Rigel García
Cuando miramos un collage, estamos como nunca antes frente a la experiencia de la superficie. Una que, lejos de referir simpleza o vacuidad, ofrece toda la hondura de la expresividad matérica, de lo que está sobre, de lo que quiere ser tacto con el afuera. Esta suerte de piel-artefacto convoca objetos fragmentados, vacíos intencionales y superposiciones que ocultan o redefinen el habitar –el decir– de cada plano. El collage no aspira necesariamente a parecer sino a estar realmente allí, tangible y concreto. Tampoco pretende ocultar el modo en que ha sido hecho, pues una incisión resulta difícil de diluir una vez que se ha abandonado el mundo de la pincelada. Es el corte el que atestigua que un fragmento procede de un lugar ajeno –aunque siga hablando de él– y que viene a construir palabra en relación con otros. Capa sobre capa de papel, tela o bordado; en la vecindad de transparencias, texturas brillantes, colores uniformes y recortes impresos: todo lo que habla desde un collage lo hace desde el estar presente. Esta confrontación de la diferencia (o de la semejanza) nos empuja a pensar en lo que allí ocurre, en cómo ha llegado a ser, en los caminos de la praxis. De este modo y, paradójicamente, la rotunda corporeidad del collage nos emplaza a considerar la idea que necesariamente lo precede: ¿cuánto de ella permanece en la solución final? ¿cuál es la vida de un impulso sensible en ese obrar del cuerpo sobre un material determinado? ¿no es acaso el proceso de realización una metáfora de los mecanismos de pensamiento, de las difíciles correspondencias entre concepto y producción?
Estas inquietudes han guiado a Fabián Salazar (Maracaibo, 1989) en el desarrollo de las obras que integran Corte/Vacío, su más reciente exhibición individual. Un conjunto de collages elaborados con los elementos más diversos dan continuidad a una perseverante investigación sobre el comportamiento de las formas, las particularidades físicas de la materia y las relaciones/tensiones entre concepto, emoción y creación. Papel, cartón, tela, plástico, hilo y fragmentos de postales son algunos de los materiales con los que Salazar construye un universo abstracto de formas orgánicas, una geometría sensible y personal en la que la superposición de los planos recortados y la intervención pictórica hacen visible las múltiples cualidades expresivas de lo corpóreo así como los sucesivos niveles de traducción de una idea en el plano sensorial. Preocupado por el modo en que la concepción original y los fenómenos impactan en el desarrollo de las formas, Salazar aborda toda una fenomenología de éstas a partir del corte, la adherencia y la pigmentación.
Mucho tiempo ha pasado desde que se dijo que el mundo terreno era una copia de la verdad original, y el arte mera sombra de esa idea ya de por sí disminuida: expresión incompleta que, al generarse desde y en lo sensible, sólo alcanzaría la categoría de artificio. Siglos y discusiones más tarde, el arte siguió 2 manteniendo una tensa relación con la realidad, expresada no sólo en su carácter mimético sino en su voluntad de construir ámbitos de experiencia a partir de ingeniosas soluciones de representación. No es casual que uno de los principales aportes del arte moderno haya sido proclamar la autonomía del plano pictórico –como realidad en sí– dando primacía a la gramática autorreferencial de los materiales y las formas. Como gran invento de la vanguardia, el collage encarna precisamente este quiebre (uno de tantos), un corte y una adición con las que la imagen se pierde del todo que es y se asume como presencia sobre el soporte al mismo nivel de las cosas del mundo. Son extensas las reflexiones sobre la relación entre collage y la noción de “verdad”, no sólo por constituir una afirmación de la superficie per sé sino por revelar un evidente hacer sobre la materia. Desde allí, sigue siendo válida la pregunta de Fabián Salazar sobre la (in)capacidad de la forma y la materia para revelar una idea en el plano sensible y, más allá, sobre el modo en que la creación opera como metáfora de sí misma.
