Site icon Trafico Visual

Luis Brito. Por Lorena González

Publicado originalmente en El Nacional 3 de marzo de 2015

Pocas veces la maestría en el ejercicio de una determinada disciplina artística tiene una dimensión de tanta fortaleza y amplitud como para trascenderse a sí misma y repuntar por encima de todas aquellas variables que le rodean. Más aún, y muy especialmente en la voracidad casi agobiante de los tiempos que vivimos, una imagen o un conjunto de imágenes son capaces de sobrepasar la producción contaminante de su propio tiempo y posicionarse desnudas ante sí, despuntando desde su pureza por entre los endebles repiques de lo instantáneo.

 

Luis Brito, 2007 Imagen: Carlos Germán Rojas

 

Aunque nunca lo conocí personalmente (quiero decir, en la cercanía de la amistad) es de esta manera como siempre he pensado en la obra de Luis Brito: creador incansable de la fotografía, profesional de dimensiones inconmensurables, maestro generoso cuyo agudo y cercano consejo forma una parte muy importante del desarrollo de muchos fotógrafos emergentes, quienes han seguido no solo sus pautas de trabajo o sus palabras; sino también las líneas de ese campo de narrativas activas que nos brindaron sus series fotográficas.

No me equivoco si afirmo que muchos han querido llegar hasta ese lugar, que la fotografía bajo su tratamiento poético, bajo el empalme de una técnica dispuesta a socavar la imagen y redimensionarla en una metáfora dinámica que se trueca ante los ojos del espectador como un documento palpable de lo humano, es tal vez el recinto que todo creador joven espera algún día visualizar, aunque sea a lo lejos. Todos sabemos que Brito estaba allí, navegando en ese mar tan hermoso como crispado que puede significar la capacidad abierta de inocular en cada toma el libre paso del vínculo, la épica y la piedad desde todos los dolores del mundo.

En sociedades desmanteladas por el desconcierto, la sensibilidad pesa. Sin embargo, la maestría de un investigador acucioso frente al complejo escenario económico, político y social que le tocó vivir, lo mantuvo siempre atento, hurgando en las categorías, en los recodos, en los nexos, en las posibilidades de un futuro mejor.

Con mucho pesar toda la comunidad de la cultura venezolana recibió la noticia de la desaparición física de Brito, Premio Nacional de Fotografía en 1996, el pasado domingo 1° de marzo. Su muerte representa una pérdida irreparable para los campos de la imagen y para la continuidad de una labor que seguía otorgando espacios de profundidad y conexión al crecimiento de la fotografía contemporánea en Venezuela. No obstante, la mirada profunda del Gusano, apodo lúdico con el que se le conocía entre admiradores y allegados, seguirá brotando su curso en las contingencias de la creación a través de triunfantes batallas libradas por una cámara que logró imágenes insuperables, fotografías en las que la conjunción inexplicable del silencio junto a las turbulentas vertientes de la vida transformaron los lados más oscuros de la luz y de la realidad, en una renovada y continua evocación crítica de la belleza.

 

Fuente: El Nacional

 

*Agradecimientos a Carlos Germán Rojas por la imagen

Exit mobile version