IMAGEN DE CARACAS. El espectáculo de un país efímero

Por Boris Muñoz

 
En su Breve vida Imagen de Caracas, logró rozar las alturas de los grandes espectáculos multimedia del mundo, como Expocanadá o la Linterna Mágica. Un grupo de artistas comandados por Jacobo Borges, trabajó a marcha forzada durante más de dos años para desarrollar la más fabulosa historia de la ciudad que jamás se haya visto. Una sofisticada ceremonia audiovisual en la que se sintetizaban el cine, el teatro, la música y la literatura. Tanta maravilla no podía durar mucho. Poco después de dos meses sus creadores fueron desalojados de su obra asediados a punta de pistola.

 

 

 
Los contados espectadores que asistieron a la última presentación de Imagen de Caracas, una tibia tarde de octubre de 1968, tuvieron oportunidad de presenciar un espectáculo lamentable. Los alrededores de El Conde eran patrullados por camiones abarrotados de efectivos policiales. Los efectivos abandonaron bruscamente las jaulas para apostarse frente al galpón que servía de sede al Dispositivo-Ciudad. Resulta difícil olvidar esas imágenes. De pronto, sin mediar mayores advertencias, abrieron fuego de bombas lacrimógenas para obligar a abandonar la edificación a los responsables del evento. En medio de una nube de humo que los arrinconaba contra las cuerdas de la asfixia salieron como pudieron. La brutal acción fue ordenada por los mismos personajes que dos años atrás habían promovido la realización de esta idea. Pudiera pensarse que en ese mismo instante quedó echada la suerte de la última gran tentativa multimedia realizada en Venezuela.

Pocas veces la iniciativa de un grupo de artistas logró concretarse con tanto brillo, en una idea tan descabellada y fascinante como Imagen de Caracas. Abrió sus puertas el 26 de julio de 1968, minetras los estudiantes se dejaban el pelo largo y levantaban barricadas con la intención de incendiar al mundo. Caracas recién estrenaba sus 400 años y había que encontrar un evento de dimensiones monumentales que reflejara la historia de la ciudad desde du fundación en 1567. La idea de un espacio, en el que convergieran la historia y sus imágenes del presente, en una dinámica de cambio permanente, surgió al calor de las visiones delirantes que Josefina Jordán y Jacobo Borges tuvieron al ser convocados por Inocente Palacios es para la presentación de una propuesta de un espectáculo multimedia.

Los primeros bocetos atraparon a las autoridades municipales de Caracas. Y desde ese momento, un grupo de creadores venidos de puntos meas diversos de las artes y el humanismo se dieron cita durante dos largos años para realizar lo que sería el más ambicioso proyecto audiovisual que haya conocido Venezuela. Miguel Otero Silva, Hans Newman y Alfredo Boulton, miembros del conflictivo comité asesor del evento e batieron en duelo para imponer sus puntos de vista anteel rictus escéptico de los burócratas. Las controversiales opiniones de estos notables alcanzaba en ocasiones temperaturas combustibles. En un país donde los elefantes blancos se pueden encontrar a la vuelta de la esquina, no habían mayores razones para apostar al éxito de una extravagancia, cuyas dimensiones desbordaban con mucho, todo lo antes visto.

El proyectó se desarrolló en medio de la urgenca económica de sus readores y las duras arremetidas contra la izquierda por parte del gobierno de Raúl Leoni. A las carencias dibujaban un panorama asfixiante. En un primer momento ni siquiera existía una base de operaciones. Una tarde caliente de agosto de 1966 Borges convocó a la primera reunión de su equipo de traajo, en una desvencijada oficina de la Concha Acústica de Bello Monte. Arquitectos, costureras, utileros, fotógrafos, pintores, periodistas, carpinteros, electricistas, cuenta-cuentos, acompañaron a Borges, director general del espectáculo, por más de dos años. Mario Robles, Josefina Jordán, Manuel Espinoza, Jorge Chirinos, Ramón Unda, Juan Pedro Posani, Ana Brumlik, Mari Carmen Pérez, Cayetano Francisco Hung, eran los miembros de una nómina que causaría la envidia de cualquier directo de escena.

 

Lo audiovisual en expansión

Con frecuencia las escaramuzas personales empañaban la marcha del trabajo. No era fácil controlar los temperamentos de semejante ensalada de egos. Pero finalmente el trabajo emrinaba por fluir. La Concha Acústica le sirvió de hogar al proyecto hasta la mudanza de tofo el equipo a un enorme galpón en la esquina de Regeneración. Las goteras del techo provocaban afuaceros sobre la maqueta del espectáculo, transformándolo en una verdadera escena de realismo mágico.

