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BEHIND THE SCENES DE UN POEMA/ACCIÓN O BIOINSTALACIÓN

Pedro Marrero @torojones_

10 de julio de 2019

 

 

                               Patético. Adjetivo. Que denota gran angustia o padecimiento moral, capaces de  

conmover profundamente y agitar el ánimo con violencia.

 

 

“Porque algún día se va a abrir esta trampa mortal

Pero hasta entonces llevarás en tu cara una sombra

Y no presumas más de ser un humano normal

Y no te hagas mas el gil que el defecto te nombra.”

-Charly García, Bancate ese defecto.

 

 

I. El siguiente texto sirvió de contextualización y conceptualización para un ejercicio de arte de acción concebido para la actividad colectiva de cierre del taller “Performatividad Social” facilitado por el artista Raúl Rodríguez como parte de su proyecto Portaespacios en el Centro de Arte Los Galpones. Esta actividad tuvo lugar el 11 de julio de 2019 en el G17, donde coparticipé con Diana Leal, Nicole Crespo, Cori de Veer y Alejandro Torrealba, con registro de María Emilia Castellet.

En mi acción, me acosté sobre los posabrazos de mi silla de ruedas con el cuerpo descubierto y leí un texto de mi autoría cada vez que alguien dejaba una moneda en una lata colocada sobre la plataforma donde habitualmente descansan mis pies. Ubicado en un cubículo improvisado en la sala como una evocación de los penny gaffs donde se exhibían rarezas antaño, cuatro fotos de Joseph Merrick desnudo o semidesnudo fueron proyectadas sobre mí y el resto de los elementos.

 

Pedro Marrero durante el desarrollo de su poema/acción. Imagen de Gabriela García

 

Pedro Marrero comenzando su acción como participante del Taller Performatividad Social dictado por Raúl Rodríguez en Los Galpones,. Still de Eric Mejicano, 2019

 

II. En 1965 Joseph Beuys ejecutó su acción “Cómo explicar los cuadros a una liebre muerta” en una galería de arte en Dusseldorf. Sosteniendo el cadáver del animal, y ataviado como chamán contemporáneo, Beuys interpela al mudo cuerpo y expresa sus preocupaciones, dudas y esperanzas sobre el concepto de arte. Es uno de los ejemplos más conocidos de la dimensión del lenguaje en el arte de acción. Si el arte conceptual se nutrió de la lingüística para constituirse, el arte de acción, quizás un subproducto de la ola del conceptualismo –¿acaso no es el cuerpo un ready-made?- por una limitada concepción del cuerpo y la acción, ha sido más tímido a la hora de servirse de la palabra que sus parientes objetuales. Lo curioso de la intervención de Beuys es que pretende ser autocontenida y ajena: un personaje no-ordinario parece comunicarse con el más allá del arte por medio de una liebre muerta, y los que se encuentran presentes ven y escuchan como fisgones, como si no hubieran sido invitados. 

 

Joseph Beuys

 

En 1968 Valie Export cortó el entrepierna de uno de sus pantalones de manera que su vulva quedara expuesta al ponérselos. Vestida así, se metió en una función de cine en Munich y caminó entre las butacas enfrentando a los inadvertidos asistentes a sus genitales a la altura de sus rostros. A esta acción la denominó “Pánico Genital,” y con la misma quería cuestionar el uso abstracto y aséptico del cuerpo femenino como objeto de deseo en el cine, contraponiéndolo a un cuerpo de carne, hueso y pelo de una mujer en humanidad y presencia. Al contrario de Beuys, Valie Export es la que funge como no invitada, y en lugar de ser fisgoneada por los que la rodean, ella los interrumpe, los importuna con la materialidad de su anatomía y todas las sanciones proyectadas sobre el cuerpo de la mujer.

 

Valerie Export

 

Estos son los principales referentes que me vinieron a la mente al concebir el poema/acción o bioinstalación que titulo “Exorcizar es un verbo,” en el que tomo nociones de las que se ocupa Judith Butler en su libro “Lenguaje excitable, políticas de lo performativo” publicado en 1997, en el que trata de demostrar que el acto verbal es otro de los gestos del cuerpo, que decir es un acto corporal con consecuencias que van más allá de la lingüística. 

