Esta entrevista está dedicada por el artista a su tatarabuelo, Coronel Manuel María Obregón Luque, “nacido en Barinas, Venezuela, quien hizo toda la campaña del Libertador, veinte años, desde la Campaña de Coro en 1810, hasta las batallas de Boyacá, Pichincha y Ayacucho, siendo condecorado con los respectivos emblemas de las mismas”.
Roberto Obregón es uno de los artistas que nos representa este año en la 47ava edición de la Bienal de Arte de Venecia, gracias a una acertada selección del jurado basada en su trayectoria artística y en la vigencia de su obra actual. Obregón ha dedicado ventidos años de su vida a trabajar la temática de la rosa. La rosa diseccionada, pintada, dibujada, fotografiada, en serigrafías, acuarelas, grabados, en instalaciones, son manifestaciones del desarrollo coherente de un lenguaje artístico basado en este único elemento y llevado hasta sus límites; lenguaje inagotable donde los pétalos de las rosas devienen en caracteres que hablan de las personas y las experiencias.
El acercamiento sensible a la rosa como elemento artístico ha desencadenado en un interés profundo por el elemento natural, por lo que Obregón ha creado un sistema de estudio muy personal que lo lleva a definirse como “botánico empírico”. Otras definiciones que da el artista sobre sí mismo son como Hilly Billy, hombre de campo, no urbano, que reside en Tarma, cerca de El Junquito, aunque su depurada estética nos indique el conocimiento de las teorías y movimientos del arte contemporáneo y un interés particular por los elementos del arte Pop. Igualmente se reconoce como maracucho, que vivió en esa ciudad entre los seis y los veinte años, luego en Caracas, y que la circunstancia de su nacimiento en el país es un azar. Sólo en Venezuela ha podido desarrollarse como creador, y por ello dedica este artículo a sui bisabuelo, barinés y héroe de la Independencia.
Nos encontramos ante un personaje sencillo de pensamiento complejo, que nos habla de las familias de plantas que ha llegado a reconocer, del cultivo de flores, del arte contemporáneo, de su colaboración creativa con otro reconocido artista contemporáneo, Alfred Wenemoser (reciente ganador de la beca PS1), con quien trabaja las instalaciones en el espacio, con fluidez y conocimiento, y también con cierta ironía.
¿Cómo fue el proceso de selección para la Bienal de Arte de Venecia? ¿Presentaste una propuesta?
Eso es un misterio. Hubo una comisión que se reunió tardíamente, porque recibieron la invitación tardíamente. Luis Enrique Pérez-Oramas, quien conoce mi trabajo, me propuso a mí solo, y por supuesto nadie le hizo caso. Pero Anna Gradowska, apoyándose en la proposición de Pérez Oramas, redactó un documento, con ocho citas célebres, donde proponía a Rolando Peña y a mí, y fue aprobado. Yo estaba en Tarma, no sabía nada, me sorprendí el lunes cuando salió en el periódico. En un primer momento dije que no iba, pero la gente a mi alrededor me convenció para cambiar de decisión.
Inmediatamente elaboré una proposición en relación al espacio con Alfred Wenemoser, con quien tengo diez años trabajando a todo nivel. Seguimos las mismas ideas. Es una disección alrededor de todo el espacio, como un friso muy alto, a cuatro metros del suelo, con un elemento central que es como una urna o vitrina que contiene un libro con disecciones reales (fig.1).
¿Puedes describir un poco más la obra, qué materiales utilizas?
Los petálos son Durasol, que es como un caucho sintético. Los llevo desde aquí, y allá los colocaré sobre una cuadrícula de estambre rojo. El estambre rojo lo comencé a usar en el 84, cuando hice una exposición llamada Alternativa 1. Voy a retomar el estambre, que tiene mucho que ver con lo artesanal de mi trabajo, en lugar del tiralíneas de albañil que usé, por ejemplo, en la exposición Uno, Dos, Tres, Cuatro. Además del carácter artesanal, eso el estambre también como homenaje a Lucas Samaras, quien ha hecho maravillas con el mismo. Samaras dice que él no hace arte, que hace cosas, y siento que de alguna manera yo también hago cosas, no arte.
