
En su Psicoanálisis del fuego, Gastón Bachelard sugería que el fuego encarnaba “el deseo de cambiar, de atropellar el tiempo, de empujar la vida hasta su término, hasta su más allá”. Para el filósofo, el fuego era el proceso químico que subyace a toda pulsión humana. Los anhelos, la relación con la materia, así como las fantasías de doblegación y transgresión, en otras palabras, están íntimamente ligados a la capacidad de combustión. Como Prometeo, soñamos con arrebatar el fuego y transgredir los límites de lo humano y lo más que humano, doblegar la materia y el tiempo, y a veces, incluso aniquilarlos.
Hoy, aunque ya no se arrebaten las llamas a los dioses, sino a la energía acumulada durante millones de años en las profundidades del subsuelo, la quema de combustibles fósiles —sobre la que se ha edificado nuestra realidad material durante más de dos siglos— conserva aún algo de ese sueño prometeico. La irrupción del carbón y, más tarde, del petróleo como fuentes de energía globales contenía una cierta promesa de energía extra-humana y transformación de la materia. Esta promesa, como contrapartida, se configuró a partir del sometimiento de los cuerpos humanos y no humanos a los ritmos de una quema incesante que ahora nos devuelve su volatilidad. En la Amazonía y en Los Ángeles, en las Islas Canarias o en Maui, las llamas proliferan en nuestros ambientes y pantallas como señales de humo que nos revelan un planeta saturado de combustión. La cultura fósil que habitamos y nos habita se manifiesta en desbordantes y altas hogueras que, como escribió Adriano González León en el cuento “Los fuegos invisibles”, envuelven a la tierra en una gran llamarada, se nos derraman por dentro y hacen de nuestros huesos cenizas.
En A ella le gusta la gasolina, Ana Alenso nos invita a presenciar los entramados profundos que configuran nuestras relaciones materiales, estéticas y afectivas con la combustión. En un eco improbable pero significativo de Bachelard, el título de la muestra alude a la tan bailada como criticada canción “La Gasolina”: un himno de reguetón al deseo masculino por penetrar, a los motores incesantes, a la lubricación excesiva, y a las máquinas imparables que nos invita a exclamar anhelantes, como lo hacen las vocalistas anónimas de la canción, que siempre queremos más combustible. Más allá del guiño humorístico, la muestra se apropia de estos imaginarios hipermasculinos para elaborar una mirada crítica centrada en el burnout como condición existencial de la contemporaneidad. Desde el ritmo “a todo motor” de las brocas de perforación que hilan varias de sus piezas y los neumáticos que exceden los marcos de sus composiciones, hasta la relación tan erótica como violenta con el fuego y el calor, Alenso explora la investigación situada, el ensamblaje, la fotografía documental, la composición especulativa y la intervención digital para desentrañar la violencia de una maquinaria deseante de perforación y quema.
La muestra se mueve entre la disonancia del fuego explosivo de BOOM! y el lento rotar de Slow Burn, para explorar las distintas temporalidades de la violencia desde una práctica situada en los lugares-sombra de las geografías postindustriales. La filósofa australiana Val Plumwood definía estos lugares como zonas de extracción o desecho que, aunque invisibilizadas, están inextricablemente ligadas a los espacios de consumo que muchos habitamos. Tras el deslumbramiento de la quema, la sombra a la que alude el término cuestiona los procesos a través de los cuales expulsamos a estos lugares de nuestra percepción: un borramiento que, de forma tanto material como simbólica, oculta la acumulación de violencia en los cuerpos humanos y no humanos. Los lugares-sombra, por lo tanto, nos hablan también de la “violencia lenta:” una forma de violencia que, según Rob Nixon, ocurre de forma gradual e invisible, como en el caso de los derrames petroleros, en las emisiones tóxicas, o en la acumulación de CO2. En diálogo con estos procesos, Alenso se sitúa en las dinámicas de las nuevas fronteras extractivas como los océanos así como en espacios aparentemente mundanos como los desguaces y vertederos, para así recuperar lo que, extendiendo la idea de Plumwood, podemos llamar materialidad-sombra: objetos, infraestructuras y residuos que, aunque a menudo evacuados de nuestros imaginarios, constituyen nuestros modos de vida y los modelos de producción sobre los que se edifican.
