La restauración del Hotel Humboldt y la revelación de un enigma

Por Laura Soler

 

Sobre la pensativa cumbre del Ávila descansa el Hotel Humboldt, 2140 metros encima del nivel del mar. Han transcurrido seis décadas desde su construcción; pero el diseño de Tomás Sanabria jamás ha sobrepasado los nueve años de servicio continuo. De este modo, la edificación más visible de nuestra ciudad constituye, asimismo, de las más enigmáticas. Para el grueso de los caraqueños, su destino parece incierto mientras se suceden los años y, con ellos, rumores, anuncios, movimiento y, finalmente, silencio.

 

Dank C. Aro©2018

 

Hacia finales del 2017, el presidente Nicolás Maduro aseguró que las restauraciones iniciadas en 2012 culminarían en diciembre de aquel año, declaración que fue acogida con escepticismo.

Sin embargo, desde entonces, grupos de curiosos han remontado el teleférico para comprobar el avance de las restauraciones y su concordancia con el proyecto original de Sanabria.

Loly Sanabria, hija y socia durante 28 años del arquitecto original, ha organizado estos recorridos junto a Gregory Vertullo, arquitecto encargado con el proyecto de recuperación. Explica que su padre “nunca se separaba de sus obras. Para él, sus obras no se concluían el día en que las entregaba el cliente, siempre eran de su interés”. Y se ocupaba de detalles como la hidratación de las plantas o la devolución de una pieza prestada.

 

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De este modo, en el 2002, Tomás y Loly Sanabria visitan la cumbre junto al ingeniero Óscar Urreiztieta, responsable de los cálculos estructurales. Allí constatan el deterioro del edificio, para entonces en manos de Ávila Mágica, al cual la hija del arquitecto se refiere como “Ávila Trágica”.

También en esta época, Tomás Sanabria conoce a Gregory Vertullo, entonces un estudiante en proceso de elaborar su tesis sobre el Hotel Humboldt. El contacto con la familia Sanabria permitirá a Vertullo acceder a bocetos y fotografías del hotel, tal como lo idease su arquitecto.

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 “Dios está en los detalles”

El arquitecto Ludwig Mies van der Rohe popularizó esta frase del escritor francés Gustave Flaubert. Sanabria disfrutó la oportunidad de estudiar en la Universidad de Harvard y de asistir a clases bajo la tutela de aquel alemán, último director de la Escuela de la Bauhaus.

Vertullo asimila esta noción y el lujo de su labor reside en su preocupación por los detalles: la atención hacia la recuperación de materiales y acabados originales.

 

Dank C. Aro©2018

 

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Loly Sanabria alaba el esmero de Vertullo en reparar los daños estructurales y restablecer el fausto del diseño original. Décadas de negligencia y saqueo han despojado al edificio de su vajilla, mobiliario, lámparas y recubrimientos.

Relata que los caños de cobre, característicos del edificio, se preservan únicamente gracias a Pepe, inmigrante español que habitaba el sitio. Pepe pintó las tuberías de negro para disimular su material y a este le debemos que se conserven desde 1956.

 

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Desafortunadamente, los demás objetos no gozaron de esta suerte. Por este motivo, Vertullo ha tenido que reconstruirlos a partir del archivo de la Colección Sanabria y, subsecuentemente, rastrearlos, comisionarlos, y, en algunos casos, importarlos. 

 

“Los gobiernos pasan, pero las obras quedan”

Para Loly Sanabria, Los motivos detrás de los recorridos a la obra en restauración son claros: “Si nosotros no conocemos, nosotros no queremos”, sostiene. Aspira a que la admiración por el diseño de Sanabria y el respeto hacia el esfuerzo de Vertullo susciten deseos de proteger al edificio de sus posibles futuros dueños.

Luego de abrir sus puertas en 1956, el hotel ha sufrido una serie de concesiones desafortunadas y, considera Sanabria, solo el interés activo de los venezolanos por su patrimonio revertirá esto.

 

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La hija del arquitecto subraya la noción de institucionalidad y la separación entre Gobierno y Estado que una anécdota sobre Carlos Raúl Villanueva ilustra. Verídica o no, la historia relata que, ante quienes critican al arquitecto de la Ciudad Universitaria por trabajar junto al Gobierno del general Marcos Pérez Jiménez, este responde que “los gobiernos pasan, pero las obras quedan”.

 

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Epílogo

Como símbolo, el Hotel Humboldt se encuentra cargado de ambivalencia. El documentalista Federico Prieto lo señala en el epílogo de su documental Hotel Humboldt, un milagro en el Ávila (2014): “Insignia cenital de Caracas y metáfora contradictoria del país. Subraya nuestra capacidad de realizar cuando unimos vocación de trabajo, recursos suficientes y talentos excepcionales al emprender una obra. Pero también remarca nuestra tendencia a caer en la desidia, el gasto dispendioso y el irrespeto hacia los profesionales y obreros”.

Solo ocuparnos del Humboldt transformará esta imagen distante en espacio vivo.

 

Laura Soler

@laurasolerh

 

Gracias a Dank C. Aro por las imágenes.

 

                                                     

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