Inauguración sábado 4 de mayo de 2013
Clausura domingo 5 de mayo de 2013
Hora: 2:00 pm a 6:00 pm
Lugar: Al Borde, Maracaibo
La muestra forma parte del ciclo de proyecciones de videos que presenta Al Borde únicamente por un fin de semana con obras de David Frankovich, Elizabeth Fearon, Logan MacDonald y Keith Cole
El verbo hijack no existe en castellano. En inglés, su uso contemporáneo se refiere a la toma forzosa de un vehículo en movimiento para cambiar su curso. El término tiene una connotación negativa y se usa, comúnmente, en contextos que apuntan a motivos ideológicos o económicos de naturaleza antagónica. Su origen, sin embargo, puede ubicarse en el estado norteamericano de Missouri[1], donde a finales del siglo XIX los mineros de zinc solían contrabandear piedras de alto valor (high) en sus botas o bolsillos. Como el material era comúnmente llamado Jack, estos mineros empezaron a conocerse como high jackers. Si bien los motivos de esta actividad podrían considerarse éticamente alineados con aquellos de la desviación de un tránsito por medio de la fuerza, su localización dentro de un sistema de clases (trabajadora y propietaria) nos obliga a cuestionar nuestra lógica en función de unas relaciones de poder “arbitrarias” y un deseo de superación ligado al entendimiento de un desarrollo social capitalista guiado por el sueño americano. En este sentido, el acto de hijacking representa la posibilidad de crear un camino “alternativo” en un lugar donde otra manera de movilidad no existe. Aunque esta idea es problemática —pues supone una violencia justificada conceptualmente—, la misma es en realidad la premisa moderna, o modernista, de progreso. Todo cambio demanda cierta violencia —la primera ley de Newton nos habla de la inercia y de cómo todo objeto resiste el cambio— y su naturaleza “violenta” está intrínsecamente ligada al contexto donde se produce (física, emocional, conceptual). Así, el ejemplo de los mineros nos es útil, pues se nos presenta un escenario robinhoodesco donde el acto hostil puede perdonarse en función de los ideales de igualdad y bienestar.
Reflexionando sobre lo que significa entonces un hijacking cultural, no es difícil ver cómo modelos tradicionales de avance “estilístico”, de propuestas de vanguardia y de ideas tan básicas como la originalidad, son iteraciones de violencia enfocadas sobre el modelo precedente. Si pensamos en la manera en la que entendemos actualmente la acción de hijack más “sutil” —en el sentido de que tiende a ser un acto más puntual, que rebate una gran idea con otra en obvia oposición—y evidentemente más resistido, un hijacking cultural contemporáneo tendría que existir como molestia, como el disgusto de ver un producto que nos afecta como equivocado. Así, la propuesta que aquí se presenta busca investigar nociones de incomodidad sobre un formato que se ha establecido como tradición: el video.
La muestra comienza con un intento de violentar la manera en la cual el video se muestra y distribuye como forma cultural en el contexto canadiense. Aquí, el sistema de productores culturales nacionales estableció, a finales de los años setenta, una plataforma donde los artistas son remunerados de manera regulada por la exposición de su trabajo. La retribución dependerá del tamaño de la institución que presenta el trabajo, la duración de la muestra y el punto de la carrera del artífice, así como del número de artistas que exponen en el espacio. Aunque, sin duda, bien intencionado, el sistema implica que entes gubernamentales financien estas gratificaciones, lo cual ha generado un ecosistema cultural donde el consumo del arte existe sólo dentro de los círculos que se benefician de estos; y un consecuente desinterés en la búsqueda de un público ajeno al de la producción cultural. Al mismo tiempo, esto ha originado un método de distribución en el cual los catálogos de producción nacional dependen de otras instituciones que se ocupan de recolectar las tarifas apropiadas para la muestra de cualquier pieza. La existencia de este intermediario supone la posibilidad de un público más grande, pero a la vez limita la muestra de cualquier pieza a aquellos lugares donde el privilegio económico permita la renta de productos culturales. En este sentido, el primer hijacking sucede luego de navegar el extenso catálogo de la “casa de distribución” VTape y seleccionar cuatro piezas. Confrontado, sin embargo, con la imposibilidad de cubrir los costos de exhibición de estos videos, el catálogo audiovisual alternativo más inmediato se hizo evidente: YouTube. Sitio web que supone una colección de contenidos la cual pertenece a los comunes. Un espacio donde cada ítem, aun si autoral, existe para ser circulado libremente.