Las obras avanzaban on ritmo nervioso. Una primera versión del guión fue encomendado a José Ignacio Cabrujas, pero los compromisos de televisión empujarían a claudicar al dramaturgo. Entonces Adriano González León, apoyado por un equipo de investigación, se consagrei a una nueva versión que tomaba en cuenta cada una de las líneas maestrastrazadas por Borges, Jordán y su equipo. Más tarde González León confesaría que la estructura audiovisual de Imagen de Caracas le permitiría llevar a perfección la estructura narrativa de su novela País Portátil.

La dinámica de Imagen de Caracas echaba mano a todos los recursos del manejo temporal utilizados por la literatura y el cine contemporáneos. Pero había que ir más allá. No sólo se visitaban los hechos, insurrecciones, leyendas, períodos históricos, la intecnión era lograr en una narración interativa, una atmósfera que arrastrara a los espectadores a participar de los acontecimientos que se desarrollaban dentro del gigantesco Dispositivo. Como lo recuerda Margarita D’Amico en su libro Lo audiovisual en expansión, Imagen de Caracas representa, sin duda, unos de los mejores momentos de los medioa audiovisuales en Venezuela.

En un intento por disolver las nociones, “pasado, presente futuro”, la visión lineal de la historia estallaba para dar pasoa una simultaneidad, como en un fabuloso túnel del tiempo. Los primeros tanteos del proyecto reflejaban el delirio de quienes persiguen ir más allá de los hechos históricos para tranformar el presente a través de las voces del pasado. No bastaba con retratar los hechos como los registraban en los libros canónicos de la conquista y la colonia. Era preciso ofrecer una versión revisada de la historia de Venezuela desde el mismo momento en que Colón había anclado en el Delta Amacuro, en 1947.

Sin tener mayores conocimientos técnicos sobre la odisea que se proponían, el quipo comandado por Borges se lanzó a la búsqueda de un modelo inédito de puesta en escena, sin saber que la verdadera dimensieon de sus propósitos echaría muy pronto por tierra cualquier ilusión de cumplir con las pautas establecidas en el cronograma de trabajo. Ni el más insinificante detalle era abandonado a la suerte. Hasta los ángulos de proyección e iluminación eran ensayados en la inmensa maqueta que reprpducía, en miniatura, las características del Dispositivo-Ciudad.

Hay que decirlo sin rodeos: lograrlo era poco menos que imposible. Los recursos tecnológicos más novedosos venían en auxilio de los baches que la imaginación no podía salvar. En los cubos-pantallas que pendían del techo, se proyectaban imágenes del terremoto de 1812, de las primeras conspiraciones fraguadas por Gual y España y de Joaquina Sánchez, mujer de José María España, repartiendo las estampas de la declaración de independencia en 1811 y de la sangrienta batalla de Carabobo. El desfile de las imágenes era sólo el punto e partida para recrear las situaciones que permitían atisbar un nuevo destino para cuando el tiempo nos alcanzara.

 

Secretos de supervivencia

Las dificultades de financiamiento se agravaban a medida que avanzaban los días. Resultaba cada vez más cuesta arriba subsanar las goteras en el presupuesto. Un recurso ingenioso surgió a áultima hora: un estudio a escala en el que se recreaban momentos estelares de la producción, serviría de anzuelo para conseguir dinero extra. Incluso Raúl Leoni hizo un alto en su agenda presidencial paa revisar los adelantos del trabajo. Esta estrategia de recaudación permitió mantener a raya a los acreedores, mientras se acunulaban millares de pies de celuloide que finalmente proporcionarían material editado para más de 30 horas de transmisión continua.

Como siempre los grandes sueños suelen costar caro. La obra significeo una inversión de seis millones de bolívares que permitieron artillar, con la más sofisticada tecnología audiovisual de la época, el Dispositivo-Ciudad, instalado en el inmenso galpón que abarcaba una superficie cubierta de una hectárea e el Conde, muy cerca de lo que es actualmente el complejo arquitectónico de Parque Central. Ocho proyectores de 35 mm, 45 dia-proyectores de diapositivas, suspendidos en torres metálicas y en la estructura superior del dispotivo, proyectaban simultaneamente sobre ocho pantallas en forma de cubo con 22 metros de largo por 10 de ancho. Los cubos pod´ân desplazarse de arriba hacia abajo y de un lado a otro para reforar el efecto de movimiento y simultaneidad buscada. Este inventario sereia el colofón de cientos de bocetos y maquetas y los trabajos forzados de un grupo de artistas que no lograría nunca reunirse nunca más.

