Modernidad y naufragio: Una metáfora sin discursos ni plegarias

Por Manuel Vásquez-Ortega

                                                                                                                                

“Veinte o treinta personas juntas podían pasar horas en silencio.
A veces, al verlos, me daba la sensación de estar contemplando cómo la gente olvidaba lo que es hablar.
Cuando terminen de darse semejante paliza trabajando,
habrán olvidado todas las palabras”.
Herta Müller. El rey se inclina y mata.

           

            En condiciones de supervivencia o arduas jornadas de trabajo el hombre puede dejar de lado todo resquicio entre palabra y objeto para convertir acciones cotidianas en instintos silentes. Sin embargo, lejos del contexto geográfico en el que se inscribe la literatura de la rumana H. Müller -aunque con características sociales similares- la actualidad venezolana parece desarrollarse en medio de la suma de muchos silencios, creadores de una atmósfera ensordecedora en la que con detalle pueden distinguirse los ecos propios del caos y la histeria.

            Así, en medio de la incesante búsqueda de alimentos y la adaptación a un nuevo cono monetario, el éxodo masivo y la tortura de presos políticos, una serie de sucesos convertidos en imágenes aparecen para relatar desde el mutismo (sonoro) de la fotografía las desventuras de una nación en crisis; imágenes virales “que hoy golpean nuestro ánimo y nos incomodan” pero que “mañana servirán de registro, denuncia y memoria” (Johanna Pérez Daza, La culpa (no) es de la imagen). En paralelo a estas, otra clase de imágenes surge en el panorama visual, despojadas de literalidades que –ante las masas y el amarillismo- podrían hacerse menos populares al momento de emitir reacciones. No obstante, son estas situaciones de naturaleza metafórica eventos propicios para la creación por parte de terceros, quienes observan una serie de similitudes y dan cuenta de nuevas situaciones a través de referentes conocidos.

Recientemente, la noticia de una embarcación en proceso de naufragio apareció de forma reiterativa en encabezados y titulares bajo la certeza de lo que ‘realmente’ fue: Se produjo hundimiento parcial de buque Conferry en Puerto la Cruz. El acontecimiento trasciende su contenido informativo para resumirse en una serie de fotografías anónimas que revelan la presente condición de espectáculo (en términos de G. Debord) como “una relación social entre personas mediatizada por imágenes. Este suceso espectacularizado -ahora convertido y tratado como representación- abre los campos de su lectura a un sinfín de interpretaciones entre las que la metáfora aparece para establecer un discurso anclado a un contexto situacional y sociocultural que hace posible ver la imagen de un naufragio como “un símbolo capaz de resumir, de una manera estrepitosa, la incapacidad de un modelo que ya no lleva consigo sino lastres y fracasos” (Willy McKey, Un barco que se hunde).

Por su parte la máquina ha sido desde siempre una alegoría de modernidad, en este caso un buque emblemático de Venezuela se aprecia como representación del mítico progreso nacional encallado en la desidia, hecho que hace propicio cuestionar si el declive silencioso del mismo se vuelve ruido sólo al convertirse en imagen. ¿Es posible para cualquiera entender la connotación del ahogo del penúltimo ferry operativo en el país? O más aún, ¿la metáfora existe sólo en el campo de la representación, o en lo ‘real’ más allá de la retórica significa realmente algo?

 

(Se produjo hundimiento parcial de buque Conferry en Puerto la Cruz. Buscador de imágenes)

 

Superada la espontaneidad del ferry margariteño, la imagen metafórica de una modernidad en tragedia encuentra su interpretación –literalmente- construida por el artista danés Asmund Havsteen-Mikkelsen en la pieza Flooded Modernity (Modernidad inundada, 2018), en la que un fragmento de maqueta en escala real de la Villa Savoye de Le Corbusier es sumergida en un fiordo europeo. En esta, la “máquina para vivir” del padre del Movimiento Moderno se hunde con sus logros y derrotas como crítica a la situación actual del ideal de pensamiento occidental, mientras expone la naturaleza del hecho arquitectónico como artefacto de comunicación con la capacidad de narrar a través de su materialidad y espacio los episodios históricos en los que se ubica.

 

Flooded Modernity, Asmund Havsteen-Mikkelsen. (2018).

 

Así la imagen del naufragio se traduce en un mensaje sin discursos ni plegarias: la modernidad se encuentra en agonía. En torno a este juicio (nada nuevo y bastante comentado), Octavio Paz asegura que el fracaso de la misma se encuentra en los dos grandes modelos de modernización: el capitalismo y el socialismo, los cuales se olvidan de la condición plural del sistema de pensamiento para recurrir ambos a la oscura utopía de la igualdad. Por su parte, la historia venezolana se escribe a partir de experimentos, retazos, episodios y superposiciones entre ambas formas, y en este transcurso, la arquitectura evoluciona y modifica sus discursos para acoplar su imagen a dichos pensares.