De la selección original dos videos son localizados y, tras consultar a sus autores y ofrecerles una remuneración por debajo de la mesa, extraídos de la web. Empire por David Frankovich, es un video de un minuto de duración, el cual referencia el film del mismo título dirigido por Andy Warhol. Pero, a diferencia de su contraparte, este fue grabado usando tecnología pobre (una cámara celular) a través de un dispositivo turístico (una estación de binoculares). El resultado es familiar y extraño, el referente se mantiene, pero la grandiosidad de Warhol es disminuida en el encuadre, la calidad, y la duración. Frankovich nos entrega un producto digno de la contemporaneidad. Un video desechable, consumible, rápido y aburrido. Un perfecto ejemplo de nuestro entender actual de los contenidos audiovisuales. Por su parte, Lot de Elizabeth Fearon, presenta una ruptura en la manera de generar una narrativa. En un minuto, Fearon nos muestra una y otra vez a un grupo de gaviotas batallando por migajas. El video es cortado de tal manera que el gesto se convierte en coreografía y despoja de significado y continuidad la acción de la artista. El resultado nos deja con la ansiedad de no tener propósito ni secuencialidad, pero nos ofrece, en cambio, un baile de imágenes conceptualmente abstractas.
Para completar la selección, añadí tres videos con los que me encontré personalmente en espacios públicos, los cuales directamente atacan nociones de poder y jerarquía, bien como formalismo o como estructura de poder. En TERRE NEUVE: Landscape, Logan MacDonald superpone movimientos técnicos del formato video (zoom, pan, entre otros) a un género recurrente en el arte, como el paisaje. El gesto propone entender la estandarización técnica como un nuevo genero estático equivalente al paisaje. Pero MacDonald no se conforma con esto. Él describe cada “movimiento” con su significante lingüístico. Esta acción introduce cierta violencia de conciencia al nuevo género, pero también “sexualiza” de manera evidente la técnica, en un intento de reclamar —como queer—una tradición entendida como normativa. A diferencia de MacDonald, Keith Cole nos muestra una violencia física. El video A Flaw in the Wall es extraído de un espacio de crítica comunitaria y es la respuesta del autor a un video que, aunque referenciado, no existe. Cole interviene violentamente con su martillo el espacio del diálogo y protesta el convencional alabar del cotidiano, proponiendo una ruptura. Pero más aún, nos obliga a examinar este momento y su resultado, una y otra vez, como para recordarnos que incluso su gesto explosivo se disuelve en el fondo una vez que nos acostumbramos a este como parte de un ciclo. El último video de la selección pertenece a Lisa Visser, pero ella negó la posibilidad de exhibición de su pieza[2] y de esta manera altera la relación de poder que existe entre “curador” y “artista”. Este gesto desafiante cuestiona no sólo el espacio de exposición, sino también su formato. Y propone de esta manera una reflexión al espacio que AlBorde propone como experimento en la manera de presentar la producción audiovisual contemporánea.
Hijacked pretende una reflexión en torno al formato exposición, cada uno de los videos puede ser accedido en línea y visto en el contexto de su producción. Su muestra, como conjunto, busca cuestionar las relaciones que legitiman objetos en el sistema del arte. Su instalación temporal —mínima— pervierte la libre distribución de su obtención, pero a la vez coloca cada una de estas piezas en un espacio de privilegio. Hijacked es un intento de violentar ciertos paradigmas del video y la manera en que lo consumimos. Hijacked es una contradicción, tiene que serlo.
Julián Higuerey, 2013