Por Oscar Abraham Pabón
En Madrid se encuentra “El Brillante”, un bar de tapas y bocadillos ubicado entre el Museo Reina Sofía y la terminal de Atocha. Fue en este espacio bullicioso, dedicado a la comida rápida, donde un objeto visto de paso me hizo repensar la relación entre la memoria y los objetos que nos rodean.
Mientras me comía un bocadillo de calamares, vi una pequeña chapa metálica en un refrigerador que decía: “Dedicada a D. José Antonio Álvarez Ribera, Asturias 2012”. Inmediatamente pregunté sobre esta dedicatoria a uno de los hombres que trabajan en el sitio, y me comentó que el señor Álvarez trabajó más de 35 años en “El Brillante”. Poco después de su jubilación murió, y todos los trabajadores pensaron que el mejor tributo a su amigo era esta pequeña chapa con su nombre en el refrigerador.
Automáticamente, comencé a preguntarme:
¿Qué objeto podría estar relacionado con mi memoria a partir de mi trabajo?
¿Qué objeto podría representarme o guardar relación conmigo después de mi muerte?
Mis amigos y conocidos…
¿Qué objeto elegirían como forma de recordarme?
Mi trabajo durante muchos años en el arte ha consistido en relacionar algunos objetos con diferentes tipos de historia y memoria. He llenado y vaciado de significado muchos objetos; la mayoría de ellos los encuentro en la calle, pero el refrigerador de “El Brillante” pertenece a otro tipo de relación entre objetos, memoria y trabajo. Este corto ensayo es una forma de aproximarse a la memoria de los objetos por una vía nueva y completamente desconocida para mí.
A un nivel básico, pensé en el “ready-made”, pero esto está muy lejos del refrigerador de “El Brillante”. Cuando Marcel Duchamp (1887-1968), a principios del siglo XX, tomó un objeto cualquiera —y esto es muy importante—, encontró un objeto cotidiano, prefabricado o industrial, sin que el artista modificara sustancialmente el objeto. Luego lo colocó en un espacio de exhibición, como una galería o un museo, otorgándole un nuevo significado mediante una firma o un título sugerente. Esta última forma de crear memoria relacionada con los objetos en un contexto artístico es interesante, pero me resulta aún más fascinante saber que existen objetos con memoria de una persona, y que esa persona no haya elegido o tomado la decisión sobre el objeto que portará su memoria. Este objeto adquiere valor por su propio contexto, fuera del museo.
Estas especulaciones me llevaron a más preguntas. A pocos metros de “El Brillante” se encuentra el Museo Reina Sofía, tal vez el museo con más metros cuadrados de exhibición en toda España. Pensé en una mega curaduría que llenara el museo de objetos, donde se pudiera mostrar la compleja y amplia trama de relaciones que Occidente ha establecido con los objetos y la memoria. Es interesante imaginar las infinitas permutaciones y los criterios para organizar una muestra con estas características. Pensé en seis criterios para clasificar los objetos y mostrar cada uno en los seis pisos que tiene el museo. Los seis criterios para mi curaduría ficticia son:
1. Objetos donde la persona elige el significado, el objeto y el contexto (el más común, y es el que se ve en el campo del arte).
2. Objetos donde la persona no elige el significado ni el objeto, pero sí el contexto.
3. Objetos donde la persona no elige el significado, pero sí el objeto y el contexto.
4. Objetos donde la persona elige el significado y el contexto, pero no el objeto.
5. Objetos donde la persona no elige ninguna de las variantes.
6. Objetos donde solo el contexto da significado al objeto, sin la necesidad de una persona.
Seguramente habrá variantes que escapen a estos seis criterios, porque si consideramos el sonido y los olores como parte de la memoria, más allá de los objetos materiales, este tipo de memoria sensorial tal vez esté más presente que los propios objetos por su condición inmaterial. Recordé lo que Enrique Vila-Matas menciona en su libro “Kassel no invita a la lógica”, donde se muestra el frasco de perfume de Eva Braun en la Documenta XIII. También pienso en los sonidos de baja frecuencia en la Antártida, cuando el viento choca con las grandes dunas de hielo; sonidos que algunas personas piensan que son señales y memorias provenientes del espacio exterior.
Seguramente me encontraré, en esta irreal curaduría, con que un mismo objeto puede tener múltiples significados e interpretaciones en diferentes contextos y medios. Pienso en la película “The Gods Must Be Crazy” (1980), de Jamie Uys, y en la obra de Cildo Meireles, “Inserciones en circuitos ideológicos: proyecto Coca-Cola”, botellas de Coca-Cola de los años setenta.
Ya me puedo imaginar la cantidad de objetos e historias curiosas que podría encontrar alrededor del mundo en la configuración de esta curaduría.
El pasado verano, en la iglesia de San Antonio de Padua en Rímini, Italia, vi una banca de iglesia con una pequeña chapa dorada en la superficie donde se reposa los codos y las manos, que decía: “Maria Berardi, 1926-2018”. Luego me di cuenta de que todas las bancas tenían una chapa metálica en el mismo lugar, en memoria de diferentes feligreses —un difunto por banca—. Pienso que todas esas bancas tendrían que estar en mi curaduría ficticia, o mejor dicho, la memoria encarnada de los difuntos estaría en las bancas de mi curaduría ficticia.
Este artículo fue publicado originalmente en el blog de Oscar Abraham Pabón.
Oscar Abraham Pabón [San Juan de Colón, 1984]
Estudió Arquitectura en la Universidad Nacional Experimental del Táchira. Adicionalmente, se formó como artista en el Taller de Arte Contemporáneo (Venezuela), la Rijksakademie van beeldende kunsten (Países Bajos) y La Industrial – Escola d’Art-Ceramic (España). Ha tenido exposiciones individuales desde el 2003, entre las cuales se encuentran: Materia Sincera (2023, LAB36, Barcelona – España);
Psicoarquitectura (2023, intervención en el Mies van der Rohe Pavilion, Barcelona – España); Remembering something differently (2022, Dot Fiftyone Gallery, Miami – Estados Unidos); Talking to the Plants (2019, Martin van Zomeren gallery, Amsterdam – Países Bajos); entre otras. Asimismo, ha participado en numerosas colectivas, tales como: Serendipia (2023, Espacio Monitor, Caracas – Venezuela); Spreading the beat (2022, laboca783, Buenos Aires – Argentina); Press Eject and Give Me the Tape (2021, Martin van Zomeren gallery, Amsterdam – Países Bajos); ADAM (2018, Dot Fiftyone gallery, Miami – Estados Unidos); Todos los ojos en Bolivia. 10 años de residencia Kiosko (2017, Museo Nacional de Arte, La Paz – Bolivia). De la misma manera, ha exhibido su obra en varias ferias a nivel internacional como ARCO Madrid (2018, 2019, 2021 y 2023), ARTBO (2014, 2015 y 2019), Art Rotterdam (2015, 2016, 2018, 2021 y 2023) y Pinta Miami (2015, 2016 y 2018). Biografía tomada de ABRA