MUU lo explica: “Un círculo negro rodeado de blanco, materializa la imagen de la perforación de un proyectil en el cuerpo humano. Es también, el punto de fuga de sangre y fluidos… Blackpoint recrea el punto focal que simboliza el inicio y el fin de la trayectoria de un objeto que irrumpe de manera inesperada y violenta en el cuerpo. La entrada y la salida, la bienvenida y la despedida, un sello imborrable y evidente” . Blackpoint es ese “agujero negro” capaz de absorber y disolver –en un instante imprevisible- la tranquilidad de nuestra cotidianidad y sus certezas, sus rituales y sus posibilidades.
Venezuela es heterogénea, no tanto por mestiza como porque está hecha de trozos de jirones, de narrativas diversas y dispersas que se superponen, se contraponen y hasta pueden obliterarse, que se niegan y se violentan. En estos últimos años esa condición fragmentaria se ha intensificado, dividiendo el cuerpo social en fracciones que se desconocen absolutamente unas a otras, de allí que la nación –el texto que se construye entre-todos desde acuerdos y ejercicios simbólicos- se haya hecho inaccesible, dividiéndose y templándose entre una identidad inasible y nostálgica, y una cotidianidad imposible, fisurada, insuficiente.
Blackpoint, el Performance en 2 movimientos de MUU Blanco, recorre las fisuras y las heridas de esa nación inaccesible que es Venezuela ahora, entre-nosotros y para todos, y lo hace instalándose justamente en el lugar difícil de sus tensiones, de sus desconexiones y polémicas, a través de la reflexión acerca de dos de sus narrativas antagónicas, por una parte, la heroica que versa sobre la identidad y los valores patrios (alegorizada por la belleza bucólica de sus paisajes y su territorio), por la otra, el crudo testimonio sonoro y visual de la violencia –y la represión- que secuestra y mancilla su cuerpo social (documentada en los hechos ocurridos en febrero y marzo de 2014 en Caracas). Entre estas dos narraciones, una simbólica y estética (los paisajes), la otra, quebrada e huidiza (los hechos), se instala el trabajo de MUU como un llamado (casi un grito) a reconocer en toda su crudeza el lugar que se habita y el sitio que cada quién ocupa en él, a reflexionar sobre la tarea –personal y colectiva- de luchar contra las formas elusivas y borrosas como el mal se hace presente, más allá de nuestros deseos y opiniones.
En este llamado –en este reclamo- lo acompaña Rüdiger Safranski quién, en su libro El mal o el drama de la libertad, hace una densa reflexión histórica acerca de los modos cómo el mal acontece en el mundo y cómo el hombre, en la búsqueda de sus propias posibilidades de hacerse “humano” ha intentado contrarrestarlo. En esta historia de enfrentamiento al mal Rüdiger Safranski le otorga al arte un papel significativo no porque sea capaz de producir la belleza (y con ella lo bueno, diría Platón) sino, al contrario, porque es capaz de congregar –o concentrar- en la vida presente –y en la presencia- las intensidades, las potencias y los riesgos necesarios para poner en juego –dar lugar y terreno- la libertad, esa difícil y frágil facultad que nos permite actuar siendo los que somos. Porque como discurso, Blackpoint tematiza la libertad, sus debilidades, elecciones y compromisos, y lo hace al enfrentarnos a esa realidad ineludible, pero también incontenible, que nos ubica siempre formando parte de un entramado sociopolítico que nos sobrepasa, pero del que somos tanto partícipes como responsables.
Por ello, Blackpoint no es exactamente un performance sino una suerte de “acción colectiva” en la que todo espectador será inevitablemente un participante activo y tendrá que lidiar con las contradicciones que allí se presentan, tendrá que responder a los sonidos y será absorbido por las imágenes, sus secuencias y superposiciones, sus incongruencias. En este sentido, Blackpoint se propone como un acontecimiento en el sentido más propio de la palabra, un espacio colectivo –público y político- en el que algo común se impone y agita, algo en común construye historias y encuentros.
Como decíamos, en Blackpoint polemizan dos narrativas, al inicio, secuencias hermosas de pinturas –de paisajes- recuperan la “gesta heroica” de construcción nacional sobre la base de un territorio paradisíaco, un territorio lleno de riquezas y bellezas, un territorio tan generoso que ha sido capaz de obliterar cualquier otra forma de constitución cívica. El paisaje, en este sentido, representa en Venezuela no sólo un género pictórico, sino una fórmula simbólica a partir de la que la nación se hace potencia, patrimonio y bienestar: el paisaje es un enunciado de identidad y un modelo de existencia. Esta secuencia heroica es acompañada por una fusión musical en la que la heterogeneidad afirma su fuerza, y donde el sustrato latino es fundamental. Un inicio de alegrías y reconocimientos, de comparecencia y festividad; un inicio conmemorativo en el que MUU atiende a sus posesiones, a sus haberes –como persona y como miembro de un cuerpo social-, con la ironía lúcida de quien sabe que allí, en ese hacerse como territorio, se emplaza también un peligro, una impotencia.
Esta primera narrativa es quebrada, en una exigencia de auxilio –en una emergencia- por ese testimonio –in crescendo- de las protestas, por los gritos y los disparos reales que allí se escucharon, por multitud de imágenes capturadas en las calles, en las que se muestran las fracturas y heridas insalvables de un cuerpo social desvencijado y descompuesto. Este testimonio, lejos de estructurarse como una “narrativa”, se inscribe justamente como aquello dónde y en lo que ya no es posible narrar, donde las historias se desarman y se disuelven, donde el entre-todos se muestra imposible y la libertad, en cualquiera de sus formas, se fractura. Superpuestas a la narrativa heroica de los paisajes, las imágenes y los sonidos de las protestas hacen evidente cómo lo que ha sido violado y violentado es la vida misma de este cuerpo social que cada vez somos menos, ese cuerpo social que se enfrenta a sí mismo y se invalida. Al final, como lo anuncia MUU, lo que permanece es ese Blackpoint, esa ausencia sin fondo, ese vacío, que reclama de cada quien –y de todos- una respuesta para rehacer los límites de lo factible, para asumir la extrañeza: ante nosotros mismos y ante los otros.
Sandra Pinardi, 2014
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MAAS Performance Presenta:
“Black Point” de Muu Blanco
Happening: 26 de julio, 2014. 8:00pm
Instalación: Desde el 26 de julio hasta el 16 de agosto, 2014.
MAAS | Mandragoras Art Space
36-01 36 Ave. 3rd Floor North, Long Island City, NY 11106
T + 1 347 527 2269
Entrada Libre
BlackPoint fue presentado por el programa de performance de MAAS | Mandragoras Art Space, New York en colaboración con Carmen Araujo Arte, Venezuela.