Por Bruno Latour / Filósofo y sociólogo
Traducción al español: Jocelyn Leyva Santoyo
1 Este artículo fue originalmente publicado en francés por AOC el 29 de marzo del 2020, bajo el título Imaginer les gestes-barrières contre le retour à la production d’avant crise: https://aoc.media/opinion/2020/03/29/imaginer-les-gestes-barrieres-contre-le-retour-a-la-production
Existe tal vez algo de impropio en el ejercicio de proyectarse después de la crisis, siendo que el personal de salud está, como se dice, “en el frente de batalla”; que millones de personas pierden su empleo y que numerosas familias en duelo no pueden ni siquiera enterrar a sus muertos. Y no obstante, justo ahora es cuando debe pelearse para que la recuperación económica, una vez que la crisis haya terminado, no traiga consigo al antiguo régimen climático contra el cual hemos intentando hasta ahora, en vano, de luchar.
En efecto, la crisis sanitaria forma parte de aquello que no es una crisis –siempre pasajera–, sino una mutación ecológica duradera e irreversible. Si bien tenemos buenas probabilidades de “salir” de la primera, no tenemos ninguna oportunidad de “salir” de la segunda. Aunque ambas situaciones se encuentran en registros diferentes, resulta esclarecedor articularlas. En todo caso, sería una pena el no servirse de la crisis sanitaria para descubrir otros medios que nos permitan entrar en la mutación ecológica, sin que sea a ciegas.
La primera lección del coronavirus es también la más contundente: la prueba está hecha, es totalmente posible, en cuestión de semanas, suspender en todo el mundo y al mismo tiempo un sistema económico que, hasta ahora nos habían dicho, era imposible de frenar o redirigir. Frente a todos los argumentos de los ecologistas sobre la necesidad de cambiar nuestros modos de vida, se opuso siempre el argumento de la fuerza irreversible del “tren del progreso”, que por nada podría salir de sus rieles; “a causa de”, se decía, “la globalización”. Ahora, es justamente su carácter de global lo que vuelve tan frágil a este famoso desarrollo, susceptible al contrario, de frenar y detenerse de manera abrupta.
Efectivamente, hay más que las multinacionales, los acuerdos comerciales, internet o las agencias de turismo para globalizar al planeta: cada entidad del mismo posee una manera propia de integrarse a los otros elementos que componen, en un momento dado, el colectivo. Esto es cierto para el CO2 que calienta la atmósfera global a través de su difusión en el aire, las aves migratorias que transportan nuevas formas de gripe; y también es cierto, como dolorosamente lo estamos aprendiendo, para el coronavirus; cuya capacidad para relacionar a “todos los humanos” pasa por la aparentemente inofensiva vía de nuestra saliva. Si el objetivo es resocializar a billones de humanos, ¡los microbios son entonces los mejores globalizadores!
He aquí el increíble descubrimiento: siempre hubo en el sistema económico mundial, escondida de la vista de todos, una señal de alarma en rojo vivo con su buena palanca en acero inoxidable que los jefes de Estado, cada uno a su vez, podían accionar para, en medio de un gran chillido de frenos, inmediatamente detener el “tren del progreso”. Si la petición de realizar un giro de 90 grados para aterrizar sobre la tierra parecía todavía en enero una dulce ilusión, esta se vuelve ahora mucho más realista: todo automovilista sabe que para aumentar la oportunidad de salvarse y seguir en ruta después de un giro brusco dado al volante, más vale desacelerar primero.
Desgraciadamente, en esta repentina pausa del globalizado sistema de producción, no son solo los ecologistas quienes encuentran la ocasión ideal para impulsar su programa de aterrizaje. Los globalizadores, aquellos que después de la segunda mitad del siglo XX inventaron la idea de escapar a las limitaciones planetarias, ven también una oportunidad magnífica para destrozar, de forma aún más radical, los pocos obstáculos que todavía les impiden su fuga de este mundo. Para ellos, la ocasión es por demás perfecta: liberarse de los restos del Estado benefactor, de la red de seguridad de los más pobres, de aquello que queda de las reglamentaciones contra la contaminación y, todavía más cínicamente, de deshacerse de toda esa gente en exceso que atiborra al planeta 2.
No olvidemos tampoco la hipótesis de que estos globalizadores son conscientes de la mutación ecológica y que todos sus esfuerzos, después de cincuenta años, consisten en negar la importancia del cambio climático y, al mismo tiempo, escapar de sus consecuencias; a través de la construcción de bastiones fortificados de privilegios que permanecen inaccesibles a todos aquellos que deberán ser dejados atrás. Ellos no son tan ingenuos como para creer en ese gran sueño modernista de la distribución universal de los “frutos del progreso”, lo que sí es nuevo, es la franqueza con la que han dejado de hacernos ilusiones 3. Son ellos quienes aparecen todos los días en Fox News y 3quienes gobiernan los Estados negacionistas del cambio climático, desde Moscú hasta Brasilia y desde Nueva Delhi hasta Washington, pasando por Londres.