La obra está basada en una pieza que pertenece a la Galería de Arte Nacional. Es una pieza grande, (fi2) que estuvo expuesta en Adquisiciones Recientes de la GAN, y que fue hecha en un principio para un proyecto de Michael Mezzatesta, de la Duke University. Responde al concepto de instalación clandestina, que consiste en apoderarse de un espacio, montar la obra, fotografiarla y llevársela. Es una obra importante, y está basada en una rosa del 75 a la que llamo ADN, es decir, Agua de Nieve. Voy a reinstalar la pieza de la GAN, presentada de una manera mucho más horizontal. La portada de ESTILO es un pétalo de esa instalación.
Donde tuvimos dificultades fue en conceder las medidas reales del espacio, porque nadie las tiene y porque ha sido demasiado intervenido. Nos estamos basando en unas tomó Platone cuando expuso Pacheco Rivas. Obviamente, tendremos que improvisar in situ.
En un catálogo de 1967, de la Galería XX2, de una exposición de obras figurativas, decías estar “buscando un lenguaje, no un estilo”. ¿Encontraste ese lenguaje a través de las flores?
De las rosas siempre rosas, sólo rosas. Esa fue mi primera exposición. Yo creo haber establecido un lenguaje y, es más, llego a la pretensión de creer que cada una de esas formas es un carácter.
¿Cuándo comienzas a trabajar la rosa?
Entre 1975 y 76 empecé a hacer simultáneamente registros fotográficos de secuencias de rosas, acuarelas y flores de papel, aunque antes las había pintado.
Una de las cosas que me llama la atención respecto al arte es que debe estar dirigido de alguna manera a sensibilizar el ojo, y a través de mi búsqueda en relación al entorno botánico, lo que disfruto mucho, sobre todo viviendo como vivo yo, en el monte.
¿Por diseccionar, pintar, fotografiar, dibujar rosas llegaste a tener un conocimiento botánico de las mismas?
Cuando Luis Angel Duque fue por primera vez en Tarma me preguntó qué era yo, y le respondí que era un botánico empírico. He desarrollado una sistemática muy personal en relación al trabajo. Hago dibujos de plantas tropicales, y luego las reconozco y las nombro a través de libros como Flores de Caracas y Flores de El Avila. Ya hay familias que reconocen, las Hypomeas, que son como campanitas y crecen desde la costa hasta las zonas más altas de la Colonia Tovar.
¿Y haces dibujos artísticos a partir de las plantas que observas?
No, es un disfrute visual, lo que hago son apuntes botánicos. Tengo pretensiones de tener colecciones de plantas en mi casa. Tengo varias cartáceas, y unas que se llaman sansivieiras, llamada también lenguas de suegra, que son largas y muy corrientes, de origen africano.
Has desarrollado el conocimiento botánico y experiencias artísticas sobre las rosas hasta sus límites.
Sí. Es algo obsesivo, pero yo soy obsesivo. En un sentido me relaciono con Warhol pero haciendo todo lo contrario. Warhol repite el mismo módulo, las sopas Campbell, y yo las rosas, con la diferencia de que la rosa siempre es distinta. Compartimos el mismo grado de obsesión. El otro día me pidieron una frase para internet, para la Bienal de Venecia y, basado en una idea de Lourdes Blanco, dije que tengo 51 años, 22 de ellos dedicados a la rosa, y que poco a poco me he convertido en el hombre de la rosa.
Yo quiero la posesión total, llegar a lo genético, ver y retratar genes de rosas. Y trabajar con rosas botánicas, por lo que tendría que irme a Londres o a los Estados Unidos. Las rosas botánicas son las silvestres, que se dan por sí solas; las demás son hibridación e invento comercial. Las silvestres son muy sencillas, tienen cuatro o cinco pétalos.
¿Utilizas la rosa como símbolo?
La rosa es un símbolo universal, y es difícil de trabajar como tal. En una entrevista que me hicieron en el marco de la exposición Ccs-10 decía que imaginaba al hombre del Paleolítico con un perro y un jardín de rosas. Eso es verdad, por las rosas tienen como 40 millones de años sobre la tierra, son anteriores al hombre, y siempre han estado ligadas a ritos funerarios o a dioses.
Yo me replanteo el tema de las rosa como un flamenco del siglo XVII. En Ambers. Alfred y yo hicimos una obra tan espeluznante que la gente se sentía afectada al pasarla. Era un vanitas.
Existe también la sublimación. Para mí, la rosa es femenina, y cuando hago disecciones de flores reales, con pétalos reales, me transformo en un ginecólogo; cuando las disecciones son a otra escala y con materiales industriales soy como un carnicero. De alguna manera, hay una sublimación sexual a través de la rosa.
