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Rolando Peña en WhiteBox Harlem Nueva York. Noviembre 2019

Por Mafe Izaguirre

 

Rolando Peña en The White Box Gallery, Harlem. New York. Noviembre 2019. Imagen de Mafe Izaguirre.

 

El pasado mes de Noviembre 2019, el artista venezolano Rolando Peña presentó la obra Less is More: Homenaje a John Cage, en el centro cultural WhiteBox, Harlem, Nueva York, en el marco de la celebración de los 100 años del Movimiento Bauhaus.  Este evento también formó parte de la programación que WhiteBox presentó en ocasión de PERFORMA19, Bienal del Performance en la ciudad de Nueva York. 

Mafe Izaguirre: Llegas a Nueva York por primera vez por la danza y te consagras como unos de los pioneros en la disciplina del arte performático en Latinoamérica. ¿Cómo fue la transición de la danza al performance?

Rolando Peña: Practicaba gimnasia sueca y fui a buscar en la danza la sofisticación del movimiento. Me uní al Ballet Nacional de Venezuela, pero el ballet era muy rígido, muy estructurado y yo buscaba más libertad. Hice transición a la danza contemporánea, pero allí seguía presente la rigidez. Entonces comencé a bailar por mi cuenta incorporando la música electrónica a mis formas expresivas y la improvisación con base al sonido. Así surge el emprendimiento Pequeña Compañía Teatro-Danza Cabrujas-Peña, junto a José Ignacio Cabrujas, donde nacen Testimonio y Homenaje a Henry Miller, en los cuales incorporamos performances y lecturas. Estos eventos marcaron el inicio de un proceso de transición muy interesante desde el happening al performance, en el cual había un cuerpo, una estructura, que se rompía.

 

Cortesía Rolando Peña

 

Mi hermano Ramón era un gran dibujante de talento innato y yo lo imitaba. Mis paisajes, que comenzaban con un mar azul y una arena crema, iban transformándose en escenas distorsionadas de la realidad, en un paisaje al cual se superponían el rojo y el negro. Usaba el color para transgredir. Asimismo me encantaban los Meccanos; es decir: los modelos metálicos para armar. De allí mi pasión por las estructuras y mi paso por la arquitectura. Transité del teatro universitario a la danza. Luego fui becado para estudiar danza y teatro experimental en Nueva York. En los sesenta, fui uno de los primeros artistas venezolanos en incursionar en el happening, luego en el performance y posteriormente en los espectáculos multimedia: combinaciones de teatro, danza, proyecciones de diapositivas y cine en 16 milímetros. Incluía sonidos naturales mezclados con audios de la cotidianidad tomados de la calle o superpuestos al sonido de diferentes estaciones de radio. Trabajé en colaboración con el reconocido músico electrónico español Miguel Ángel Fuster. Dentro de mis montajes de danza destacan Oda a las Flores Artificiales y Testimonio, que incluían música electrónica. La experiencia era entonces ceremonial, de gran catarsis. La participación del público surgía en un acto vivo de comunión.

 

 

Cortesía Rolando Peña

 

MF: Desde donde se mire, el tema de la superposición en función de construir superestructuras es un elemento muy importante en la obra de Peña. Desde finales de la década del 50, comienza a tomar forma la integración entre arte y tecnología. La ciencia llega después. Se gestan en Nueva York, Londres y París, varias iniciativas que exploran este encuentro. ¿Cómo fue tu acercamiento a la tecnología y a la ciencia?

RP: Al principio mi acercamiento fue entre arte y tecnología. La ciencia vino después. Dentro de las primeras obras postmodernas figura Santería, mi primera exposición, en la cual incorporo el fotoscreen. Santería plantea un claro proceso de desestructuración y discriminación de la materia (y el material) así como de su contenido simbólico visto desde lo sagrado y lo antiguo Vs. lo contemporáneo. También en Los Siete Puntos de Fuga, incorporo el fotomatón en imágenes renacentistas. En la exploración estética entre la década de los sesenta y los setenta, llevaba al límite la función de artefactos y materiales en pro de comunicar. No me interesaba el arte puro, sino la conjugación de todas las artes para lograr la experiencia estética y comunicativa. De allí lo fundamental del multimedia en mi obra: cine, fotografía, proyección, música, sonido, danza, teatro, arquitectura. Ése fue el inicio.

