Inscribir lo no presente y lo no cercano. Hugo Palmar y el rastro del Archivo Nacional de Países Bajos

Por Carmen Alicia Di Pasquale

[Texto para la Exposición de Hugo Palmar en Bellas Artes, Maracaibo, octubre 2023 de título 
«Preciosas piedras volátiles y otras historias»]

… la cuestión del archivo no es, repitámoslo, una cuestión del pasado. No es la cuestión de un concepto del que dispusiéramos o no dispusiéramos ya en lo que concierne al pasado, un concepto archivable del archivo. Es una cuestión de porvenir, la cuestión del porvenir mismo, la cuestión de una respuesta, de una promesa y de una responsabilidad para mañana. Jacques Derrida

“La chica que me atendió en el Archivo Nacional de Países Bajos me dijo que yo había caído como un paracaidista (sin hacer cita previa), pero que estaba muy bien, que era simpático. Y entendió cuando le dije que mi interés al buscar esas imágenes en la página de internet del Archivo, era tener una idea de la visión que guarda este Archivo Nacional sobre mi país de origen. Ella se emocionó cuando le dije que había crecido en un campo petrolero de la Shell, lo vi en sus ojos”. Hugo Palmar, WhatsApp, 9 de agosto 2023

En 1994 el filósofo argelino-francés Jacques Derrida, dicta una conferencia que ha pasado a ser referencia para los artistas contemporáneos dedicados a la revisión de archivos. Fue titulada originalmente «El concepto de archivo. Una impresión freudiana». Para aquel entonces, hace ya treinta años, la política de la memoria en Venezuela tenía una inclinación hacia la ciencia de la historia y una ideología en torno a la democracia social. Siendo así, la relación con los archivos que tenía el país en ese momento, surgía de una estructura claramente nacional en la que el Estado se encargaba de resguardar los documentos en dispositivos institucionales como El Archivo General de la Nación o el Instituto Autónomo Biblioteca Nacional (inaugurado como tal en 1977, aunque con antecedentes de 1833), además de los museos, otros institutos autónomos, academias históricas y demás dispositivos convencionales creados, conceptual o físicamente, en el hemisferio occidental, durante los siglos XIX y XX sin sesgos ideológicos como los actuales 1.

Un archivo, según señala Derrida al comienzo de su texto, tiene “aspectos técnicos, jurídicos y políticos” que provocan el mal de archivo, al generar la exclusión deliberada de lo indeseado como memoria. Esto quiere decir que un archivo se sustenta en una manipulación, conclusión a la que llega este filósofo en un contexto de pleno funcionamiento de los archivos que lo rodean. Sin embargo, un poco más adelante, es el mismo Derrida quien nos da una pista importante para detectar un tipo de mal de archivo —una manipulación— opuesto al que él se refiere cuando dice: “nunca se renuncia… a apropiarse de un poder sobre el documento, sobre su posesión, su retención o su interpretación”. Esta afirmación tan tajante podría quedar subrayada por los recuerdos de un exiliado venezolano que ha decidido dialogar con sus memorias y con la ruina (o la decolonización, según convenga) del país petrolero en el que vivió su infancia, su adolescencia y los primeros años del resto de su vida, a través de la revisión de un archivo que está fuera de Venezuela. Pero sería un diálogo no solo con “aquel entonces”, sino con el “ahora” en el que la destrucción de la industria petrolera ha llegado al culmen convirtiendo a la principal referencia del paisaje marabino, el Lago de Maracaibo, en un caldo de petróleo vertido, fertilizantes y algas productoras, no de oxígeno, sino de toxinas.

Hugo Palmar, quien no “renuncia… a apropiarse de un poder sobre el documento…” nació en Ciudad Ojeda en 1977 y con apenas dos años se muda a vivir a Tía Juana, el Campo de la empresa transnacional petrolera anglo-holandesa, la Shell Petroleum Corporation. Desde hace unos cinco años vive en Amsterdam y allí restaura —reinventa, restituye, recompone… — usando principalmente el Archivo Nacional de Países Bajos (AN-PP.BB.), las memorias de aquel “vecindario” que tenía tanques petroleros, balancines y pozos. Las imágenes que van apareciendo en el motor de búsqueda conectan a Hugo con las historias de la familia (o al menos eso pienso a partir de un diálogo que me abre a un mundo desconocido de mi propio país petrolero), como la del jolgorio de su bisabuela bañándose en petróleo durante la explosión del pozo Barroso II en 1922.

Uno de los campos en el que crece el artista-investigador venezolano del AN-PP.BB. tenía escuelas, clínicas, clubes, canchas deportivas, estadios, parques, iglesia, mercado, centro sindical, carnicería, policía, camiones de pescado, puestos de empanadas, refresquerías, restaurantes, fuentes de soda, un bar, algunos kioscos de lotería, puesto de zapatero, peluquería, campos de golf y un destacamento de la Guardia Nacional 2. Es decir, un crisol de instalaciones propias de la cultura local o de otros lugares, con servicios para los expatriados y para los empleados venezolanos. Se trataba de la creación de una cotidianidad mediante la que se inoculaba la cultura del orden y la racionalidad, buscando potenciar el funcionamiento de la industria en un país que hasta comienzos del siglo XX había permanecido rural.

