El tiempo tiende a olvidar. Dianora Pérez Montilla y Jesús Briceño

« […] un tiempo puro, al que no puede asignarse fecha, que no está presente en nuestro mundo de imágenes, simulacros y reconstituciones, que no se ubica en nuestro mundo violento, un mundo cuyos cascotes, faltos de tiempo, no logran ya convertirse en ruinas.

Es un tiempo perdido, cuya recuperación compete al arte.»

Marc Auge: Tiempo en ruinas, 2003

 

 

El pasado domingo 24 de Noviembre inauguró en Espacio Proyecto Libertad “El tiempo tiende a olvidar”, una exposición que reúne obras de los artistas Dianora Pérez-Montilla y Jesús Briceño en un espacio dialogal, en el que retratos, restos, libros y palabras dan testimonio de un tiempo, fugitivo, “puro”, en palabras de su curadora Elizabeth Marín.

Nuestra compleja relación con el pasado y el presente tiende a dejar de lado a las memorias visibles y a los hechos que nos violentan como sociedad, dentro de tiempos volátiles, casi inservibles, de los que solo poseemos rastros, escasos recuerdos, que aun así llaman nuestra atención, pues caminamos entre lo que queda, entro lo que ha sido degradado de nuestra materia espiritual y humana.

Sin embargo, hay en esta atención un tiempo que se redime, un tiempo puro, que le corresponde al arte, en su comunicabilidad, rescatar. Un tiempo que pareciera perdido, pero latente, un tiempo que al no ser sacado de su silencio se tiende a olvidar. De allí, que surja la necesidad de la presencia del tiempo puro que aparece en dos maneras de narrar nuestro pasado/presente en simultáneo.

Dos maneras de hablar visualmente sobre los relatos que nos conforman, que se hacen evidentes dentro de la particularidad de lenguajes, posibles de establecer un diálogo complejo en la formulación de capas temporales que si bien parecen disimiles una es parte de la otra.

 

 

Una primera capa temporal que subyace en nuestra mnemónica, manipulada por los hacedores de imágenes, y que Jesús Briceño (Caracas, 1985- ) explora a través de la iconografía bolivariana en su reflexión visual «Ensayo de la deformación» (2019), en la cual las obras manifiestan el cómo el rostro de la heroica venezolana va tomando los rasgos de un paroxismo distorsionante. Esquizofrenia imaginal a la que ha sido sometida la sociedad venezolana desde un pasado que se hace presente permanentemente.

Imágenes de un Bolívar en deriva, descrito, escrito, presentado y representado desde múltiples desfiguraciones. Una imagen que pretendió ser la imagen sacrosanta de un país, igualmente desfigurado que habla de las ruinas, «que nos permiten entrever fugazmente la existencia de un tiempo que no es el que el tiempo del que hablan los manuales de historia o del que tratan de resucitar las restauraciones» (Auge, 2003: 2), pues el tiempo del arte arranca lo oculto de la desfiguración, la construye de nuevo para con ello alcanzar su significación.

 

 

 

Es en ese sustrato apartado de la historia normatizada sobre esa imagen que Jesús Briceño actúa, en el comprender la neurosis de la misma, y cómo nos conforma, que ha dado tal resultado: un país desmantelado sin signos reconocibles, donde opera el alejamiento de los convenios y de los tratados de respeto por la vida, por el estar en un lugar vivible.

Es allí donde podemos comprender una segunda capa temporal. Capa presente/ausente en nuestras carencias ante una comunidad del dolor en una Venezuela extraviada en medio de la angustia actual. Sentimiento que es llevado a una condición alegórica en la discursividad visual de Dianora Pérez-Montilla (Caracas, 1981- ) en su proyecto «Despotismo [I]lustrado. Capítulo Mérida» (2019), el cual coloca ante nuestra mirada la sistematización de las victimas fallecidas en los últimos años ante la acción de una necropolítica proveniente del Estado venezolano, como ejercicio del poder y de su arbitrariedad en el establecimiento del enemigo que debe ser obliterado.

 

 

 

   

 

Pérez-Montilla concibe en sus obras la temporalidad presente de un país que ha roto todo tipo de respeto por la vida en el cual la violencia se expresa en múltiples dimensiones. La artista toma esta parte de nuestra ruina, para generar con ella una dialéctica del descubrimiento, pues cada pieza es un testimonio particular de la vida terminada, no cumplida y que debe ser llorada para la necesaria elaboración del duelo.

Una desfiguración del paisaje social venezolanos que Pérez-Montilla vacía en sus trabajos, que alcanzan su certeza en los materiales utilizados y lo que allí se encuentra en medio de un silencio que grita por ser escuchado.

En ambas propuestas, tanto en la de Briceño como en la Pérez-Montilla, subyace el perentorio llamado del tiempo puro, ese tiempo que solo el arte rescata, y que evita conscientemente que el tiempo no tienda a olvidar.

Elizabeth Marín

       

Hasta el 15 de enero del 2020 estará en sala “El tiempo tiende a olvidar”, con una programación continua de visitas, encuentros y talleres, en un horario de Jueves y Viernes de 9AM a 1PM y Sábados de 2PM a 5PM en Espacio Proyecto Libertad, Edificio Recuperadora Latina, Av. Urdaneta. En la Ciudad de Mérida, Estado Mérida.

 

 

 

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