 

Cortesía Rolando Peña. Serie Fotomatón

 

 

The Seven Vanishing Points, 1979

Installation-Performance

Cayman Gallery

New York

Camerógrafo: Juan Downey

Cortesía Rolando Peña

 

The Seven Vanishing Points, 1979

Installation-Performance

Cayman Gallery

New York

Imagen de Elizabeth Pérez Luna

 

La ciencia en mi obra llega a finales de los setenta y la incluyo de lleno a partir de la década de los ochenta. Para el momento era un terreno poco explorado. Sin embargo, había algunos artistas trabajando en la incorporación de la ciencia a la expresión artística. Junto a Claudio Mendoza, astrofísico venezolano, colaboro en la producción del libro Saludo al Siglo XXI: Alejandro Otero, producido en el Laboratorio Científico de la IBM en Caracas. Así surge el proyecto de mi libro Mene (Petróleo) Digital —producido bajo el sistema Windsor, que para aquél momento era una innovación tecnológica—. Con Claudio comienzo a incursionar en la astrofísica. En ese período se produjo el Modelo Estándar de la Materia, el primer evento de arte en donde exploramos el átomo desde los griegos hasta lo que en aquél presente era el descubrimiento: los neutrinos. A medida que la ciencia avanzaba, incorporamos otros temas, como la materia oscura.

 

Cortesía Rolando Peña. Detalle del pryecto Mene (Petróleo) Digital, 1987. 

 

MF: Surge el momento de referirnos al objeto. Quisiera hacer aquí, de una vez, la conexión directa con la Obra de Cage. La influencia Bauhausiana de la musique concrète en la obra de Cage, que implementa grabaciones de sonido y su edición como materia prima, es evidente. ¿Por qué decides hacer este homenaje —y no otro— en el marco del centenario de la Bauhaus?

RP: Pocos relacionan a John Cage con la Bauhaus. La premisa “Less is More” (“Menos es Más”) se vuelve un principio definitorio en la obra de Cage. Su obra 4’33 es una clara expresión conceptual de esa esencia bauhausiana. John Cage estuvo siempre caminando sobre el vértigo de lo experimental, siempre abierto hacia una constante experiencia presente, dispuesto a saltarse el miedo a lo desconocido y a lo ya establecido; abierto al impulso, la intuición, al error, demostrando no solo una conciencia muy amplia sobre el ser musical, sino valentía —tener estómago— y sensibilidad para asumir el riesgo por y para conseguir el acto poético.

Cage también ocasionó una ruptura, una transgresión en la forma de entender la música. Todo ello es una manifestación indudable de una gran cuerpo estructural. La ruptura es un gesto recurrente en mi obra performática que invoca todas estas ideas postmodernas sobre la conciencia atómica, la carga significativa a nivel molecular, la expresión mínima de la materia, la atomización como gesto para articular el discurso sobre la estructuralidad del objeto, entre otros manifiestos. Inclusive, se hace evidente la violencia como acción necesaria para re-crear.

MF: Cage declara el ruido como un instrumento liberador y el silencio como el elemento compositivo. Uno le da sentido al otro. Aseguraba que en este mundo no existía el silencio. Aislado, aún escuchaba su sistema nervioso y su sangre correr. Su genio, creó a su vez una ruptura que cambiaría la comprensión y apreciación de la música para siempre. Así como Cage usaba el cronómetro para crear estructuras de relación, pude ver que tú usas tu cuerpo. Te vi literalmente levitar de un salto en la búsqueda de una fractura. Cage también entendía la mente como la extensión del sistema nervioso y por ende, a la expresión como una extensión de la mente y del ser. ¿Cómo el cuerpo se convierte en fuerza estructural?

RP: Siempre he ido en contra. Me opongo a lo popular, a seguir la moda. Desde pequeño experimenté esta fuerza resistente. En la estructura más fundamental, que es la familia, resistí a un padre ausente que luego —tan pronto como comencé a resonar en el medio artístico— aparecería no solo para cuestionarme, sino para cuestionar la danza y la capacidad expresiva, sensible, de lo masculino. La ruptura es parte de mi identidad, una magnitud vectorial que compone tanto mi esencia como mi expresión.

 

Imagen de Karla Gómez.

