Kevin Power. Por Lorena González

Publicado en El Nacional

Martes 27 de agosto de 2013

Escena/ pag 2

 

En octubre del año 2006 tuvimos el agrado de recibir la luminosa visita de Kevin Power, uno de los mejores críticos y curadores del mundo, quien se dedicó durante una buena parte de las décadas finales del siglo XX y los inicios del convulso siglo XXI a analizar, propagar y difundir con ahínco los relatos paralelos de nuestra actualidad, teniendo especial cuidado en develar y poner en confrontación aquellas zonas ocultas por la no reflexión de la verdad general, por las sórdidas aseveraciones de los placeres del poder y por las vacuas legislaciones de un impuesto gusto global.

En aquella oportunidad completó dos eventos de interés: el taller de curaduría dictado en la Organización Nelson Garrido con el título Problemas y temas de la curaduría en un mundo globalizado y la charla sobre arte contemporáneo que impartió en el auditorio del MAC.

Más allá de una mirada crítica constante, de ese cúmulo de conocimientos focalizados en las posibilidades de transformación de nuestra actualidad y en las maneras éticas y responsables de revelar esos intersticios que estaba generando la producción vigente, el curador español de origen británico se relacionó con todos los que estuvimos en ambos eventos como un amigo cercano, como un escucha educado y respetuoso, como un investigador dispuesto a brindar a través de la generosidad que le caracterizaba el mejor de los comentarios para proteger y azuzar la llama de cada una de nuestras inquietudes.

Recuerdo en especial una tarde a la salida del taller cuando compartimos en una tasca cercana a la ONG con varios compañeros del curso. En aquel tiempo también vivíamos momentos difíciles, la posibilidad tentadora de estudiar afuera, de irse y buscar abrigo en otras cartografías estaba siempre latente: había quejas, disconformidad, vacíos, ilusiones y disparates. Con calma nos miró y nos dijo: las situaciones caóticas no son una característica especial de aquí, ustedes lo ven así pero las crisis vibran en este momento en todos los continentes.

Tienen que mirar bien dónde están, estudiar ese entorno, quedarse para traducir y dignificar las lecturas de sus propios contextos; es esa y no otra la labor de un curador.

La mayoría de los que dialogábamos en la mesa de aquella tarde-noche nos quedamos en el país, como él nos recomendó. El pasado 16 de agosto Kevin se fue. Falleció dejando una actividad que no sólo se extiende a cargos como catedrático de Literatura Norteamericana en la Universidad de Alicante, subdirector de Conservación, Investigación y Difusión en el Reina Sofía o asesor de cultura en la Junta de Andalucía y en varias ediciones de la feria Arco, sino también como un apasionado editor, ensayista y autor de diversos libros de poesía y arte; sin olvidar la fluidez personal con la que ganó agradecidos interlocutores y amigos por todos los lugares donde transitaron los inspiradores pasos de su ejercicio profesional.

En una entrevista que dio al asumir la subdirección del Reina Sofía asentó una declaración que nunca debemos olvidar a la hora de pensarnos como actores, gestores y espectadores del arte más reciente: “El objetivo fundamental de un museo de arte contemporáneo es ser contemporáneo, es decir, morder y rozar el nervio del tiempo. Releer el pasado proponiendo nuevas visiones e interrelaciones. Analizar, representar y comunicar la complejidad de la cul tura contemporánea”.

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