Texto de sala de la exposición homónima de Manto Pérez-Boza en la galería Tresy3 hasta el 17 de noviembre, 2013
Quería que surgiera de ellas un sentido, una nueva composición que ocurriera en la cámara oscura de mi interior.
(…)
¿Quién es el interlocutor de la desaparición?
Ana Teresa Torres, Vagas desapariciones (2010)
Cronosomática —cuerpo de fotografías estenopeicas de Manto Pérez-Boza— se tiende sagazmente entre algunas paradojas intrínsecas de la fotografía. En cada imagen de esta obra Pérez-Boza interpela el papel de la lógica fotográfica, una lógica que la plantea contenedor (y congelador) del tiempo y del espacio. Crea una dinámica de captura más afín a la tradición fílmica que la fotográfica, al llevar la película a su máxima extensión para así convertirla en un plano cinematográfico que registra cambios en un escenario particular donde la verosimilitud del referente (¿Un lugar? ¿dónde? ¿Una persona? ¿quién?) se ve socavada por un tiempo que corre.
Es revelador que Pérez-Boza utiliza un técnica que data de la concepción de la fotografía misma: la cámara oscura, que es ingrediente clave de la cámara estenopeica (o pin-hole). Recordemos que la famosa Vista de la ventana en Le Gras que capturó Nièpce alrededor de 1826 dependió —según se cree— de una exposición de varios días. Y es aquí donde comienzan a dialogar aspectos inherentes de lo fotográfico en las imágenes “cronosaturadas” que, al unísono, se nos anuncian simultáneamente directas y oblicuas. Se nos presentan como contenedores del mundo a la vez que nos advierten que son apenas fragmentos de él.
Borrosas, tenues, confusas. Tangibles, densas, irrefutables. En estas imágenes se impone una materialidad a través de las perforaciones de la película, que sirve de testigo autoreflexivo del formato utilizado y apela a la imagen como documento y evidencia. Pero también reina una sensación de lo fugaz ya que el referente incierto tiene una apariencia movediza y no termina de permanecer, de haber sido aprehendido por la imagen. Es así como Pérez-Boza convierte la superficie de la película en densidad temporal y en una linealidad o recorrido que invita a una lectura lenta.
Se nos dice que el régimen escópico de la contemporaneidad se compone de una velocidad que nos excede, una saturación hiperreal que nos aturde y una memoria humana (y ¿por qué no? tecnológica) sobrecargada por la rapidez de la producción y la siempre creciente acumulación de imágenes.
En Cronosomática la lentitud figura como estrategia dentro de este marco de lo contemporáneo. Se dialoga con las dinámicas actuales de lo visual al proponer una producción y un consumo divergentes. De ahí que Pérez-Boza juega en los linderos entre lo visible, lo analógicamente capturado y aquello que desvanece. Sus imágenes son tanto destello como residuo, densidad y superficie. Duran y persisten como las luces remanentes de la experiencia que se quedan sobre la retina luego de que hayamos cerrado los ojos. Al contrario de la imagen instantánea que se consume rápidamente, o porque obedece a patrones familiares o por una legibilidad simplista, estas imágenes, luego de verse, retroceden, se hacen más opacas, como si se negaran a ser asibles.
Las fotografías desaparacen. Se desaparecen. Desaparecen al tiempo, al referente, a la contingencia, al presente continuo, a la experiencia. Devienen ceguera.
El tiempo desaparece. Se desaparece. Es la contingencia, es el presente continuo, es la experiencia.
Esta experiencia del mirar lento, donde la abstracción interpone un velo sobre lo aparente y donde faltan referentes incontrovertibles, exige otras estrategias de la mirada: el espectador busca, proyecta, descubre, intuye y se revela desde, en, y sobre lo que ve. Se trata, entonces, de fotografías que aunque guarden algunos atisbos de premisas fotográficas tradicionales, no son programáticas, no son genéricas. Son legibles, primero y primordialmente, desde una mirada y un cuerpo que se desplazan en el tiempo y en el espacio.
Metáforas cerebrales en cajas de luz, en estas imágenes de Pérez-Boza convive la contención de un territorio particular con una huida, un desplazamiento, una distensión. Acaso sugieren cómo operan las fotografías en nuestros archivos mentales.
Lo fotografiado —al final—no resulta determinante. No es lo aparente, lo que más pesa aquí. Cronosomática propone otra cosa: nos invita a ser interlocutores de la desaparición.
Agradecemos a Lisa Blackmore por ceder este documento