 

MF: Cage fue un visionario. Su obra es un testamento de una propuesta honesta sobre el orden y la manera de comprender el orden. ¿Cómo explicar el orden dentro de la aleatoriedad, la improvisación y el continuo acontecer que exige el performance? ¿Cómo se manifiesta la libertad en el orden?

RP: Yo creo en el orden. Éste ha sido una manifestación de resistencia al caos de mi madre. Ella fue profundamente libertaria, nunca resistió mis formas expresivas, por el contrario, fue mi gran inspiración y apoyo pero su falta de estructura produjo en nosotros —tanto en mí como en mi hermano— una cierta obsesión por el orden. En general, el caos y la libertad pueden entenderse como fuerzas afines. Sin embargo, tanto la libertad como el caos gozan de estructuras de orden complejo.

El bailarín mexicano Grishka Holguín, en relación a la danza, decía que para romper el equilibrio había que conocerlo. De allí la preparación y el estudio riguroso que requiere el artista. Para romper un espejo, hay que conocer al espejo. Estudiar el cómo se fractura. El arte puede resultar una gran falacia. Sólo el conocimiento y el carácter del artista produce sentido. Así como el contacto con nuestra intuición. Inclusive allí, en la contradicción que son el ser humano, la vida, y el mundo, hay un orden del cual surge el sentido de la libertad. La libertad es crear otras formas sobre los esquemas ya vencidos. No tiene nada que ver con la destrucción, que es ignorancia. Crear nuevas formas es la verdadera revolución.

 

Imagen de Andres Espinal 

 

MF: Desde tus inicios visionamos la importancia del observador y cómo éste influye en el sentido de la obra de arte. El vidrio, así como el espejo, ambos materiales ofrecen una experiencia estética y reflexiva muy particular: la fragilidad y la dureza, el ver a través y el verse reflejado. Se te vio extendido en los martillos, en la fuerza, en el sentido; sumergido en el polvo del vidrio, siendo polvo. Un acto muy profundo y existencial. ¿Podríamos ahondar en la poética de los materiales, cómo se han desplazado en cuanto a sus valores estéticos y conceptuales —si es que se han desplazado— y por qué decides usar el vidrio en este homenaje a Cage?

RP: Para mí son importante la virtualidad y la repetición de la imagen para recrear la realidad. En Siete Puntos de Fuga replanteo el arte de iluminar el orden espiritual de las cosas, en una repetición de la imagen, de forma directa y real. Al romper el espejo, yo me rompía a mí mismo. El material dice mucho. El vidrio y el espejo son materiales recurrentes en mi obra. Estaba rompiendo mi pasado, confrontándome conmigo mismo. Eso siempre es difícil.

En el caso del vidrio, quise descartar la imagen infinita para dar relevancia a la mínima expresión del material sólido que se fractura. El video de la instalación, que son vidrios rotos en 3D, producen una sinfonía virtual. Allí la música todavía no existe. Por ello, mi relación con Jorge Heilpern es muy importante.

MF: ¿Podríamos profundizar en este diálogo acerca de tu relación con Jorge Heilpern? Han realizado varias colaboraciones y la conexión entre ambos es evidente. ¿Cuál es el planteamiento entre el sonido virtual y el ruido producido en la percusión del objeto-material?

RP: Hemos hecho varios performances sonoros juntos. En esta oportunidad el rompimiento se enmarca dentro de las ideas sobre el caos, la catástrofe y el derrumbe, del matemático francés René Thom. Heilpern improvisa con sonidos electrónicos basado en vidrios rotos a la par de mi improvisación en el acto mismo de romper vidrio con los martillos, creando de nuevo una superestructura de superposiciones audiovisuales. Todo el acto creativo circunda el gesto mínimo de la ruptura que se maximiza en lo teatral. Ambos danzamos y dialogamos en las armonías disonantes en conjunto con el ruido, formando una desestructuración en la cual también participan el sonido y la imagen del video. La estructura se presenta de modo fragmentario.

MF: Dentro de una cultura que clama que “todo está inventado” ¿Qué puede ofrecer el arte?