Corte/Vacío constituye, entonces, un homenaje-compendio de la materialidad, una colección de texturas, un esmerado confrontar de superficies: exploración de las relaciones –difíciles o armónicas– entre calidades visuales a veces totalmente dispares. Títulos como Prueba de textura, Corte, Catálogo, Detalle y patrón o Selecciones superpuestas confirman la profunda filiación de Fabián Salazar con respecto al habla de lo corpóreo y que se revela no sólo en la escogencia de los componentes sino en la acción misma de cortar, rasgar, coser, pegar o pintar. Un maniobrar real y metafórico gracias al cual se piensan y se traducen los distintos estadios –modulaciones, niveles– de una idea en su camino a la materialización. Las superposiciones de elementos recortados tanto como los vacíos que se generan por su ausencia conforman una enunciación, un ejercicio de visibilidad sobre el intento del proceso creativo por hacer eco de verdades inefables. Las zonas deshabitadas y la naturaleza residual de algunas de las composiciones no dejan de generar una cierta sensación de incertidumbre, pues oscilan entre lo inacabado y lo que está en proceso de deconstruirse: un punto liminal que coloca al ojo en tensión (y en conciencia) con respecto al comportamiento de todo lo físico. La minuciosidad con que se nombran en las fichas técnicas los elementos utilizados refleja también este empeño; lejos de optar por categorías abarcantes como “collage” o “materiales diversos”, Salazar da el crédito a cada una de sus materias primas ofreciéndole al espectador la fórmula íntegra de sus exploraciones.
La reflexión que Corte/Vacío desarrolla sobre los itinerarios de una idea-forma también involucra – lógicamente– al tiempo y a la resignificación de las imágenes. Esto viene a concretarse en la inclusión de fragmentos de postales y posters, cuya reconfiguración sobre el nuevo soporte de la obra pone de manifiesto su mutabilidad como artefacto cultural, tanto en lo material como en lo conceptual. De este modo, apela a la transfiguración de un objeto específico –una tela, por ejemplo–, que ha sido representado en una obra de arte pictórica del siglo XVIII y que luego adquiere otro carácter al ser reproducido fotográficamente en una postal. Siendo incorporada como fragmento en un collage, esta 3 imagen de postal adquiere, a su vez, una nueva temporalidad y genera, en su relación con otros, un objeto totalmente diferente. Capas de memoria y de significado traman la existencia variable de la materia, capaz de generar novedad a partir de distantes imágenes originarias. En cierto sentido, somos confrontados con las estrategias de collage empleadas por la cultura, la memoria y la historia en sus procesos naturales (y a veces cíclicos) de apropiación y recreación. Por último, la ubicación de las imágenes postales del revés insiste en rescatar de ellas lo puramente visual y táctil –no lo representacional–, incorporando sus peculiaridades formales a la dinámica interior de la pieza.
No podría concluirse una reflexión sobre Corte/Vacío sin señalar su evidente andamiaje emotivo, clave en la conformación de una abstracción sensual, poblada de alusiones a lo líquido y lo arcaico. Para Salazar no se trata sólo de investigar el tránsito de una idea o concepto a través del mundo material, sino, claro está, de tomar conciencia sobre el impacto que en este proceso tiene el ámbito afectivo. Según indica el propio artista, “a pesar de que mi trabajo se interesa por el estudio de la forma, sabe que para llevarlo a cabo es igualmente relevante registrar y dejarse atravesar por sus aspectos sensibles” 1 . Los detonantes emocionales presentan la misma dificultad que los racionales para hacerse visibles ante la insuficiencia del lenguaje, pero simultáneamente pueden informar un imaginario que de cuenta de experiencias vitales cercanas al corte y la sustracción como el silencio, la tensión o la incomunicación. Estamos literalmente frente a la doble acepción de lo sensible: aquello que se puede percibir a través de los sentidos, y aquello que es capaz de reaccionar con sentimientos. Desde aquí, Fabián Salazar ha logrado articular un sumario franco sobre la naturaleza del trabajo creativo, dando cuerpo a algo de esa verdad que pareciera no ser otra cosa que la inenarrable experiencia humana: en palabras de Carlo Carrá, un collage es la autodefinición intuitiva del artista entre los objetos.
Rigel García
1 Correspondencia electrónica con Fabián Salazar, 3 de mayo de 2018.
Imágenes cortesía de ABRA comunicaciones.