por Manuela García
“A Mnemosine
Invoco a la esposa del divino Zeus,
progenitora de la dulce y sacra Eneada
libres de olvidos y fallas de memoria
por la que el intelecto se une al alma.
(…) Ven, bienaventurada potestad. Despierta la memoria de tus iniciados
en los sagrados ritos, y rompe las ataduras del Leteo”.
̶ Hesíodo.
Para los griegos, la capacidad de recordar era una forma de preservar su historia y sus costumbres; y es que, antes de la escritura, sólo la tradición oral era lo que les permitía transmitir a las generaciones posteriores su identidad. En su Teogonía, Hesíodo nos cuenta cómo reyes y poetas invocaban a Mnemosine, la diosa de la memoria y una de las Titánides, hija de Urano y Gea, para llevar a cabo esta tarea de la evocación. La madre de las nueve musas, concebidas con Zeus, sabía todo lo que había sido, lo que es y lo que será.
A través de la memoria hemos construido la historia de la humanidad; para los griegos esta era la forma de diferenciarnos de los animales, de impedir que el pasado se diluya en las aguas del Leteo. En ese mismo recorrido histórico nos hemos reinventado la forma de perdurar en cantos, papiros, libros, pinturas, fotografías y un sinfín de maneras de registrar y documentar, que recopilan lo que hemos sido, como una ramificación de la mente de la diosa para entender lo que es y lo que nos depara.
Todo esto ha sido archivado paulatinamente, han existido grandes bibliotecas desde Alejandría y otros tipos de instituciones que se han convertido en las guardianas del saber, por más que muchas han sido destruidas en momentos álgidos de la historia, es la misma memoria la que ha ayudado a reconstruir lo perdido. Es allí donde el archivo siempre ha jugado un rol fundamental como un Cancerbero que sin descanso nos ha salvado del olvido.
“Al archivo se le pueden asociar dos principios rectores básicos: la mnéme o anámesis, (la propia memoria, la memoria viva o espontánea) y la hypomnema (la acción de recordar). Son principios que se refieren a la fascinación por almacenar memoria (cosas salvadas a modo de recuerdos) y de salvar historia (cosas salvadas como información) en tanto que contraofensiva a la «pulsión de muerte», una pulsión de agresión y de destrucción que empuja al olvido, a la amnesia, a la aniquilación de la memoria” (Guasch, 2005).
Gracias a los archivos podemos analizar el presente partiendo de documentos pasados, revisando las similitudes y discrepancias entre una civilización y otra. En la Historia del Arte, las imágenes han sido la fuente de archivo principal, convirtiéndose en narraciones visuales con una capacidad evocadora que permite el permanente retorno al momento donde se crearon. Estas imágenes se transforman en saltos atemporales que llevan consigo la memoria cultural de una región y que, en palabras de George Didi-Huberman (2007), están “sujetas a un movimiento pendular, a un doble orden o doble ritmo, que permanentemente redefine su valor de uso”.
Uno de los archivos visuales más importantes del siglo XX es el Bilderatlas Mnemosyne, la obra consagrada del historiador alemán Aby Warburg (1866-1929), quien repensó la forma de entender y ver las imágenes en la Historia del Arte para siempre. El Atlas es un gran compendio de muchas imágenes (y pocas palabras) que busca estudiar los valores de la Antigüedad en la época renacentista, a través de una “forma de reconocer una historia de la imaginación humana” (Didi-Huberman, 2010).
Hoy nos encontramos en un mundo donde las imágenes priman ante todo, somos una cultura visual donde hay una producción masiva de ellas por la facilidad en que podemos crearlas gracias a los dispositivos tecnológicos que tenemos a mano. Los medios de comunicación, las redes sociales y la publicidad han sido los principales protagonistas en esta avalancha de imágenes inevitables. Dichas imágenes nos interpelan día a día en el constructo de lo que somos como sociedad, y si bien hay un significativo número de residuos, hay otro por medio del arte que se encarga de archivar nuestros comportamientos contemporáneos para el porvenir.
“Nunca la imagen –y el archivo, que emerge ni bien la imagen se multiplica y en cuanto se pretende capturar y comprender esa multiplicidad–, hasta ahora, rigió con tal intensidad nuestro universo estético, cotidiano, político e histórico. Nunca hasta ahora mostró verdades tan brutales, pero nunca hasta ahora tampoco nos había mentido tanto, en la medida en la cual abusa de nuestra credulidad; nunca hasta ahora había sufrido tal cantidad de destrucciones” (Didi-Huberman, 2010).
Estas imágenes pasan a ser engramas universales, huellas mnémicas socioculturales que definen el presente y almacenan diferentes formas de concebir la realidad y formas de sentirla. Es por esto mismo que, al convertirnos en una sociedad visual, el Atlas de Warburg cobra una vigencia inédita, puesto que su modo de relacionar y crear nexos a través de grafías que unen dos tiempos diferentes nos ayuda a entender las costumbres o la historia que adoptamos del pasado y también la que inevitablemente se quedó atrás y pervive en los archivos que la resguardan como símbolo de algo que un día fue.
Por su parte, el arte contemporáneo venezolano le ha dado un rol importante a la imagen-archivo; bien sea para comprender el momento político, histórico, social y cultural a través de las revisiones archivísticas y al mismo tiempo ampliarlo con imágenes inéditas, nos ha hecho replantearnos su importancia y su salvaguarda. Como a través de la metodología warburgniana “en una misma experiencia, en el mismo lugar y en el mismo momento, se pueda vehicular ese nudo de anacronismos, esa mezcla de cosas pasadas y cosas presentes”.
