Morar la frontera. Desde la periferia de Z

Por Ángela Bonadies

Paula Mercado, Soledad Tovar y AMbar Armas en la Esquina Zapatero antes de comenzar el muro. Foto: Ezequiel Carías

La poetisa ofrece sus águilas. Resplandece en sus aves de nube profunda.Se hace dueña de las estaciones, las cuatro perras del buen y mal tiempo.Se hace dueña de rocallas y peladeros escogidos con toda intención.Clava una guacamaya donde ha de arrodillarse.La poetisa cumple medida y riesgo de la piedra de habla.
Ana Enriqueta Terán

Es difícil verificar las fronteras entre una letra y la siguiente, pero con unas y otras se forma un alfabeto que construye palabras encadenadas a través de huecos: sobre estos lanzamos puentes para que el recorrido -sea zigzagueante o recto, calmo o convulso, seco o fangoso- siga su cauce. Igual pasa con el territorio, que no es más que un continuo accidentado en el que -a través del tiempo y sobre el espacio- nos detenemos para levantar y derribar hitos, poner, ubicar algo y darle nombre con “la piedra del habla” porque si no, ¿cómo recordamos y diferenciamos un “algo” de otro? “Izena duenak izana du” -me dijo un amigo vasco que dicen los vascos y significa: “lo que tiene nombre tiene ser”. Y se debe haber dicho en muchas lenguas, pero valga la cita en una periférica, la lengua de tantos marineros que cruzaron personas, mercancías y palabras entre el viejo y el nuevo continente, habitantes de fronteras líquidas y continentales.

Morar la frontera es una propuesta dialéctica con la ciudad de Caracas, que pretende desenterrar, sortear, nombrar y repetir “las palabras y las cosas” para que vuelvan a existir, para debatir y revisar las pequeñas historias que desencadenan. Al ser nombradas, la frontera y la ciudad, la esquina y la memoria, la casa y la calle, adquieren cuerpo, como baldosas y líneas que arman un entramado, un cruce, un “paso de cebra” que nos sostiene y señala el caminar. Si además de nombrar las partes, las rellenamos, marcamos con tinta su terreno desplegado, remarcamos sus usos y los celebramos, se levanta un plano del tamaño del espacio que convoca: “en los desiertos del Oeste perduran despedazadas ruinas del mapa” (1). Desde ese lugar se propone morar la frontera, desde la verificación de aquello que hemos olvidado, desde las cosas, sus nombres, sus fantasmas, esos que “no creen en planos, catastros, ni títulos de propiedad. Los fantasmas, por naturaleza desnudos, que se visten con el abolengo de nuestras memorias inventadas.” (2)

Plaza La Pastora y la Iglesia de la Divina Pastora. Foto: Paula Mercado

Hace cuatro años arrancó un trabajo de arte y verificación que buscaba plantear líneas maestras y multiplicarse: la esquina de Zapatero, en la parroquia La Pastora, fue intervenida con patrones pintados, inspirados en las baldosas típicas de la zona, idea de la artista Paula Mercado (3), quien convocó a vecinos para hacer un trabajo colectivo cuando realizaba una residencia artística en la Macolla Creativa (4), un espacio que se ha entregado a una labor de faro: la de iluminar la línea limítrofe entre las parroquias La Pastora y Altagracia, la de verificar los conceptos de frontera, puerta, paso, esquina, calle, casa, ciudad, convivencia y celebración. Julio Loaiza -uno de los artistas y organizadores del espacio- se asoma entusiasmado y beligerante desde el panóptico de la Macolla y desde allí abraza una idea: hacer que una esquina de Caracas “funcione”, se transforme en un “patrón de uso celebratorio” y se multiplique en la cuadrícula urbana, desde La Pastora, que alberga la Puerta de Caracas, entrada o salida de la capital por el Camino de los españoles: ruta que cae en lo urbanizado desde el paseo que serpentea el Ávila, el cerro, el Waraira Repano.

