Texto por Manuel Vásquez-Ortega
¿Para qué sembrar otro árbol?
Si antes de que alcance la altura de un escalón
harás tus maletas y te irás.
Bertolt Brecht
La vida en desplazamiento está hecha de una recurrente secuencia de arrancares –tanto en el sentido del inicio como del desprendimiento, existiendo entre ambos vocablos una relación inevitable creada por aquello apreciado que se deja al partir. En la ruptura de este vínculo, sentimientos indescifrables e individuales dan forma a relatos que nos permiten entender que la historia de las migraciones no es nada inédita (ni muchos menos reciente), pero que continúa siendo uno de los ‘problemas’ que como humanidad compartimos desde tiempos de Pangea hasta la era de la globalización.
Y es que abandonar, vivir o coexistir en torno a un territorio y sus errancias históricas es en sí misma una acción con implicaciones políticas –pero sobre todo emocionales– que marcan la existencia de aquellos sometidos a procesos de desarraigo; un gesto que implica no sólo la renuncia a materialidades inamovibles, sino también a sentires que (posiblemente) no puedan volver a reproducirse en los destinos de llegada o retorno.
Así, la posibilidad de ser para los desplazados se convierte en una incertidumbre que oscila entre el tránsito y la permanencia, hasta hallarse “en un viaje que nunca llega a su fin, porque su destino se muestra permanentemente confuso, y la línea que podrían llamar ‘de meta’ se mantiene eternamente inaccesible”1. De esta forma, a lo largo de un camino en continuo empezar aparecen estrategias de arraigo y manifestaciones de desarraigo que, en el caso del artista venezolano Freddy Castro, se convierten en espacios de reflexión sobre la necesidad humana de irse o de volver, bien sea por decisión propia, involuntaria o forzada, en busca de un espacio en el cual el acto de siembra sea fértil y productivo.
Por su parte, en Venezuela, millones de migrantes han respondido a la crisis humanitaria y a la ausencia de posibilidades con el abandono de su territorio como solución aparente ante la barbarie; produciéndose en este desprendimiento geográfico una acción-imagen que da inicio fortuito a las inquietudes plásticas de nuestro artista: una raíz extraída de su suelo gestatorio, en cuya belleza hallamos las poéticas de una forma producida en las profundidades de la tierra que habitamos.
Suspendidas y en espera de su contemplación, las obras presentadas en Des[ARRAIGOS] permiten dibujar un sinfín de metáforas del estado emocional de una diáspora en desarrollo, mientras se vale de las intertextualidades de la imagen de una raíz para expandirse entre diversos medios como la escultura cerámica, la talla de cera de encáustica, el dibujo, el collage y el grabado. Por medio de estos procesos plásticos, Castro nos ofrece un testimonio sobre la certeza de que, “aunque el individuo no pueda volver a casa, su trabajo cultural le permite ver y reconocer sus propias historias, con las que puede construir puntos de identificación”2; encontrando una muestra en la serie de grabados, en la que el artista plantea una construcción gráfica de las posibilidades afectivas de una geografía idílica, representadas entre lo cartográfico y lo figurativo en la silueta de mapas que a su vez son raíz.
Una cercanía identitaria hecha de memorias compartidas que apelan a la humanidad y sus fibras sentidas, hechas de vínculos y deseos puestos en pausa; pero que, como en los dibujos presentados de la serie Esquejes, se muestran como una extensión entre cuerpo y territorio despegado. Inicio sin fin que nos plantea relaciones visuales de formas orgánicas y líneas cartesianas que delimitan nuestras fronteras, como es el caso del conjunto de ceras encáusticas parte de la muestra.
Finalmente, las obras presentadas por Freddy Castro establecen una relación directa pero no sugerente de un proceso de constante ida y vuelta entre geografías y valores implícitos en su territorio, en la que la fuerte tradición del arte de la tierra de Oaxaca, México, se hibridiza con los lenguajes naturalistas y sutiles desarrollados por una herencia ceramista establecida en Venezuela, visible también en la mezcla de la materialidad del barro de estas dos latitudes.
Así, en Des[ARRAIGOS], Castro nos muestra parte del relato propio de su recorrido de tránsito y permanencia, inscrito en una historia humana en constante movimiento, para hablarnos desde un sentimiento de nostalgia colectivo y cercano que, como la siembra del árbol de Bertolt Brecht nos hace cuestionarnos hasta qué punto tiene sentido tener raíces en un desierto.
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1 BAUMAN, Zygmut (2008): Archipiélago de Excepciones. Katz Editores, Buenos Aires.
2 GUASCH, Anna María (2004): Arte y Globalización. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.
Fotografías cortesía Carlos Remán Rojas
FREDDY CASTRO
[des]ARRAIGOS
22 de junio – 10 de septiembre, 2022
FUNDACIÓN SALA MENDOZA