En las entrañas de la bestia. Ángela Bonadies & Juan José Olavarría

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En la búsqueda ensoñada de una respuesta al caos que domina la vida en la República Bolivariana socialista del siglo XXI, A y J nos conducen a una aventura a través de las entrañas de la bestia jerárquica y criminal. Pasearemos por espacios carcelarios, por las guaridas del «caudillo»: figura elusiva que representa el poder autoritario y machista característico de una violenta cultura heroica.

En 2010, Ángela Bonadies (Caracas, 1970) y Juan José Olavarría (Valencia, Venezuela, 1969) inician el proyecto titulado La Torre de David. Este work in progress toma como eje la ocupación, por parte de diversas familias e individuos sin vivienda, del Centro Financiero Confinanzas, rascacielos de 45 pisos y 195 metros de altura que era la tercera construcción más alta de Caracas. La Torre de David, así llamada porque su promotor fue el banquero venezolano David Brillembourg, empezó a levantarse en 1990, como parte de un plan urbanístico impulsado por empresarios que habían amasado sus fortunas con el boom bursátil de los ochenta, y que pretendía crear en esta zona de la capital un bulevar al estilo de Wall Street. Sin embargo, las obras se detuvieron en 1994, debido a la quiebra financiera del grupo Confinanzas tras las sanciones impuestas por el gobierno de Rafael Caldera. En 2007, cuando el edificio presentaba un estado ruinoso, empezaron a instalarse familias precarias que llegaron a ser un total de novecientas, unas cuatro mil quinientas personas en su etapa de mayor densidad, quienes, amparados bajo la figura de la cooperativa habitacional Casiques de Venezuela, construyeron sus casas y permanecieron allí hasta 2014, siendo desalojados por el presidente Nicolás Maduro. Tras negociar con el responsable de la comunidad, una especie de capo que ordenaba la vida colectiva e imponía las reglas a seguir, Bonadies y Olavarría accedieron al interior de la torre y documentaron los espacios domésticos y la nueva morfología arquitectónica, además de mantener conversaciones con sus habitantes. Según señalan los propios artistas, la torre es un icono que representa las últimas décadas de Venezuela: de la promesa modernizadora del capital hasta la promesa revolucionaria del Estado.

Concebida como una novela gráfica, En las entrañas de la bestia se añade a los numerosos trabajos desarrollados bajo el epígrafe La Torre de David, los cuales adoptaron distintos formatos —instalaciones, esculturas, fotografías, etc.— según sus sucesivas visualizaciones públicas. En esta exposición no solo se muestran los dibujos originales, sino también una presentación museográfica inédita, concebida específicamente para la Sala Miserachs.

LA TORRE DE DAVID / «EL ELEFANTE BLANCO»
Ángela Bonadies & Juan José Olavarría

La estuvimos observando durante mucho tiempo por fuera
y especulamos sobre su forma.

La retícula impactada representaba una promesa que se había
agrietado o era ficticia y mostraba en su superficie la polémica
entre abstracción y figuración.

Hicimos varios intentos para entrar, pero vinieron las lluvias
y como siempre: la marea fue revuelta. Ella también colapsó,
claro, como tantas otras en el territorio.

Finalmente nos recibió una compuerta roja destartalada
por la que entramos en su cuerpo e hicimos recorridos.
El punto de partida fue un desierto de concreto,
una impresionante estructura amplia y limpia, simétrica
y de alto alcance, que conecta varios órganos del animal,
de donde surgen huecos repetitivos que se reducen hacia el cielo
en perspectiva como una columna vaciada o invertida.

Y hacia las tripas se vuelve a asomar la pugna entre
figuras y sombras, entre la realidad y la ficción, con vehículos
y componentes que mezclan décadas y calidades.

Amplio, mucho más que todo lo demás, el estómago de la bestia,
custodiada toda por dientes afilados, como en una cárcel, iglesia
o cuartel.

Muchas cosas a la vista y otras opacas y las brutales
desproporciones acentuadas mientras ascendíamos aquella
catedral perforada por la que se pueden ver yuxtapuestas capas
de sentido.

Varios momentos y el «eterno inacabado» que preocupaba
a Simón Rodríguez cuando apuntó «las cosas han de estar a
medio hacer mientras se están haciendo» y ahí respira la
bestia-catedral de clima cálido de Sociedades Americanas.

Encontramos signos de cierta «perseverancia» del trópico,
como sucede siempre bajo las arterias viales de nuestra
suramericana vida, donde surgen plantas y árboles tercos
y torcidos entre las grietas y juntas, como «en el corazón
de las tinieblas» pero en selva de concreto, el verde se cuela
y cuelga como esquinado o sorpresivo buscando luz.
Aparecen espacios de una precariedad angustiosa, como un
final de historia o «shoá». Síntomas endémicos que quedaron
por décadas en la misma posición y cosas que «han de estar
a medio hacer mientras se están haciendo» para siempre.
Caminamos en la prehistoria cultural, esto impresiona,
en un viaje en el espacio y uno más largo en el tiempo, remoto.
La historia construida y vuelta a caer representada en
un casi joven cuerpo enorme y robusto con fracturas
en toda la osamenta.
Orgánico y patológico, con marcas de intervenciones y cortes,
la gran ballena blanca herida en traducción local,
el gran elefante blanco firme y arrasador como escenario
de pugnas.
Y aún, la mirada romántica y exótica encantada
con el sistema mágico religioso, con el lejano e indomable
animal de prehistorias sociales, con las construcciones tribales
del espacio dentro de la bestia, con el corazón jerárquico del
cacique coronado y con los súbditos de la nada.
Con un estado de cosas inacabadas y sin nombre.6 7
Aún cierta mirada de algunos por los binoculares de la
civilización que aplauden los relatos lejanos de asesinatos
y violaciones, que aquí sólo llevan al poder disfrazado
de dogma de fe, al estómago que no mastica sino ingurgita,
a los ojos que dan órdenes y clasifican.
Dentro: clases sociales, jerarquías, exclusiones, misiones falsas
y es de cientos y miles la necesidad de instalarse bajo techo.
La bestia se disfraza de terreno horizontal, en camuflaje
participativo. Pero en verdad, una sola cabeza que designa
lo que sí y no tolera y uniforma, como en todo el territorio,
el lado que controla.
Lo demás en el organismo es repelido o confinado a un estado
«otro». A un estado excepcional que puede durar mil años.
A un espacio-país que hace de la bestia: la casa y de los
designios alucinados del pastor-capitán de almas: la ley.

En las entrañas de la bestia
Ángela Bonadies & Juan José Olavarría

12.03.2022 – 05.06.2022

Palau de la Virreina
La Rambla, 99
08002 Barcelona

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