Premiado proyecto venezolano de arquitectura en la XIII Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo

El proyecto venezolano RIO TURBIO / RIO CARIBE: Agua, paisaje y territorio, desarrollado por Dislocal & Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela, fue seleccionado como uno de los proyectos premiados en la categoría Pedagogías de la XIII Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo (BIAU), que se presentará del 2 al 6 de diciembre de 2024 en Lima (Perú), bajo el título “CLIMAS: Acciones para el buen vivir”.

La XIII Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo (BIAU) recibió un total de 879 propuestas de 21 países iberoamericanos, de las cuales fueron premiados un total de 50 proyectos en las categorías de Obras, Trayectorias, Publicaciones, Pedagogías, Nuevas Reglas y Otras Coordenadas. 

Según se pudo conocer, “La selección de finalistas y ganadores valoró los proyectos por su calidad e impacto, en consonancia con los tres enfoques temáticos propuestos por el equipo comisarial, cada uno centrado en diferentes aspectos de la relación entre el ‘clima’ y la práctica arquitectónica, territorial y urbanística”.

El proyecto venezolano premiado RIO TURBIO / RIO CARIBE: Agua, paisaje y territorio, fue realizado por Dislocal, organización de arquitectos venezolanos docentes radicados en diferentes latitudes, así como por integrantes de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela, y contó con la participación de 25 profesores y 100 alumnos.

En esta propuesta se llevó a cabo una escuela de experimentación en sitio, que une investigación, intervención y colaboración activa, desde el interior un territorio, tal y como explican los autores del proyecto en el texto de presentación.

De acuerdo con el texto, después de incursionar durante cinco días en cada lugar para conocerlo y descubrir su potencial, se plantearon un ejercicio de interacción entre arquitectura, paisaje, historia y cultura local por medio de un taller que reconoce dos lugares, donde estas relaciones se manifiestan de manera poderosa: el Valle del Río Turbio y Río Caribe.

“Recorriendo el Valle del Río Turbio, valoramos la importancia del agua como agente transformador de los suelos y de las dinámicas sociales a través del tiempo (…) Identificamos el camino de las rutas trazadas por los pueblos que dominaron la tierra y levantaron el primer catastro de este territorio con ciudades y agricultura. Allí donde los antepasados del valle ya construyeron antes, construimos nuevamente. Intervenciones a lo largo del sendero de tierra que forman parte de una misma idea común, invitan a hacer una pausa para contemplar y permanecer, para descansar y luego seguir el camino, para reflexionar y poner en valor la construcción de identidad entre sus habitantes y el lugar del que forman parte”.

“En Río Caribe, llevamos esta visión pedagógica a una escala costera, donde colaboramos con pescadores, agricultores y artesanos locales para revitalizar los oficios tradicionales que han sostenido a la comunidad durante generaciones. Buscamos reforzar un lazo vital a lo largo de la ruta del cacao y el café, cerrando la brecha entre el muelle pesquero y la comunidad, a través de un diseño sensible al lugar, donde haremos énfasis en la sombra y la permanencia. La culminación de nuestros esfuerzos se tradujo en la construcción de El Mirador en la entrada del pueblo. Un espacio de encuentro donde resalta la belleza de un paisaje único, a través de intervenciones ligeras que se colocan respetuosamente sobre el lugar, en un gesto de unir la montaña y el mar”.

En palabras de los autores del proyecto, “ambas experiencias pedagógicas colocaron a los estudiantes en el centro de la acción territorial y climática, fomentando un aprendizaje que prioriza la integración en la comunidad y la preservación del entorno. Este programa es una plataforma para reflexionar sobre cómo el conocimiento arquitectónico puede transformar nuestras ciudades hacia el buen vivir, reconociendo la centralidad del territorio, los actores locales y los saberes tradicionales en la creación de un futuro justo, donde la arquitectura puede y debe hacer algo, y donde la experiencia del taller de diseño arquitectónico se entienda como un agente de cambio presente en el terreno”.

Fuente: Marisela Montes

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