De allí que sea el archivo una de las principales temáticas de Atlas inconcluso de un paisaje en proceso, donde se reafirma la importancia de estar en contacto con el registro del pasado; así lo vemos en obras como Herbario de los Páramos: Una imagen (otra) del lugar donde vivo (2016), de la artista Analy Trejo, donde se percibe el archivo como la forma de catalogar según un código específico. En esta obra la comprensión del paisaje es desde la preservación del mismo, abriéndose un universo de posibilidades detrás de cada armario y de la imaginación propia para reconstruir un entorno.
Formamos paisajes personales y colectivos a través de estas recopilaciones que evocan otras épocas y que al mismo tiempo están impregnados del presente, por ello la obra de Trejo es una puerta ‘mágica’ capaz de transformar ecosistemas diversos, unirlos y fragmentarlos por decisión personal. Se despliegan infinitud de paisajes así como lo vemos en la secuencia Desplegar (2021) de la artista Costanza De Rogatis, que viene a ser el ‘archivo de un archivo’, ya estudiado por otros (en este caso Luis Molina Pantin) para ejemplificar cómo un mismo paisaje se repite y transforma. Como una misma representación varía según donde sea insertado para ser reconocido como algo que puede unir a una sociedad y que tiene un permanente retorno: “La memoria cultural no es una memoria inerte, sino activa, que puede recuperar las huellas o engramas del pasado que, con su capacidad evocadora, son capaces de definir, como ocurrió en la época del Renacimiento, el arte y la literatura del presente” (Guasch, 2011).
Asimismo, los cambios de un paisaje local pueden trastocar una sociedad, y viceversa. Lo vemos en la imagen-archivo, presentada por Eddy Chacón, titulada Helicoide/Helicoide (2021), que como una misma estructura arquitectónica puede representar un mismo país en condiciones muy diferentes. La primera, la imagen de una Venezuela pacífica que decantaría en uno de los símbolos de tortura y terror más oscuros de la Venezuela contemporánea.
Unir tiempos distintos para entender el uno o el otro nos ha sido primordial para la supervivencia de la especie humana, tanto para aprender de los errores pasados como para regocijarnos de aquello que nos ha hecho sentir gozo, conectando diferentes momentos a través de imágenes y “entender el nexo, que no es un nexo basado en lo similar, sino en la conexión secreta entre dos imágenes diferentes” (Didi-Huberman, 2010). Hayfer Brea, en Migración Generacional (2021), nos revela esa conexión secreta que en diferentes circunstancias genera un mismo movimiento, el migratorio, en un mapa geográfico, pero también sentimental. Una ruta que deja claro que si bien son tiempos históricos diferentes, cada uno con su valor individual, hay una estrecha relación que hace que este ciclo se repita.
Compararnos a través del tiempo nos cuestiona y empuja a indagar en las transformaciones de una época y también de un individuo. Cuando lo vemos personalmente podemos tomar al tiempo como un aliado o un enemigo que nos interpela como un juez. El artista Manuel Eduardo González, en su video Dos veces la luz (2013-2021), permite que observemos el tiempo transcurrido en el ir y venir del mar y el ir y venir de él en años diferentes, donde el cambio se hace presente. Es una confrontación pero también una coexistencia de esos dos momentos registrados en la obra.
Finalmente, es el paisaje el hilo que permite observar los cambios del tiempo, gracias a la salvaguarda de imágenes, catálogos y repositorios que nos ayudan a ver y entender las uniones del pasado y presente. Aquello que dejamos atrás y se desvanece en las aguas del Leteo o pervive en la memoria del tiempo, porque es parte de lo que somos y lo que no podemos dejar de ser, que está enraizado a una cultura y se manifiesta en los archivos personales y colectivos que velan por cada uno de esos Atlas que existen y que terminan siendo parte de un todo.
Referencias:
DIDI-HUBERMAN, G. El archivo arde. (2007) en: Georges Didi-Huberman y Knut Ebeling (eds.). Das Archiv brennt, Berlin, Kadmos, 7-32. Traducción de Juan Ennis para la cátedra de Filología Hispánica. Disponible en: http://filologiaunlp.wordpress.com/bibliografia/
DIDI-HUBERMAN, G. [Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía]. (2010, Diciembre, 21). ATLAS. Entrevista con Georges Didi-Huberman. [Video] https://www.youtube.com/watch?v=WwVMni3b2Zo&t=100s
GUASCH, A. (2011). Arte y Archivo, 1920-2010. Genealogías, tipologías y discontinuidades. Akal, España.
GUASCH, A. (2005). Los lugares de la memoria: El arte de archivar y recordar. Materia 5, 157-183.
Estudiar el paisaje en sus múltiples entendimientos y representaciones es lo que nos hemos propuesto en Atlas Inconcluso de un Paisaje en Proceso, un proyecto de Espacio Proyecto Libertad, coordinado por Manuel Vásquez-Ortega, Manuela García Monsalve y Raúl Rodríguez, auspiciado por el Instituto Goethe y apoyado de Tráfico Visual. Participan: Ángela Bonadies, Analy Trejo, Eduardo Vargas Rico, Costanza De Rogatis, Manuel Eduardo González, Eddy Chacón, Julia Zurilla, Hayfer Brea, Leonardo Almao y Paola Nava.