RP: Aquél que no conoce la historia está condenado a repetirla. Hoy día se repite mucho en el arte, este es un fenómeno que afecta principalmente a Latinoamérica. Muchos copian adrede, otros por ignorancia, pero es lo mismo. En un contexto en el cual “casi todo se ha hecho”, la búsqueda por descubrir nuevas formas se hace aún más difícil. Esto no implica que no se puedan reconocer ciertas fórmulas, pero deben ser aplicadas incorporando el matiz y el carácter propio del artista; su sello. En el proceso creativo se imprime todo: el pensamiento, la emoción, la intención, el conocimiento, la experiencia. Influencias tenemos todos pero una reinterpretación no es necesariamente una copia. Para conseguir el hecho poético, hay que arriesgarse. El ser disruptivo para proponer una nueva forma de percibir y entender el mundo, tuvo un costo para Cage. Sus obstáculos no fueron pocos antes de lograr estabilidad y reconocimiento. Los obstáculos también han estado allí para mí, que no soy un artista comercial. La responsabilidad del artista es ser auténtico; es tener la valentía de caminar por la cuerda floja.

 

Imagen de Andrea Espinal 

 

MF: La tecnología ha evolucionado desde desde los 50 hasta hoy, haciendo que nuestra relación con los objetos cambie. Antes, los objetos gozaban de una carga simbólica, mágica también, pero sobre todo simbólica. Ahora son objetos animados, funcionales, se han transformado en agentes. Objetos a través de los cuales expandimos nuestra conciencia y sensibilidad y que interactúen en una cultura de masas que manipulada e inconsciente, coopera. ¿Cómo imaginas o vislumbras la relación del artista y el arte del comportamiento en relación al objeto en los próximos 100 años?

RP: La tecnología contemporánea advierte el caos y nos devuelve la imagen de una sociedad bastante descompuesta. Entonces, ¿nos equivocamos? Pienso en Cabrujas y en sus palabras acerca de Testimonio:  “apenas me atrevo a confirmar lo que mis ojos ven”. Y en Rafael Cadenas preguntándose: “¿qué hago yo detrás de mis ojos?”. Todos tenemos una pequeña historia que contar. El arte es esa reflexión que sobre la vida, el artista ofrece entre hallazgos y fracasos. Una recomposición molecular que se articula para decir lo propio. El fotomatón es también un selfie.

Ese objeto de ahora —el objeto virtual en función de los nuevos medios— es muy real. Yo entiendo la realidad como esa reconfiguración molecular, como la energía que se agrupa para volver a conformar otro gran espejo. Se trata del mismo gesto de intercambio de espejos por oro en tiempos de la colonización. La diferencia es que la forma en la que percibimos la realidad hoy no es singular, sino múltiple y fragmentada. Aparecen más y más reflejos pero hay que poder traspasar ese espejo —como Alicia— para encontrar aquello que en realidad somos..-

 

LESS IS MORE – HOMAGE TO JOHN CAGE
by artist Rolando Peña.
Sound performance and video installation to commemorate the 100 Years of the Bauhaus at WhiteBox Harlem during Performa19, New York, November 2019.

 


Mafe Izaguirre (Venezuela, 1978) es una artista venezolana radicada en Nueva York. Su obra, denominada El Proyecto Mente propone un sistema fragmentario de cuerpos cibernéticos y memoria extendida que constituyen su ser espiritual híbrido. Estas instalaciones cibernéticas han sido exhibidas y presentadas en galerías y seminarios en Nueva York así como en el seminario Humano: Demasiado Posthumano, organizado por la UCAB y Fundación Telefónica, en Venezuela (2019). Egresada de PROdiseño, Izaguirre se ha desarrollado profesionalmente también en el campo del diseño gráfico aplicado a medios digitales y como educadora. En 2016, se muda a Nueva York para estudiar técnicas de fabricación en Cooper Union, entre otras capacitaciones técnicas necesarias para construir, lo que Izaguirre denomina, “máquinas sensibles”. Su trabajo explora la mente artificial desde las ideas propuestas por el posthumanismo filosófico: un movimiento que sitúa al humano como un ser plural, fluido y descentralizado que cohabita en múltiples espacios de interacción con máquinas, software, otras especies y sistemas híbridos espirituales.