Bajo esta premisa se erige en pleno corazón de Caracas en 1990 el Centro Financiero Confinanzas de David Brillembourg, magnate de las finanzas venezolanas, que imaginó su imperio en una edificación de más de 40 pisos de concreto y muro cortina, continuando con la herencia antigua de la arquitectura como medio manifestativo del poder. La muerte de su patrocinador en 1993, la intervención estatal de su empresa base y el declive económico nacional del 94 termina por paralizar la construcción, clausurada y subastada en una venta sin puja. Tras una serie mínima de intentos de recuperación, La Torre de David es abandonada a la deriva en una ciudad caracterizada por su temperamento despiadado.

 

(La Torre de David. Buscador de imágenes)

 

Los años venideros no fueron menos crueles para el edificio, cuerpo inerte en descomposición frente a las miradas de ciudadanos, víctimas y victimarios de La Torre, saqueada y desbalijada hasta sólo quedar las estructuras de un hito espectral que encierra las historias más oscuras de la economía venezolana del finalizado siglo XX. Ya en 2007 La Torre es habitada por colectivos de familias sin vivienda propia, que encuentran en la ocupación invasiva –y en el desinterés gubernamental- una respuesta a las necesidades básicas de techo y cobijo. Finalmente, tras el desalojo parcial de los habitantes y las especulaciones sobre una posible venta a China, la desolada vida de La Torre continúa en inconclusión.

La ruina de una promesa, el declive de un hito, lo inacabado de un proyecto… las metáforas presentes en La Torre de David parecen multiplicarse tal potencia de una potencia para relatar las desventuras de la historia contemporánea en un único elemento. Sin embargo, como una imagen no es fotografía hasta no ser capturada, desde 2010 y en continua revisión, la dupla de artistas Bonadies + Olavarría se inmerge en la clandestinidad expuesta de La Torre para desentrañar sus dinámicas y relatos por medio de “pensamientos, ideas, proyecciones o especulación plástica” (o en resumen, imágenes) que permiten a sus observadores interpretar el contenido retórico tanto de su arquitectura como de su tragedia.

Las metáforas visuales de Ángela Bonadies y Juan José Olavarría nos hablan entonces de la ambigüedad propia de lo que somos como país, “decadente y carnavalesco, triste y festivo, detenido y vital”, ambivalencias que resaltan en el contraste del adentro y el afuera como evidencia de la condición heterotópica de La Torre, donde “se crea un espacio de ilusión que denuncia como más ilusorio todavía todo el espacio real”

 

La Torre de David. Bonadies + Olavarría (2010 – ).

 

Pero, como la realidad en Venezuela se presenta en incesante alteración, el suceso de un fuerte sismo a lo largo del territorio nacional se posicionó como una nueva noticia en la que todos fueron testigos. Entre los pocos afectados por el movimiento telúrico estuvo La Torre, bautizada por la dupla artística como “Bestia catedral”, para sumar una nueva imagen a la condena de la edificación, que inclinó sus pisos superiores en señal de jaque estructural, de declive histórico, de rendición final, o contrariamente, de posición de ataque.

Muchos mensajes y metáforas se ocultan en una actualidad amordazada por la supervivencia, parece por momentos no quedar más que imágenes que nos permitan ver en ellas las señales de nuestro presente, pues como simples sucesos espectacularizados o como mensajes del universo, las metáforas permiten comunicarnos en medio del silencio.

Mientras,

“el fuerte sismo
sacude la estructura
de la bestia catedral
cuyo significado pesa más
que la imaginación”.

Más información sobre La Torre de David (De Ángela Bonadies y Juan José Olavarría) en: latorrededavid.blogspot.com

 

P.D: Tras la especulación sobre la posible caída de los pisos, la confirmación oficial de un 25% de inclinación y la negación “popular” de este suceso, La Torre abraza un nuevo mito sobre su existencia, pues la simulación y los límites difusos entre lo real y lo no real también forman parte de la modernidad y su agonía.

 

(Sismo 2018, La Torre de David. Buscador de imágenes)                                                                           

 


 

Referencias:

Muller, Herta. El rey se inclina y mata (2003). Ediciones Siruela.

Oliveras, Elena. LA METÁFORA EN EL ARTE (2006). Emecé Editores.

Ospina, C. La universalidad de la metáfora en el arte. Estud.filos nº41, Junio de 2010.  Universidad de Antioquia pp. 181-200.

 

 

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