Por Elizama Almeida
Ser escritora no fue la primera opción para Clarice Lispector, por extraño que nos parezca ahora. A pesar de haber estudiado derecho en la Universidad de Brasil, colaborado en editoriales y traducición de novelas, fue en la escritura de ficción donde se destacó. Pero uno no vive solo de la ficción, y Clarice tuvo su romance con la pintura.
En general, las líneas divisorias entre las artes visuales y literarias se han difuminado durante mucho tiempo. Algunos de los grandes íconos de la literatura, como Fyodor Dostoyevsky, Edgar Allan Poe y Franz Kafka, además de los brasileños Monteiro Lobato, Rubem Braga, Érico Veríssimo y Ferreira Gullar, encontraron placer en las artes visuales. Clarice Lispector también se aventuró por este camino, principalmente en la década de 1970
La fascinación por la pintura y por la dinámica que demandaba este tipo de arte se manifestó en los personajes y relatos de Clarice, sobre todo en Agua Viva, libro publicado en 1973, en el que se aborda el tema de forma intensa y experimental. La pintura y la escritura se encuentran en diferentes perspectivas del mismo plano. Allí se produce un juego, de principio a fin, entre un yo y un tú, entre el lienzo y la página, entre la pintura y la letra, que deshace la linealidad y serenidad a la que están acostumbrados los lectores convencionales. Ni la novela, ni la poesía, “el género ya no me domina”, dice el narrador de Agua Viva (aunque, a efectos de catalogación bibliográfica, hubo que etiquetarlo como “novela”).
Entre las obras que componen la Colección Clarice Lispector, que se encuentra en el IMS desde 2004, se encuentran dos de las aproximadamente 20 pinturas conocidas de la autora: Interior da gruta (Interior de la cueva) y una obra sin título. Aunque no parece ser tan hábil pintando como lo es en la escritura, en Interior da gruta, Clarice crea una sensación similar a la que provocan sus historias: malestar. Si a primera vista la pintura puede provocar un efecto de extrañamiento, a segunda vista el observador tiende a ser superado por una especie de hipnosis.
Con sus colores marrón, verde, rojo y amarillo pintados verticalmente en gouache, la pintura coloca a su espectador en un estado de casi intrusión. La imagen pretende estar “detrás del pensamiento”, título que en realidad se le daría a Agua Viva. Detrás del pensamiento, cerca de lo no racional, lo salvaje, el primer impulso, la adivinación.
El narrador de la novela dice lo siguiente sobre las cuevas:
Quiero poner en palabras pero sin describir la existencia de la cueva que pinté hace un tiempo, y no sé cómo. Solo repitiendo su dulce horror, caverna de terror y maravillas, lugar de almas afligidas, invierno e infierno, sustrato imprevisible de un mal que está dentro de una tierra que no es fértil. Llamo a la cueva por su nombre y comienza a vivir con su miasma. Entonces me temo a mí mismo que sabe pintar el horror, yo, criatura de cavernas resonantes que soy, y me asfixio porque soy palabra y también su eco.
En la segunda pintura, la misma dinámica: una profusión de líneas, una superposición de trazos verticales verdes, rosas y blancos. Un mosaico, al parecer, solo impulso, salta sin descanso. A pesar de la sencillez del material – aguada sobre contrachapado y óleo sobre lienzo, respectivamente – y de la rusticidad de los trazos, persiste un alejamiento similar al de su escritura.
Las pinturas y el libro Agua Viva parecen tener un mismo propósito: descubrir el “instante-ahora”, el eso, escapando a posibles definiciones. “Mi pintura”, dice el narrador, “no tiene palabras”. La intención es simplemente escribir y dibujar como una improvisación de jazz.
Publicado originalmente en https://site.claricelispector.ims.com.br/2013/08/06/eu-queria-escrever-como-um-pintor/
Traducción Ileana Ramírez Romero
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[1] La grabación de audio del programa de Angela, en la que Cazuza hace esta declaración y canta “Que Dios venga” está disponible en www.youtube.com/watch?v=X3JzJHJg758. Consultado el 07/2018.
[2] “Venga Dios” (Frejat / Cazuza / Clarice Lispector). Grabado originalmente por Barão Vermelho en el álbum Declare Guerra (1986) y regrabado por Cássia Eller en Cássia Eller (1990). La única grabación con la voz de Cazuza es precisamente la grabación de audio informal de este espectáculo de Angela Ro Ro.
[3] “El via-crucis del cuerpo” (Cazuza). Texto sin música.
[4] En: Cerca del corazón salvaje (LISPECTOR, 1998: 70)
[5] En: Água Viva (LISPECTOR, 1998, p. 16)
[6] NUNES apud HELENA, 2006: 38.