MORADA de Malu Valerio. Un archivo abierto

 
Malu Valerio no descansa y es que en estos días viaja por la tierra zuliana recorriendo la guajira venezolana en su indetenible investigación sobre los textiles y las fibras que definen las diferentes culturas e identidades de la geografía venezolana, pero que para ella merecen otros siginificados en su obra. En alguna pausa de su intenso viaje, desafiando las altas temperaturas del Occidente, su talante fresco y generoso permitió que nos diera detalles sobre Morada, investigación expositiva que se presenta en el Museo de Arte Contemporáneo del Zulia MACZUL.
Así nos lo cuenta Malu: “Sobre el proyecto Morada, esta experiencia en la Sala Lateral del Maczul es la tercera ocasión que me permite mostrar los resultados de la investigación que en este caso es una suerte de archivo abierto (primero fue en Cerquone Projects , luego en la Macolla Creativa y ahora acá). Con Carmen Alicia Di Pasquale realizamos un diálogo a partir de los resultados de este año de trabajo y diálogo primordial con la abogada y activista de Derechos Humanos, Linda Loaiza, en el que nos propusimos dar cuenta de la energía fluctuante que ha determinado este proyecto, los vaivenes propios de los diferentes estados de ánimo y de cómo estos vaivenes influyen en los resultados del trabajo, cómo han permeado mis procesos creativos e incluso a nivel anímico, etc..”
“El proyecto Morada habla del espacio doméstico como lugar de manifestación de la privativa de libertad, lugar de resguardo y ocurrencia de más del cincuenta por ciento de los delitos de género. Y morada es también la coloratura que toma la piel al ser receptora de contusiones. Me interesa la doble significancia de la morada, su relación con la moradura o el moretón y también con la idea de morar un espacio por parte de los moradores.. “

 

Texto 1.

Morada, refugio y encierro. 

La morada abre lo escindido. Rematar desde sí lo fragmentado, es el designio.
La morada contiene —desperdigados—, papeles, telas, textos y fotos en las que se cruzan las huellas reales con las recreadas.
La morada es un ir y venir entre la realidad y la propuesta. Pero «lo dado» se sobrepone al resto. Es una incesante reconstrucción que pone a prueba la memoria y el testimonio, la creación y el lenguaje.
¿Qué encarna la violencia sobre un cuerpo? ¿Cómo se construye a partir de lo que fue destruido?
Entrelazo lo desperdigado pero lo difuso persiste. La dispersión es el signo. Adentro se cuece la unión pero poco de ella es visible. De algunos modos, de ciertas maneras, aparece. De innumerables y perturbadoras lecturas, el silencio impone sus pausas. El documento se abre y es posible comenzar a compartirlo con otros. La connivencia aparece. La culpa se acorta.
Esta morada es, al mismo tiempo, cobijo y lugar de castigo. La piel morada habla: la contusión no se puede ocultar.
Se muestra el archivo: no hay índice. Son capas de historias solapadas.
Han transcurrido casi veinte años, parece mucho y parece poco.
Ella me invadió por meses, yo la invado aún. Somos la casa. La morada está afuera y también adentro de cada una. Mi casa fue asaltada, yo procuré ese asalto. Bajo un signo poético, dejamos ver lo que «sucedió». Ventilamos sus datos pero no sabemos qué hacer con lo ocurrido.
Entonces decidimos contarlo; para algo debe servir narrar.

 

Texto 2.

Una bitácora posible

En agosto de 2018 tuvimos el primer acercamiento con un café. — Hola, un placer, — el placer es mío. — Qué bueno poder conocerte, me gusta mucho tu trabajo, —agradecida. — Sé de tu lucha, es admirable lo que haces. — Buen provecho. — He leído sobre ti, (re)conozco tu experiencia y el modo como la has llevado. Eres un símbolo para muchas mujeres, — lo sé. — Han pasado muchos años, no ha terminado. Luchar por mí es luchar por todas. Vi lo que hiciste, es muy bello, — gracias. — Me gustaría hacer algo contigo, un libro, no me des respuesta ahora, piénsalo. — Está bien, sí quiero. —Okey, que bueno, me contenta mucho. — Gracias.
Desde entonces van once meses. He seguido leyendo sobre tí, me has dado mucho. Recibo todo eso y procuro ver qué hacer, ¡me abruma tanto! Pero no me puedo detener. A veces siento que no voy a lograr narrar la historia que he ido construyendo. Debo contar algo desde aquí. Un libro no es suficiente para contener la experiencia viva contigo. Sigo leyendo. Son días raros, no quiero ver a nadie. Me alejo para leer más de ti. Han dicho mucho, certezas, mentiras. Nos vemos con cierta frecuencia, hablamos mucho; casi no nos vemos, hablamos poco. Apareces. Desapareces. Entregas, sueltas. Recoges.
¿Qué me acercó a ti? ¿Por qué fue posible? Trato de comprenderte: mientras más lo intento más te escapas. No podría conocer a alguien más como tú. Eres única, pero tu voz es la voz de todas.
A veces no nos entendemos. Nuestras naturalezas se acercan y se alejan constantemente. No sé qué pensar. Me aproximo para tratar de ver lo que tú miras. No lo logro casi nunca. No importa, tampoco es tan necesario. Hago mi mejor esfuerzo por comprenderte, por digerirlo todo. No es suficiente.
Sigue llegando mucha información. Recibo tus correos, descargas archivos en mi computador, me etiquetas en posts de instagram, envias links al whastsapp. Es mucho. Trato de seguir tu ritmo. Pero ¿sabes?, están pasando muchas cosas. Vivo el exceso. Son muchas tantas otras. Cada día, una más, dos más. Hay que trabajar por todas. Más.
Lo que leo se me queda en la garganta y me ahoga. Las imágenes son aún más duras. Paso días en eso, luego me detengo y tomo las telas, empiezo a cortar, a coser, a bordar. Transfiero la historia a la tela. Tomo los hilos, pasan los días. Me calmo. Sigo con las telas, medito en ellas. Apareces. Envías más. Nos vemos y me entregas documentos, papeles, récipes, placas de rayos equis, fotos, tu biblia; tus signos se esparcen. — Te estoy entregando mi vida, dices. Lo cuido todo. Pero no es tu vida: es tu mundo mezclándose con mi mundo. Necesito coser(los).
Hablamos por teléfono, viajas, regresas. Nos vemos, cortito. Me envías más cosas. Las recibo. Sigo con las telas, quieres ver. Esto «toma tiempo». Toma tiempo elaborarlo. Pausamos. Hablamos. Nos vemos. Mostramos algunos adelantos, dejamos que otros vean los procesos abiertos. El archivo se muestra activado por la obra. La memoria ejecuta su escena. Te alegras, me alegro. Queremos hacer más. Nos detenemos. No te veo. Hablamos. Estás agobiada de cosas, te entiendo. Espero por ti.
Sigo. Otra ocasión para mostrar una nueva fase de la investigación. Hablamos. Te envío fotos, te alegras. Me dices que tratarás de hacer lo posible para llegar, no puedes. Sigo. Hay algunos resultados nuevos, aparecen otros lenguajes. Encuentro maneras de decirte. Otras maneras. Me alegra poder seguir.
Te espero.
Silencio.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Morada, refugio y encierro 
Museo de Arte Contemporáneo del Zulia Maczul, Sala Lateral 
Malu Valerio 
Diálogo con: Carmen Alicia Di Pasquale 
Ejercicio Museográfico: Jonathan Lara 
Registro: Maria Alejandra Sánchez 

 

 

Agradecemos a Malu Valerio por los textos y las imágenes

 

 

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