Aquello que vuelve la situación sumamente peligrosa, no son solamente los muertos que se acumulan día con día a ritmos acelerados, sino la suspensión general de un sistema económico que otorga a aquellos que desean ir aún más lejos en su fuga de este mundo, la ocasión perfecta para ponerlo todo “en tela de juicio”. No debemos olvidar que aquello que vuelve a los globalizadores tan peligrosos, es que forzosamente saben que han perdido; que la negación del cambio climático no puede durar indefinidamente, que no existe ya ninguna oportunidad de reconciliar su “desarrollo” con los diversos revestimientos del planeta, en donde habrá que terminar insertando a la economía. Esto es lo que los dispone a intentarlo todo para obtener, una última vez, las condiciones que les permitirán existir un poco más de tiempo y ponerse a salvo junto con sus hijos. “La paralización del mundo”, este frenar súbito y violento, esta pausa imprevista; les otorga la ocasión de huir más rápido y más lejos de lo que hubieran alguna vez imaginado 4. Los revolucionarios, por el momento, son ellos.
Es aquí donde debemos actuar. Si la ocasión se abre a ellos, se abre también a nosotros. Si todo se detuvo, todo puede ser puesto en tela de juicio; cuestionado, seleccionado, ordenado, interrumpido de una vez por todas o, al contrario, acelerado. El inventario del año, es ahora que debe hacerse. Si el sentido común nos dice: “Reiniciemos la producción lo más rápido posible”, debemos gritarle de vuelta: “¡Por supuesto que no!”. Lo último que deberíamos hacer es retomar de manera idénticatodo aquello que hacíamos antes.
Por ejemplo, el otro día mostraban en la televisión a un florista holandés, con lágrimas en los ojos después de verse obligado a tirar a la basura toneladas de tulipanes listos para ser distribuidos por todo el mundo, y que no pudieron ser expedidos por falta de clientes. No podemos mas que protestar, claro; es justo que reciba una indemnización. Pero enseguida la cámara retrocedió para mostrar a los tulipanes, cultivados sin tierra y bajo luz artificial, antes de ser transportados por los cargueros a queroseno en el aeropuerto de Schipol; haciendo que uno se pregunte: “¿Es realmente necesario prolongar esta forma de producir y vender este tipo de flores?”.
Una cosa lleva a la otra, y si comenzamos, cada uno por nuestra cuenta, a interrogar todos los aspectos de nuestro sistema de producción, nos volveremos eficaces interruptores de la globalización; tan eficaces, gracias a los millones que somos, como el famoso coronavirus y su manera única de globalizar al planeta. Eso que el virus obtiene de la circulación de boca en boca de insignificantes gotas que son expelidas al toser –la suspensión de la economía mundial–, podemos comenzar a imaginarlo a través de nuestros pequeños gestos, ellos también ligados unos con otros; a saber, la suspensión del sistema de producción. Al cuestionarnos de esta manera, cada uno de nosotros se da a la tarea de imaginar esas medidas de protección, no solamente contra el virus, sino contra cada elemento de un modo de producción cuya reanudación no deseamos.
Una herramienta para reforzar el discernimiento
1 Este artículo fue originalmente publicado en francés por AOC el 29 de marzo del 2020, bajo el título Imaginer les gestes-barrières contre le retour à la production d’avant crise: https://aoc.media/opinion/2020/03/29/imaginer-les-gestes-barrieres-contre-le-retour-a-la-production-davant-crise/
2 Ver el artículo de Matt Stoller sobre los levantamientos de grupos de presión en Estados Unidos: “The coronavirus relief bill could turn into a corporate coup if we aren’t careful”, The Guardian, 24-3-20 https://bit.ly/3ac2btn .
3 “Parece que no vivimos en el mismo planeta” https://bit.ly/2xKgQ0A.
4 Danowski, Déborah y Eduardo Viveiros de Castro. ¿Hay mundos por venir? Ensayo sobre los 4miedos y los fines (Traducción de Rodrigo Álvarez). Buenos Aires: Caja Negra Editora, 2019.
5 Ver Dusan Kazic, Plantes animées- de la production aux relations avec les plantes, tesis Agroparitech, 2019.
6 Pierre Charbonnier, Abondance et liberté. Une histoire environnementale des idées politiques. Paris: La Découverte, 2020.
7 Esta auto-descripción retoma el proceso de los nuevos “cuadernos de quejas”, sugeridos por en Bruno Latour, Où atterrir ? Comment s’orienter en politique. Paris, La Découverte, 2017 y posteriormente desarrollados por el consorcio Où atterrir http://www.bruno-latour.fr/fr/node/841.html
A raíz del artículo anterior, La Cátedra Alfonso Reyes estableció una conversación con el filósofo, sociólogo y antropólogo francés BRUNO LATOUR.
Imaginar el mundo después de Covid-19. Moderado por Philippe Ollé-Laprune.
Conversación grabada del 08 de mayo del 2020 con audio original en francés y subtítulos en español.
Fuente: http://www.bruno-latour.fr/sites/default/files/downloads/P-202-AOC-ENGLISH_1.pdf