Por Costanza De Rogatis
El objeto circula a través del proceso y la materialización de la obra en el trabajo de Esmelyn Miranda: en el proceso, mediante la tentativa para su adquisición u obtención; en la materialización, en la estrategia mediante la cual es integrado constitutivamente como sustrato y forma de cada pieza.
En el proceso de adquisición u obtención del objeto, la conversación, negociación, transacción con quienes lo custodian o intercambian nutre de modo fundamental la reflexión que se genera en la experiencia creativa de Miranda. Este es un aspecto que interesa particularmente al artista, pues la selección del material, que posteriormente será parte integral de su propuesta, es la adecuación de una necesidad, la de hacer obra, a aquello que le ofrece el contexto de su ciudad como estímulo visual o narrativo.
En su mayoría, los objetos que componen las obras de esta exhibición provienen del entorno urbano, aunque se presentan también algunos otros vinculados al ambiente privado de una oficina. Tanto los del ámbito público como los del privado son objetos en desuso, convenidos y adquiridos por el artista: vidrios y espejos ajados de casas y edificios; viniles colorizados desgastados —otrora filtros de sol en ventanas y pantallas—; sacos y bolsas para el peso de la compra; papeles de material gráfico variado, pertenecientes a un inventario.
Extraído de esos espacios testigos de las fracturas de nuestra sociedad —síntoma de los fracasos de nuestra economía—, el objeto circula de nuevo como materia de la obra al ocupar el espacio íntimo del artista y alternarse aleatoriamente, a partir de su orden de llegada, apilándose, superponiéndose, capa sobre capa, en las áreas de su taller. Hablamos del objeto como actor, confiriéndole la cualidad del estar, del apilarse, del intercalarse, porque si bien la acción del ordenar, introducir, integrar estos elementos al espacio solo puede ser gestada desde la voluntad del sujeto, existe en Esmelyn Miranda una comprensión fundamental que permite al objeto »estar«. Entendemos este »estar« como un decir: la propia materia en su potencia, aun desvinculada de su uso originario, sugiere sus cualidades, revelando la posibilidad de dialogar con otros. Así es leída por Miranda, quien observa los objetos en su interacción orgánica, en ese »estar« en el espacio, infiriendo relaciones entre ellos, procurando la menor transformación posible de su estado original.
A partir de allí, y derivado de la propia reflexión en torno al decir del objeto, el artista construye. »Construcción« es de hecho la palabra usada por Miranda para referirse a su proceso de trabajo. No es fortuito que el verbo asociado a la intención de no transfigurar el objeto original sea construir, pues la materialización de la obra en el trabajo de Esmelyn Miranda se concreta a través de la reunión y el ensamblaje de materiales diversos, que en adelante participan de otra realidad diferente a la de su uso inicial. Como secuencia de objetos congregados en una unidad, esta organización frasea estructuras ligadas al propio adicionar de capas del proceso pictórico, encontrando su estrategia en el »collage«.
El resultado de este construir a través del adicionar, a primera vista, es el de una pintura abstracta. Los planos de color ocupan o delimitan ellos mismos una superficie; el juego entre sus formas genera tensiones; la superposición de capas de papel se alterna, encubriendo y revelando partes de la imagen toda.
Es en la proximidad con las piezas donde se descubre la naturaleza de ese objeto que recorrió espacios, que transitó de la esfera de lo público a lo privado, y de lo privado al arte. La observación cercana revela la trama del papel gráfico asomarse por entre las rasgaduras de la superficie metalizada del espejo; el vinilo ampollado por el calor solapando con plásticos cosidos entre sí. Y luego vemos los vidrios contenidos por los marcos, que no son solo dispositivos anodinos de exhibición, sino también aquellos objetos negociados y reinsertados, que más que proteger el contenido de la obra, son parte misma de ella, estructura que en su cara interna sirve de apoyo a las capas superpuestas de colores, y en su cara externa es continuación de la obra hacia el espacio del espectador.
El acto de construir en Miranda se manifiesta así a través de la abstracción, en la que mediante dos operaciones ha sido desplazada, o transformada, la vinculación referencial de los objetos empleados en la obra con la realidad. En la primera operación, la visual, mediante la utilización plena de los códigos compositivos del abstraccionismo, el objeto ha dado paso a una imagen en apariencia impoluta: a superficies flotantes, transparencias y volúmenes que aluden al diálogo de las formas con el espacio. A través del lenguaje del arte, la abstracción se vincula a los referentes de su propia historiografía y a los de la representación.
En la segunda operación, el origen y el tránsito del objeto —y de modo particular su función— han sido aislados, permaneciendo ocultos. Prima entonces la apariencia abstraída de la materia sobre su historia, la imagen sobre la narración y la palabra: esa palabra que reúne la experiencia del artista en su propio proceso por acceder al objeto, por intercambiarlo, por deslocalizarlo de edificios y oficinas y reinsertarlo en la obra.
Perviven en estas piezas, sin embargo, rastros, indicios que nos permiten elucubrar sobre ese pasado que fue, pero también sobre el qué y el cómo dice el artista. Es a través de la observación atenta y de la interpelación a la obra como accederemos entonces a los entramados discursivos del trabajo de Esmelyn Miranda..-
Texto e imágenes cortesía de la galería y Laura Soler.
carmen araujo arte®
uso y desuso, esmelyn miranda
exposición #87
1 de mayo — 19 de junio, 2022