Izaguirre colabora como mentora orientando a niños y jóvenes en cuanto al uso de la tecnología con fines sociales en la organización sin fines de lucro Mouse Inc., y como artista residente en el Centro de Arte DreamYard Project ubicado en el Bronx. Izaguirre pertenece a la Asociación de Artistas de Long Island City; es fundadora y Directora Creativa de la revista psicoanalítica ROOM: Skeckbook for Analytic Action, una publicación independiente que intersecta análisis, política, arte, cultura y activismo. Así como también es miembro de la Junta Directiva de Cuatro Por Venezuela, una organización sin fines de lucro con fines humanitarios. Para leer más visita: www.mafeizaguirre.com

 

Rolando Peña es un artista conceptual de las Américas. Ha desarrollado un extenso material de trabajo dentro del Teatro, danza, cine, escultura y multimedia a través de la unión del arte, la tecnología y la ciencia. Peña ha colaborado con destacados escritores de teatro, intelectuales, curadores y astrofísicos tales como Andy Warhol, Allen Ginsberg, Pierre Restany, José Ignacio Cabrujas y Claudio Mendoza entre otros.

Desde los años 80 hasta el presente, Peña ha trabajado una monumental obra sobre el petróleo, que se ha convertido en un icono del arte contemporáneo. Su trabajo, asociado con el conceptualismo, se ha convertido en una crítica de la sociedad de consumo, y especialmente, a la explotación del petróleo. Ha vivido en Nueva York, París y Caracas, ciudades en donde ha mostrado su trabajo en varias exposiciones individuales y colectivas, con experiencias de performance, de instalaciones y de arte en lugares públicos.

Peña ha participado en exposiciones internacionales, bienales (como la Bienal de Venecia) y museos en grandes ciudades de todo el mundo donde ha recibido honores y premios. En 1982, Peña recibió el CAPS, una beca de NYC. En 2009, The Guggenheim Foundation lo honró con una beca para su proyecto Make Oil Green

En 2010, AICA (Asociación Internacional de Críticos de Arte) lo nombró como Maestro de Arte Contemporáneo en Venezuela; y en 2012, AVAP (Asociación de Artistas de Venezuela), lo honró con el premio Armando Reverón.

Coincidiendo con el descubrimiento del Bosón de Higgs, Peña creó un mural monumental para la Universidad Metropolitana de Caracas en 2012. El barril de Higgs recibe una tributo especial durante la 3ª Bienal Internacional de Arte de Mérida en 2014. La Asociación de Arquitectos de Venezuela le otorga el reconocimiento de Master of Multimedia Art 2014. En 2016, Peña obtiene la distinción Andrés Bello de la Universidad Católica Andrés Bello en Venezuela, por sus logros en las artes en Venezuela y las Américas.

El patrimonio artístico de Peña en el arte se deriva de cómo aborda preocupaciones relacionadas de los asuntos sociales y políticos. Al evidenciar las aristas entre la práctica artística y la vida cotidiana, Peña se convierte en uno de los artistas conceptuales más productivos en América Latina. Peña fusiona el estudio, el laboratorio, el medio ambiente y la calle, como un espacio esencial para crear uno de los iconos únicos del arte contemporáneo, El barril de oro. Es un símbolo que representa las contradicciones de nuestra sociedad: entre el consumo y la preocupación ambiental, entre la tecnología y las necesidades humanas básicas. En 2016 expone Black Gold en el MOCA (Museo de Arte Contemporáneo de Miami) un proyecto imperecedero donde fusiona el arte, la ciencia y la tecnología.

En 2017, Peña ha sido reconocido en Estados Unidos como uno de los precursores del cine experimental de América Latina. Ism Ism Ism: Los Angeles Filmforum: Cine Experimental en América Latina es el nombre del primer festival de este tipo y donde se presentaron dos de sus películas: La Cotorra No. 2 y Diálogos con Che. Esta última fue dirigida por José Rodríguez Soltero y presentada en los Festivales de Cine de Cannes y de Berlín en el año 1969.

En 2018, Peña ha presentado en Pinta Miami y por primera vez al público, Foundation for The Totality, una exhibición del grupo concebido y liderado por Peña, que rememora las contribuciones de los artistas latinoamericanos en el contexto de la escena del arte y de la cultura “underground” de Ia ciudad de Nueva York durante Ia década del sesenta y setenta.

Recientemente, en 2019, Peña fué invitado a participar en el acto de apertura del espacio de arte WhiteBox Harlem para celebrar los 100 años de la Bauhaus durante la Bienal de Arte de Performance Visual PERFORMA19 que se celebra en la ciudad de Nueva York, con su performance sonoro e instalación llamado Less is More – Homage to John Cage.

 

Agradecimientos especiales  a Mafe Izaguirre y Rolando Peña.

 

 

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