Por Jordi Santiago Flores
El universo que reúne estas cerámicas tiene un estilo de caricatura grotesca y política, como una extravagante ilustración que fricciona realidad y disparate. Piezas que se comportan como organismos que nos inquietan —quieren moverse, arrastrar su materia, dejarse usar— preciosamente estetizadas al punto en que cada elemento se hace atractivo y deseable.
Estas obras excitan la mirada porque logran, con belleza, evocar elementos que el espectador reconoce: ojos, dedos, lenguas, platos típicos, escenas eróticas y entidades fantásticas. Texturas que saltan a la vista, altos relieves, presencias grutescas y deformes con incrustaciones de la naturaleza. El conjunto nos conduce hacia una sensorialidad exaltada.
Manuela Zárate nos presenta en esta exposición estructuras que no son perturbadoras ni perturbadas, y aunque se exhiben cándidas, son aparatos infaliblemente críticos. Nos interpelan y a la vez nos tientan.
La muestra está conformada por obras que parten de la tierra, lo terreno y lo terrenal; tomando cada concepto como uno distinto. La tierra: el barro, el suelo, el terruño; lo terreno: la existencia plena, simple, de cuerpos que interactúan (y se comen); y lo terrenal como una experiencia mundana compleja, hecha de misticismo con la naturaleza y vida espacial doméstica.
La propuesta de la artista es de un carácter expresivo y pictórico astuto para manejar elementos simbólicos. Su mayor tono disruptivo, intelectualmente, puede ser la ironía de sus representaciones: mezcla parodia, absurdo y un conceptualismo que va al grano con su mensaje. En este discurso tienen presencia juegos de lenguaje interesantes: Quimeras, monstruo y anhelo; Comida, alimento y cuerpo femenino devorado; Guiso, cocción y treta.
La muestra se presenta evocando una suerte de menú tradicional con símbolos por doquier. Cada pieza es política en un sentido simbolista, podríamos trazar una analogía con Les fleurs du mal del poeta Charles Baudelaire. Así como un aire expresionista de las pinturas del artista belga James Ensor.
Las piezas de Manuela Zárate mezclan así mismo lo tradicional (imaginarios comunes, deidades y tótems de la cultura indoamericana) con la tradición occidental. De ahí que las obras de la artista sean profundamente políticas a un nivel antropofágico. Oswald de Andrade postuló que “Solo la antropofagia nos une”, en su Manifiesto antropófago (1928). Un documento estético-político cuya postura defiende el hermoso mestizaje hecho penosamente de violencia. Lo propio como deglución de lo ajeno.
Esta exposición es una muestra de cuerpos alimenticios que nos dejan en estado de apetito (o hambre), nos tientan, pero están mediados por un imposible: solo para mirar y no para comer; como imágenes de pornfood. No es este un apunte fortuito, la propuesta de Zárate sugiere una discusión sobre el deseo de los cuerpos, su intercambio, posesión, consumo y los juegos de poder que se suscitan.
El guiso nos invita a reconocernos, comernos y crearnos. En estas piezas de la artista Manuela Zárate no veremos la claridad del agua sino la turbidez del barro removido desde el fondo.-
Manuela Zárate [San Fernando, 1994]
Joven artista que estudió Artes plásticas, mención Cerámica, en la Universidad Experimental de las Artes (UNEARTE). También es técnico medio en la Escuela de Arte Cristóbal Rojas, mención Artes del fuego (2012). Realizó sus pasantías en el Museo de Arte Afroamericano y en la Fundación Nelson Sánchez Chapellín (2021-2012). Durante el 2019 participó en las exposiciones: Tierra de gracia, naturaleza-paisaje-territorio en la Galería Beatriz Gil y en Una constelación de Mollusca: sustrato de creación e investigación.
EL GUISO
Manuela Zárate
Galería ABRA. Centro de Arte Los Gapones
18.09.2021 – 28.11.2021 | g9
Imágenes cortesía de ABRA. Beatriz González