Contrastando así con el aislado diseño modular de las propias infraestructuras y con las estéticas de refinación y destilación que caracterizan a los regímenes fósiles, la perspectiva infraestructural y residual que Alenso desarrolla subraya las interconexiones materiales de la combustión incesante. En la muestra, como en la totalidad de su práctica artística, “la inevitable interconexión de todas las cosas” se convierte en un eje articulador donde procesos satelitales, las plataformas offshore, el fondo oceánico, los puertos de repostaje, así como los objetos que consideramos cercanos ––un surtidor de gasolina o un espejo retrovisor que irónicamente nos recuerda que los objetos pueden estar más cercanos de lo que parece–– configuran una constelación de materialidades interconectadas. El fuego y las temperaturas planetarias forman también parte de este entramado infraestructural que Alenso, marcando la necesaria parcialidad, desentraña. Así, nos ofrece fragmentos y nodos que, en una fantasmagoría cautivadora y extraña, conjuga la colosalidad de las infraestructuras con sus dimensiones más íntimas. En estos ensamblajes donde la saturación se hace más perceptible, el olor del petróleo y del humo invaden la respiración. Y, como sugiere Salty Water All Over My Body, nuestros cuerpos de agua salada, tanto humanos como oceánicos, quedan impregnados, empapados y enredados en la materialidad del petróleo.
Más allá del registro documental, Alenso propone configuraciones especulativas que, a partir de los restos, nos invitan a imaginar otras formas de pensar la combustión. Como los fantasmas, los residuos remiten a todo aquello que las velocidades de la maquinaria fósil han tratado de abolir. En piezas como Objects in mirror are closer than they appear o Slow Burn, la artista nos lleva a recorrer la fragilidad de objetos reensamblados, cuyo ritmo pausado nos obliga a detenernos, reorientarnos y, en ocasiones, nos devuelve nuestro reflejo para mirarnos y autogestionarse. Algo similar sucede en obras como Toxic Matter, donde una figura humana —también fantasmagórica— aparece saturada, desbordada y consumida por su propia pirofilia. Pero de estas imágenes emerge también un imaginario que, al estilo de las fabulaciones especulativas más provocadoras, desfamiliariza las relaciones normativas con el fuego. Así, Alenso elabora una estética post-combustiva donde la pretensión no es resolver, sino situarnos en el impasse del presente para interrumpir y tensionar nuestra intimidad ígnea.
En uno de sus momentos más poéticos, Bachelard decía también que una llama “une lo pequeño a lo grande, el fuego al volcán, la vida de un leño y la vida de un mundo.” El fuego traza una línea entre el carbono que compone nuestros cuerpos, el calor reconfortante de nuestras hogueras, las selvas que producen el aire que nos rodea, y el sol que nos alumbra. Desde la conflagración, la vida puede entenderse como una red ardiente de chispas interconectadas y sugiere otro tipo de racionalidad que, más allá del dominio, nos habla de las condiciones compartidas de vulnerabilidad y fragilidad. Pensar el fuego como lo hace Alenso es también pensar en una ética co-relación: una inevitable interconexión entre todo aquello que nos compone, nos permea, y nos sostiene.
Maria Anna Zazzarino, 2025
Vistas de sala: Cortesía de Galería ABRA / Maria Teresa Hamon
Registro inauguraciones: Cortesía de Galería ABRA / Eloísa Arias Peña
Ana Alenso (Caracas, 1982) Egresada del Instituto Universitario de Estudios Superiores de Artes Plásticas “Armando Reverón” (2004). Cuenta con una Maestría en Media Art and Design de Bauhaus Universitat Weimar (2012) y una Maestría en Art in Context de Universität der Künste Berlin (2015). Ha realizado residencias artísticas en el centro cultural Villa Sträuli (Winterthur, Suiza), Urbane Künste Ruhr (Bochum, Alemania), Goethe-Institut Chile (Santiago de Chile) y Addaya Centre d’Art Contemporani (Mallorca, España). En 2023, publicó el libro Lo que la mina te da, la mina te quita de la mano de la casa editorial Bom Dia Books, en el que invita al lector a descifrar la lógica depredadora oculta en los mecanismos de explotación de la minería aurífera y la devastación socio- ecológica resultante en la Guayana y la Amazonía venezolana.
Actualmente participa en la 18va Bienal de Estambul. Su obra se ha exhibido en diversas colectivas como SALT. CLAY. ROCK. On Nuclear Pasts and Radiant Futures (nGbK Berlin, 2024); El Sur – Narrativs of Extraction (Färgfabriken, 2024); -162 °C, 450 kg/m3 – Fossile Energie, fragile Zukunft (Kunsthalle Wilhelmshaven, 2024); Donde cruza los humos espero una semilla (Casa Encendida, 2024); Glück auf! (Werkleitz Festival, 2023); Streetfight: Handbook for an Urban Revolution (Museum of Modern Art, Varsovia, 2022); entre muchas otras.También ha expuesto su trabajo en solitario en las muestras Island Innovator (Kunstverein Arnsberg, 2024); Como es arriba es abajo (Centro de Arte La Regenta, 2023); Lo que la mina te da, la mina te quita (Galerie Wedding, 2020); Green and Yellow, Boom and Bust (Institut for Endotic Research, 2018); Fake Supply (Addaya Centre d’Art Contemporani, 2016); entre otras.
A ella le gusta la gasolina
Ana Alenso
Galería ABRA
04.10.2025 – 23.11.2025 | g6
Centrro de Arte Los Galpones