 

Golpe de dados                                                   

Como un jugador de dados que sabe que el manojo de cartas en sus manos puede ser su última partida, Borges y su equipo decidieron jugarse el todo por el todo. En Imagen de Caracas, más que un espectáculo, se transmitía la visión del mundo de un puñado de soñadores, bañados en la retórica historicista de una década que murió entre rapsodias hippies y revoluciones a medias.

Todas las curiosas historias que rodean la breve vida de Imagen de Caracas temrinan por dibujar una tarea colosal, semejante a las accientadassuperproducciones de Hollywood. Sólo que esta vez el estigma inescrutable del desafecto institucional, marcaría con el sello de las más ominosa censura y, posteriormente, con el olvido por conveniencia, los días de espectáculo. En una época dominada por la inestabilidad política, la fobia gubernamental a los discursos insurrecionales no perdonó el hecho de que casi todos los artífices de Imagen de Caracas fueran militantes de izquierda.

A la luz de las prolamas que vomitaban los parlantes del espectáculo no les faltaba razón. En el cotazón de ese inmenso anfibio audiovisual, la voz ronca y envolvente de Salvador Garmendia, sacudía al espectador con epígrafes ladirarios de Bolívar. “Acordáos que sois venezolanos, caraqueños. Del cielos que osvio nacer y del suelo que os dio asiento. ¿Y con tan inestimables virtudes os resignáis a vivir sin ser libres? ”

Durante los dos meses de vida, las reacciones del público no dejaban de asombrar al equipo de producción. Sopresa, conmoción, incredulidad y miedo eran algunas de las emociones que despertaba la travesía por ese circo donde se miraba la historia, sus momentos dramáticos y acciones caricaturescas. Pero tambi´n algunos voceros e la derecha intelectual criticaron el evento acusándolo de ser un despilfarro de dimensoines increíbles. Lo demás corría por cuenta de los que cada quien quisiera agregar a esa desmesurada jugada.

 

Linterna mágica

A pesar de la indiferencia oficial hacia su propia criatura, la crítica internacional no dudó en situar a Imagen de Caracas a la vanguardia de todos los espectáculos multimedia del mundo, incluso a la par de la Linterna Mágica de Checoslovaqueia y Expocanadá.

Pero la experiencia suele teñir cualquier evocación con sabores amargos. Josefina Jordán se permite retratar las últimas escenas de la historia. “La propuesta de la Historia en permanente transformación parece que disgustó a la cúpula de AD. Después de realizar ese esfuerzo nos negaron el apoyo publicitario para promover la asistencia. La gente no dejó de ir y de asombrarse con un concepto que logró dislocarle la cabeza a más de uno. Un buen día decretaron el cierre sin ofrecers avisos ni explicaciones. Los responsables de producir Imagen de Caracas nos pusimos en huelga de hambre en protesta contra ese atropello. La respuesta fue el bombardeo de las instalaciones con ombas lacrimógenas y el desalojo a punta de peinilla por parte de la policía.

Ahora, a casi treinta años de aquel día en el que las artes visuales lograron un momento crucial en el que se unían las más deslumbrantes propuestas escénicas, la vanguardia conceptual y la desbordada imaginación, en una mezcla única de ironía y crítica a las instituciones, es muy poco lo que se ha salvado del olvido. El afán de arrasamiento y la cultura de la provisionalidad, como metáforas donde lo efímero suele ser la regla, parecen haberse llevado todo al mismo infierno. Algunos testimonios, documentos de la época y breves recortes de prensa sobreviven en el módulo audiovisual de la Biblioteca Nacional, para quien quiera vislumbrar el tamaño de esa hazaña.

Si. En cambio, lo que se busca es asomar su truculento destino vale la pena escuchar las úlltimas palabras de Jordán sobre esa historia, “Creo que en esa anécdota se sintetiza la paradoja patética de la democracia adeca: la poca excelencia que han logrado construir, la echan al suelo a patadas”.-

 

Boris Muñoz

 

Publicado originalmente en la revista IMAGEN. La cultura confrontada. N. 100-11 Mayo, junio, julio 1995

 

 

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