Lo político. Por Sandra Pinardi

Vista de sala. “Lo político”. Carmen Araujo Arte, 2014

 

En tiempos de inquietud –inciertos-, cuando el tejido de la vida -individual o colectiva- pareciera desarmarse –destejerse- evidenciando sus más profundas fisuras, sus heridas, y las narrativas del poder aparecen desnudas –descarnadas- ejerciendo su dominio sin permitir refugios ni abrigos; cuando la condición cívica de un país -así como la de cada uno de sus habitantes- se ve golpeada por diversos sistemas de exclusión y anulación, por estrategias y mecanismos de supresión; cuando las voces enmudecen y la escucha se ausenta, es una obligación inaplazable de cada una -y de todas- las personas hacerse responsable de esos “lugares” públicos –de todos y para todos- que se quiebran.

 

Eduardo Gil. Morgue de Bello Monte, 2014

 

Armando Ruiz. Des-País. 2014. Lo político. Carmen Araujo Arte

 

Los eventos políticos nos conciernen a todos, y también nos arrastran a todos. Por ello, los artistas y sus diversos ámbitos de acción, así como las obras y sus posibles espacios de eficacia crítica –de rebelión-, no pueden escapar a los reclamos, ni las urgencias, que surgen en momentos como este que vivimos, en el que un país –el nuestro- intenta atender y entender su presente, su porvenir, sus potencias y sus clausuras, intenta reconfigurar sus relaciones políticas y sociales. Aparece, entonces, para el “artista” la necesidad de reflexionar acerca de su lugar –y su función- en el tejido social, se presenta igualmente la necesidad de preguntarse por el espacio de “lo político” en el arte (en las obras). Pero, ante la inminencia de los acontecimientos, en lo inmediato, surge también otra necesidad impostergable: la de rastrear esos espacios abismales, hechos de fronteras, exclusiones y anulaciones, que tanto los discursos históricos e ideológicos como los mecanismos de ejercicio del poder, producen sistemáticamente. Se da una suerte de “mandato” en el que se reafirma la obligación –por demás ineludible- para cada artista, en cada obra, de explorar, sondear, escuchar, tantear –justamente desde el “margen” que los delimita, es decir, a partir de las divergencias que inevitablemente se dan entre (re)presentaciones y presencias reales- el acontecer de lo político en sus territorios tensos, en sus emergencias, pero no como denuncia o indicación, tampoco como comentario, sino en y con el deseo –el requerimiento- de dar lugar, con los instrumentos del arte y la imagen, a una traducción, una traslación, una deriva que pueda abrirse también como un obrar sobre el mundo.

 

Todo está iluminado.Camilo Barboza. Lo político. Carmen Araujo Arte, 2014

 

 

Carmen Araujo Arte atiende esta demanda, y lo hace ofreciendo en su espacio obras de siete jóvenes artistas: Luis Arroyo, Camilo Barboza, Eduardo Gil, Yucef Merhi, Luis Poleo, Gerardo Rosales y Armando Ruiz. Siete aproximaciones, siete intervenciones, que se encargan de “lo político” entendido no sólo como un tipo específico de ejercicio de dominio o como un aparato discursivo (ideológico), sino que lo comprenden en los modos cómo se realiza su inscripción en el mundo, que se preguntan acerca de la manera en que “lo político” constituye (elabora o devasta) una “forma de vida”. Siete acercamientos, siete participaciones, que se hacen cargo del país –de esta Venezuela- en su textura existencial: en la violencia y la anulación que todo lo permea, en las voces que silencia o en la dimensión indecible –imposible, también- de su “sofisticada barbarie”. Siete avecinamientos, siete intromisiones, con las que desde señales fronterizas y signos sutiles, desde diversas instrucciones alegóricas, se reflexiona –y se indaga- acerca de las condiciones, así como acerca de los diversos “cuerpos” ideológicos y discursivos, que han dado lugar –que han hecho posible-  este momento expropiado de la existencia.

 

Luis Arroyo. De Winsor & Newton a los filamentos eléctricos (identificación de la anterioridad de lo pictórico). 2014

 

 

Para Luis Arroyo tratar “lo político” significa indagar, al interior de los “discursos y operaciones propias del arte” –de sus imágenes-, en torno a ese espacio intersticial, limítrofe, que escinde y separa, pero también articula y ordena, las estructuras de captura (sean éstas ideológicas, económicas o culturales) y las fuerzas (“filamentos eléctricos”) propias de la existencia; ese hiato ilocalizable que hace de todo sujeto, a la vez, actor y subyugado, y de toda “obra” un decir inapropiable. Camilo Barboza, por su parte, acecha “lo político” en el escenario de sus constituciones territoriales e identitarias (de sus taxonomías), así sus collages son una especie de “derivas iconográficas” en las que signos y símbolos inmediatamente reconocibles estallan –o se despedazan- para convertirse en síntomas de un “cuerpo” social y cultural desprovisto. Eduardo Gil, recrea –esboza y proyecta- en la construcción que alberga la muerte (la morgue) un momento de memoria, un reclamo de no-olvido, que excede el acontecimiento y su actualidad, y que inscribe un monumento-simulacro desde el que se expresa la banalización de la vida. A la manera de un buceador de aguas profundas, Yucef Merhi realiza lo que denomina un “paisaje semántico” en el que, transgrediendo los controles de los medios electrónicos y las redes, hace visibles esas “otras” redes (textuales, informativas) ocultas, secretas, que estructuran los juegos del poder, y sobre las que se trama, se multiplica y replica, se retrata el “rostro” desnudo de los acontecimientos políticos. Para Luis Poleo, “lo político” se instala de un discurso –o una iconografía- de las anomalías, en la exposición irónica de mecanismos de disconformidad, porque es allí –en la inadecuación- donde se hace evidente –e incuestionable- la contextura opresiva –y posesiva- de las maquinarias simbólicas: su comportamiento obsesivo, su dimensión tiránica. Gerardo Rosales transfigura la violencia, en sus múltiples formas, en un dispositivo de enunciación plástica que atiende a lo propio, lo íntimo, lo corporal, que vuelve a narrar –ahora desde y en la infantia del lenguaje- la fragilidad de lo humano y de sus derechos, la levedad de sus propiedades, para afirmar que “lo político” es siempre un hacer sensible lo que es insensible. Armando Ruiz, escribe –y deconstruye- el país (en su barbarie, en su despojo) con una práctica textual y constructiva, es decir, a través de la elaboración de unos libros –monumentos originarios de la cultura- sangrientos, libros-señales que señalan –advierten- sobre las heridas del “cuerpo nacional” desde un devenir de palabras que, en su secuencia y en su cadencia, lo revelan y detallan.

 

Luis Poleo. Nueva perspectiva de una nueva paradoja ( perspectiva lumbar). 2014. Lo político. Carmen Araujo Arte

 

Kingpin, 2014. Yucef Merhi. Lo político. Carmen Araujo Arte

 

Gerardo Rosales. De la serie Cuidado por donde caminas. 2013.

 

Siete aproximaciones, siete intervenciones, que reniegan de la representación (soberana) y la denuncia, para articularse políticamente como un movimiento crítico que inscribe –en el entre-todos- la revocación de toda vocación simbólica, y se propone residir en la dificultad –y la incertidumbre- de estas situaciones apremiantes: en su opacidad y su impropiedad, en su exceso.

 

Exposición “Lo político”

Del 30 de marzo al  27 de abril, 2014

 Carmen Araujo Arte, Caracas.

 


*El texto e imágenes son cortesía de Oriana Hernández

 

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