Mi búsqueda de “hablar” desde mi cuerpo como una encarnación de los cuerpos no-normados en su diversidad, reaccionando al misticismo de Beuys y a la desafiante vulnerabilidad de Valie Export, e inspirada por esta idea que me llegó de Butler  (quien la toma a su vez de J.L. Austin), finalmente encontró qué hacer con la insistente imagen de Joseph Merrick (1862-1890), personaje inglés que se dio a conocer como “El Hombre Elefante” por sus  severas e incapacitantes deformidades, quien para sobrevivir no tuvo otra opción que venderse a itinerantes exhibiciones de “fenómenos de la naturaleza” (freaks), muy en boga en la Inglaterra victoriana. Según mi revisión de la biografía de Merrick, y en esto coincide la versión expresionista de su vida que lleva a la pantalla David Lynch en su película de 1980, la verdadera “pérdida” de la humanidad de este personaje se consolida a medida que pierde la facultad de comunicarse. Si Stephen Hawking, también inglés, hubiera nacido en aquella época, por razones tecnológicas y culturales jamás habría podido tener la agencia para comunicar su genio científico, que es lo que ha terminado definiéndolo, y no su condición física, al menos en el ámbito en el que importa, que no en la utilización tendenciosa de su imagen. Pensando en esto quise que mi liebre muerta fuera Joseph Merrick, quise ponerme en su piel para sufrir su vejación y responder en nombre de todos los que no han podido responder, desde la admisión de que como persona con discapacidad he tenido privilegios de clase que no son la norma en medio de una sociedad que todavía margina, invisibiliza y cierra puertas. En esto me dio fuerzas otro pasaje de Butler que habla del insulto como interpelación y la potencialidad para responder al acto del cuerpo que es la injuria con otro acto del cuerpo, el de la voz que replica.

 

Joseph Merrick 

 

“Uno no queda necesariamente adherido al insulto con el cual se le hace referencia. Al ser insultado, uno es disminuido y señalado. Pero el insulto supone otra posibilidad también: al ser insultado, uno tiene la paradójica posibilidad de existir socialmente, iniciado en una vida temporal del lenguaje que excede los propósitos originales del insulto. Así, el verbo injurioso puede parecer controlar o paralizar a su blanco, pero también puede producir una inesperada y potente respuesta. Si cualquier nombrar es una interpelación, entonces los términos peyorativos incluyen el riesgo de inaugurar a un sujeto verbal que usa el lenguaje para responder a la injuria.”

-Judith Butler, “Excitable Speech: A Politics of the Performative.

Así como Kara Walker [Harper’s Pictorial History of the Civil War (Annotated), 2005] intervino un libro ilustrado sobre la Guerra Civil Estadounidense con sus siluetas estereotípicamente étnicas para cuestionar la historiografía y el imaginario hegemónico sobre el negro en la épica fundacional de ese país que significó aquel enfrentamiento fraternal, quizás más determinante (si no política, anímicamente para la invención de los Estados Unidos que su independencia del Imperio Británico), yo quise remitirme a Merrick como prócer olvidado de la causa de las personas con discapacidad, causa a la que estoy adscrito por mi propia condición corporal –tengo distrofia muscular- y de la que he sido partícipe desde el activismo al menos desde 2014, para trascender mi individualidad y subjetividad –trascenderla, no extirparla- invocando a Merrick como un médium, como un exorcista, y usando mi verbo para reivindicarlo y cuestionar los avances de un colectivo marginado entre marginados y sistemáticamente, de acuerdo con Foucault, desde la instauración del biopoder de la mano de la institucionalización de la medicina y su emergencia como nuevo dogma normativo en el siglo XVIII (Foucault y el Gobierno de la Discapacidad. Varios autores, 2015.)

 

Kara Walker

 

Como Walker, necesito referirme a la historia del colectivo marginado al que pertenezco (incluso tengo un carnet emitido por el estado y sancionado por expertos médicos) –el colectivo de los cuerpos ilegibles, diría Butler- para poder decir lo que necesito decir. Por eso, proyecto la imagen de Joseph Merrick fotografiado originalmente para ser exhibido de manera injuriosa, sobre mi propio cuerpo constituido en escultura sobre el pedestal ready-made de mi silla de ruedas, el signo que me distingue entre los transeúntes. Si todo insulto, toda comparación con las bestias (hombre elefante), volviendo a Butler, “descoloca” a su blanco (“Ser atacado a través del verbo es sufrir una pérdida de contexto, es decir, no saber dónde se está”), yo me acomodo sobre mi silla de una manera que nada tiene que ver con su uso regular, y me parezco más a una pietá, yaciendo en los compasivos posabrazos de mi prótesis robótica, y es desde esa postura patética desde la que ejecuto un acto corporal y político diciendo:

“Exorcizar es un verbo

¿Estamos de nuevo en el tiempo de los espectáculos de fenómenos de circo? ¿Seguimos en la era de la diferencia como espectáculo? Será remunerado ser un ilegible, un inconcebible, todo por un rato poniendo el cuerpo frente a los ojos del ciudadano común, del espécimen común, el que otorga permiso de existencia con visa de talento especial. Hasta que hablo y ejecuto el yo inconforme aunque asumido avatar de la condición infrahumana, del exceso amenazante de lo fracturado, lo lisiado, lo  excepcional. Indócil me expongo en el mismo lugar donde los antiguos próceres soportaron vejámenes a cambio de monedas de la más baja  denominación.”

 

Pedro Marrero en medio de la acción en el G17 de Los Galpones, 2019. Imagen de George Lavarca

 

 

Dinero recibido luego de finalizada la acción en Los Galpones, 2019. Imagen de Pedro Marrero

 

Gracias a Pedro Marrero torojones_ por este documento.

 

 

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