El archivo fuera de su condición de autoridad —expoliado, olvidado, deteriorado o despreciado (por burgués)—, no restituye la opresión, la censura o la supresión de la memoria que están implicadas en el llamado mal de archivo derridiano sino que muta en mal del olvido provocando, no la desaparición de la manipulación, sino la ruptura generacional calculada. De modo que, tanto en el mal de archivo perfectamente instituido como en la desaparición de estos dispositivos, las recuperaciones son igualmente invocadas.

Este deseo de memoria tiene lugar en la exposición de título evocador «Preciosas piedras volátiles y otras historias». Todo comienza con la pulsión de atender los recuerdos de una infancia distante a la que se suma un país no solo lejano, sino interrumpido en un modelo desarrollista que estuvo definido por la industria petrolera transnacional. Este trabajo tiene lugar en un país petrolero que ya no lo es y en un ciudadano venezolano que indaga sus memorias de la infancia en los campos petroleros de las compañías transnacionales apenas recién nacionalizadas 3, desde los archivos sistematizados del Estado neerlandés, es decir, a través de los intereses de las empresas de este país. Todas estas líneas de fuerza —memoria, corporaciones transnacionales petroleras, país de cultura arrasada, colonialismo/decolonialismo, autoridad del archivo y destrucción— son manejadas por Hugo mediante varios recursos como la ralentización del tiempo que ocurre en los procesos de la pintura, la elaboración de una imagen/tiempo en video y la incorporación de documentos cartográficos encontrados (próximos al objet trouvé). Las imágenes halladas en los archivos bajo parámetros de búsqueda que imantan “lo petrolero”, “Venezuela”, “Shell”… con la nostalgia irrecuperable de la lejanía y la desaparición, se agrupan en una constelación real del espacio expositivo, para decirnos algo de esa subjetividad deslocalizada, tal y como sucede en la memoria de cada uno de nosotros, aunque no nos detengamos a pensarlo.

La relación de este trabajo de cura metafórica, pero también psíquica, con el texto cuestionador y confrontador de Derrida, poco tiene que ver con la denuncia por el control y el poder. Frente a la imposibilidad de cuidar unos archivos que registran la ficción mnémica de la infancia, Hugo trabaja en un gesto restaurador, de cuidado, mediante el largo tiempo, que dedica a revisar el archivo neerlandés bajo los parámetros que bien podrían representar el deseo (el anhelo, la anticipación…) y lo reactiva a una escala ínfima —por ello gestual—, dándole color a imágenes que no lo tienen y otorgándole narrativa a fotografías que están muy próximas al olvido o al desinterés. Pero a través de esta restauración personal, los que nos acercamos a la muestra recuperamos algo perdido, porque comenzamos a pensar en aristas imprevistas del país petrolero que fuimos o del país decolonizado que somos, proceso que para algunos es una utopía y para otros una distopía que se vive día a día en penurias y desesperanza.

Hugo se ha hecho muchas preguntas a lo largo de esta investigación, algunas he podido retenerlas en mis notas, como ésta: ¿hasta dónde un archivo hace la historia o construye la memoria? Para él se trata de la construcción de una “identidad narrativa”.

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1 Para el momento en el que escribimos este texto en agosto del 2023, existe una colección del Archivo General de la Nación de Venezuela llamada “Democracia burguesa, Fascismo y Revolución”, por ejemplo. En relación a los institutos como la Biblioteca Nacional, los museos o las academias, los dispositivos para el manejo, conservación/preservación y la activación de archivos están severamente afectados por una carencia presupuestaria acumulada que indica claramente, la política de la memoria desde 1998, año en el que inicia el período conocido como revolucionario y la infravaloración de los archivos, sobre todo, del siglo XX, siglo en el cual se centra la revisión de Hugo Palmar.

2 Tomado del correo electrónico de Hugo Palmar a Carmen Alicia Di Pasquale, 2 de julio 2023.

3 La nacionalización de la industria petrolera ocurre en 1975, dos años antes del nacimiento de Hugo Palmar.

La exposición tuvo lugar en la sala de pequeño formato del Centro de Bellas Artes, Ateneo de Maracaibo. 

Museografía: Tito Güerere, Hugo Palmar. Asesoría: Jimmy Yánez.

Curaduría y texto: Carmen Alicia Di Pasquale. 

Gracias al apoyo de:

Arts Connetion Foundation

Embajada Países Bajos en Venezuela.

Centro de Bellas Artes, Ateneo de Maracaibo.

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