¿Siempre trabajas tus instalaciones en conjunto con Alfred Wenemoser?
Hay una técnica de medidas y proporciones que no manejo, que por lo general manejan o bien Wenemoser, o Santana o Sotillo. Siempre hay alguien, y yo creo, como cree Barthes, que la creación es un asunto de combinatoria. Es mentira que uno trabaja únicamente porque Dios lo inspira, siempre hay ideas de los demás, una combinatoria. Uno es un ser vivo que recibe información y ayuda de todo el mundo. Si estoy vivo, es porque la gente me ha dado lo mejor de sí.
La idea de Barthes la tomé de un ensayo sobre el Marqués de Sade, en el que expone que la sociedad, por un mito romántico, cree que la creación es una cosa única, sublime, cuando en realidad es una combinatoria. Es lo único que he leído de Barthes porque lo detesto. Yo a doro a Foucault.
Quisiera mencionar a los coleccionistas que me han apoyado como, por ejemplo, Ignacio Oberto, quien ha promocionado mi trabajo y lo ha dado a conocer a través de su colección. Alfonso Pons y Patricia Phelps también han adquirido algunas obras fundamentales.
¿Trabajas en series?
He hecho muchas series. Comencé las acuarelas sobre papel (fig. 3) en 1975; las mostré primero en la Sala Mendoza y las continué trabajando hasta que las expuse en 1982 en el Museo de Bellas Artes. De los collages (fig 4) hice dos series, una en 1985 y otra en 1986.
¿Titulas las obras según la serie a la que pertenecen?
Ahora les pongo nombres de mujeres abreviados. ADM, de 1990 (fig. 5), quiere decir Agua de Mar, y responde a una experiencia en la que pintaba con agua de mar, de río, de lluvia. Hice una exposición llamada Agua como ciclo.
ELEERRE (fig. 6) es de 1979, pertenece a los collages, y es el punto de partida para una serie que desarrollé posteriormente llamada Niágara, que es biográfica y en la que he estado trabajo últimamente.
¿Qué significan los signos que aparecen en las obras de la serie “Niágara”?
Como dije, la serie comienza en 1979 con ELEERRE, y la simplifico y desarrollo a otro nivel. Hay signos zodiacales. En otros países los signos astrológicos se consideran folklóricos, de manera que desde el punto de vista de la comunicación son pop. También están las iniciales con siluetas rosas botánicas; Campbell es una referencia a Warhol. Incorporo propagandas, y nombres de rosas en otro idioma. Me interesa lo emblemático.
Las obras de la serie Niágara (figs. 7 y 8) están divididas. Las rosas en la parte superior son como cosas sublimadas, es como el cielo, y en la tierra es donde se desarrolla la vida y están los personajes.
Me faltan dos obras de la serie Niágara para completar seis que serán expuestas en el MAO el próximo año. Quisiera hacer un Niágara N. 2 en los Estados Unidos, con personajes esencialmente latinoamericanos. Me interesan Eva Duarte e Isaías Medina Angarita; estoy estudiando la emblemática referida a ellos.
La serie Niágara tiene carácter biográfico. Yo quisiera hacer un programa de computadoras donde saliera toda la gente que me rodea, como un casting universal. En serie, es la única solución. Un programa donde los perfiles vayan cambiando. Sería mi biografía a través de las personas que me rodean, de los mitos y de ese tipo de cosas.
¿Qué planes tienes a futuro?
Para Estambul tengo una nueva obra sobre La rosa enferma, con una rosa del mismo origen, obsequio de Luis Salmerón, pero esta no está carcomida. Pienso hacer una obra muy alta, con una especie de reclinatorio con el poema de William Blake sobre la rosa enferma.
Me gustaría trabajar en clasificación botánica, pero el nivel científico es muy estresante, tienes que estar publicando rápido, antes que te adelanten.
Una acción Warholiana que logré recientemente ha sido registra comercialmente ROBERTO OBREGÓN en letra gótica, junto a la silueta de una rosa. Eso es mío. Alfred me quiere comprar el nombre para pagarme regalías.
¿De manera que vas a seguir trabajando sobre la rosa?
Sí, porque además no me queda mucho tiempo. Me quedan como veinte años, y ¿qué puedo inventar en veinte años?-
Publicado originalmente en la revista ESTILO Año 8. N. 31. 1997