Por Paula Mercado
La idea de intervenir el espacio público se gesta en principio como un ejercicio espontáneo, durante la residencia en colectivo de enero de 2018 en la Macolla Creativa realizada junto con Adriana Genel, Angyvir Padilla y Pedro Marrero quien nos acompañó de manera virtual. “Esta casa no es una casa”, es un conjunto de cuatro reflexiones visuales y escritas, que crean un cuerpo narrativo desde la observación y la interacción con la Casa, una casa que no nos pertenecía, con sus cuartos, pasillos y ventanas desconocidas. Nos convertimos durante unos agitados siete días, en palabras de Pedro, en forasteras de La Pastora.
El proyecto consistía en trasladar parte de mis memorias de casa a la calle,que partían del interés por reconocer parte de una identidad no revelada en una fotografía de mi historia familiar. Escogí entre sus elementos representar el piso de la casa fotografiada, punto de partida para generar la propuesta durante la residencia.Julio Loaiza, director de Macolla Creativa y habitante de La Pastora, se aproxima con una preocupación sobre su entorno inmediato, la esquina Zapatero, un lugar donde la basura era protagonista por sobre el compartir en comunidad, un lugar de nadie, sin memoria aparente.
Fueron los pisos de la pensión de Marina y Jesús, esa gran casa de la esquina, con sus diseños arabescos y pintorescas baldosas los que se levantaron en una pequeña intervención mural,acompañado de un texto sobre la esquina escrito por Pedro, que encontró su espacio en el nicho construído años antes por la comunidad, allí, se encuentran en resguardo fragmentos de la historia del lugar, que incluyen testimonios de cronistas del siglo antepasado así como de nuestro presente. La esquina Zapatero, lugar de todxs y ningunx, se convirtió en una frontera, llena de contradicciones, pugnas, anhelos y una necesidad de muchos de sus habitantes por recuperar el lugar.
El resultado fue su historia sentimental, que estaba caracterizada por trazar un mapa que permitiría hacer de ese espacio más accesible para el tránsito grupal.
Lo que en un principio era parte de mi propio descubrimiento de los lugares, memorizar las calles para acceder a los espacios, despojarme de los temores por caminar Caracas, se trasladó hacia afuera, como quien deja de observar desde los umbrales de las ventanas para andar el cuerpo en la ciudad y reeditar mi historia en relación a ella.
Comprendí entonces que dejar de relacionarnos es dejar la historia, la geografía, dejar el patrimonio, dejar los objetos rotos, los nichos vacíos, los escombros siempre visibles, a la espera de que nada suceda y todo pase. La calle, de igual forma que la casa, me mostró en un reflejo la psique de un individuo en comunidad.
En 2019, gracias al Programa de Becas de Macolla Creativa, Morar la Frontera adquiere nombre primero en un libro de artista, que en conjunto con Julio se articula en un proyecto para la comunidad y mi proceso creativo desde el momento. En el libro, se plantea de manera más poética los recorridos y los resultados que con un trabajo de hormiga habíamos obtenido hasta entonces.
La esquina Zapatero como toda la Pastora y otras comunidades intenta hoy convivir con su pasado y con este presente incierto en que las dinámicas relacionales van más allá de las acciones de cualquier personaje político. Morar la frontera, habitar la esquina Zapatero, es mirar el pasado a través de sus muros, hacer que convivan con el presente. Tender los puentes, entre el espacio privado y público, cruzarlos, abrir las ventanas, lavar el frente de la casa y permitir que el agua lave la calle; interrogar las razones por las que un espacio puede estar lleno de apatía pero al mismo tiempo está cargado de mucho potencial sustentable.
En febrero de este año, gracias a la constancia y trabajo en equipo, y con el apoyo de Tráfico Visual y Goethe-Institut, logramos culminar la prueba piloto con éxito, que en términos generales, consiste en atender las periferias del centro histórico de la Pastora que se ven de manera significativa afectadas por el olvido. Recrear sus imaginarios, ficcionar unos nuevos, imaginar que las historias y las memorias se pueden ver de manera retrospectiva y no cronológica. Experimentar como el tránsito de la memoria tiene espacio para la permanencia en el tiempo.
Morar La Frontera, es mirarnos, percibirnos, desde ese espacio desconocido en el que hicimos cuerpo durante 10 días, desde lo incierto, lo incómodo, aún generando enlaces. Vivenciar los modos de interactuar de cientos de carros, autobuses y motos, me llevó a pensar sobre los usos y las conductas aprendidas. Allí, donde queríamos conectar con el transeúnte,nos vimos invadidos con sonidos de cornetas, pitos y gritos, durante el sol implacable y el viento frío que nos arropó al caer la luz.
Morar la frontera e ir del vacío a la receptividad. Morar antes que ocupar.
La intervención es una extensión de la casa hasta la calle,esa casa que en algún momento fue de un gobernador,de un zapatero y que hoy es una pensión.
El interés que tengo por los ornamentos de viviendas de la casa pastoreña y su representación en la memoria del espacio llevó mi investigación a toparme con Eugene de Grasset y las prácticas que realizaría junto a sus estudiantes, recopiladas en el Libro de Ornamentos y plantas. Un diálogo constante entre aquel pasado y sus resignificaciones en nuestro presente. Revelamos el nombre del espacio, en una señalética que lo caracteriza, se vuelve una interrogante y al mismo tiempo es la afirmación y aceptación de sus historias.En otros momentos, según los planos de 1800 de la ciudad esta esquina se denominó del Jardín, y esta intervención, es un homenaje a ese jardín perdido y que hoy quiere ser reivindicado, bajo el nombre Zapatero y que hoy estamos habitando.
Estaré siempre agradecida con el apoyo de Tráfico Visual, a Ileana y Raúl, al Goethe-Institut y no menos importante a la Macolla Creativa, con Julio, donde pudimos materializar una propuesta concebida desde 2019, un anhelo por intervenir a gran escala la esquina Zapatero. Por hacernos creer en la posibilidad de generar procesos y propuestas que expandan la sensibilidad hoy tan necesaria dentro de estos tiempos de cambio.
También a toda la comunidad pastoreña y especialmente a los que de forma activa nos aportaron sus preocupaciones y ánimo: Mañe, activador cultural, Víctor Zambrano, cronista de la Pastora, a Alexis, Alexander, e Iván, a la Osa, Vanesa y Anthony, a Pablo, Américo y Lastenia, a Julio Padre y a Pedro Marrero por la entereza y grandes reflexiones; gracias por llenar tanto el espacio de curiosidad y gran energía para construir un espacio más amable.
Gracias a Ricardo, Kyril y Ezequiel por sumarse a este esfuerzo colectivo sobre lo que la educación en artes puede propiciar y sensibilizar. A Ámbar, Pablo y Soledad, por el apoyo cohesionado, por los cuestionamientos, por las reflexiones que como creadores me aportaron significativamente. En definitiva por un trabajo en práctica constante de un equipo.
Abril, 2022
Imágenes de Ezequiel Carías.