Los nombres de la montaña que abraza la ciudad se multiplican también y muchos la citan como si fuera un souvenir de feria de ateneo o una postal plana que envuelve una empalagosa y cosmética caraqueñidad. Morar la frontera es una acción que se enfrenta a ese estatismo postal y dialoga con las fuerzas de una ciudad viva, a los pies de un cerro vivo, que se mueve, crece, se desparrama, rueda y dibuja un zigzag que se bandea entre la montaña y la ciudad, entre la ciudad y el mar, entre el tráfico de olas y motos y carros y gente y árboles y quebradas y aguaceros que nos conduce a esa lengua de tierra que lame el Caribe. A ese espacio que de tan salvaje nos conquista y seduce, nos agita entre el amor y el desastre, como leemos en el poema Caracas de Santiago Acosta (5) -y en varios de sus versos:

Caminamos junto a los edificios, les rezamos,
les pedimos la eternidad y la chispa de la locura. Les debemos
la espiral negra de los estacionamientos, los motores
que cada mañana nos elevan con sus ladridos perfectos.

Mira qué grande. Cómo me gusta esta ciudad.

(…)

Yo amo el amor asesino de los motorizados, los taxis piratas,
el olor agridulce de los camiones de basura a las 12 de la noche.
Amo el aire acondicionado de las salas de espera
(su rumor de basso continuo), el llanto de gárgola de los bebés,
el estruendo de los patios a la hora del almuerzo.

Avenida José Gregorio Hernández en La Pastora. Foto: Ezequiel Carías

Morar la frontera es un proyecto propuesto en 2021 por la plataforma Tráfico Visual (6) y su fundadora, Ileana Ramírez, que obtuvo la ayuda del Goethe Institut Venezuela -dentro de una convocatoria de los Goethe-Institut de Sudamérica- para impulsar actividades vinculadas a las artes visuales y al concepto curatorial de Documenta 15. En el momento de presentarse, Tráfico Visual decidió no sólo propiciar algo nuevo, sino ovillar y desovillar el hilo de lo hecho por Paula y la Macolla en 2018. Es decir, insistir y verificar un trabajo y continuarlo, sumar gente, acciones y celebraciones. Es por eso que, en enero de 2022, se suma el colectivo En La Mesa -formado por Kyril Elneser, Ezequiel Carías y Ricardo López- para proponer talleres de cine y registros audiovisuales, para convocar la participación de la comunidad y acercar la imagen en movimiento y su lenguaje al lugar y las memorias en tránsito, en formación. Así, reparar el espacio y rearmar un alfabeto de la ciudad y el país empezando por algunas periferias históricas, por lugares que componen una historiografía marginal (7), no domesticada y doméstica, caótica y vital, nocturna y celebratoria que busca verificar la premisa de los artistas de En La Mesa: “ningún relato era verídico” (8).

Leo lo que Serge Daney escribió sobre un cineasta armenio, Pelechian: la forma en que operan su ojo y cerebro cinematográfico. Pienso en lo que se quiere plantear como taller de cine durante el encuentro y extrapolo, recontextualizo: dar herramientas para “poner en órbita un cuerpo desorientado, tomado en la turbulencia de la materia, allí donde ya no hay nada de humano, nada de sólo humano y donde los elementos (tierra, agua, fuego, aire) regresan.” (9) Aquí el lenguaje como montaje cinematográfico, como ficción de relatos no verídicos. El cine como secuencia de cortes y agujeros, de memorias y accidentes, de errores y censuras grabados como hitos o ausencias.

Kyril Elneser con los participantes del taller audiovisual en el Agustín Aveledo. Foto: Ezequiel Carías.

“La historia pesa aunque no la conozcamos. Pesa y enrarece el aire aunque la inventemos.” En “la esquina Zapatero concluye el alfabeto de las esquinas caraqueñas. En ella no solo hace esquina la casa que es hoy una pensión. También hacen esquina la Avenida José Gregorio Hernández y la Norte 14. Pero, y es algo más importante e invisible aún, en esa esquina hace esquina toda la parroquia.” (2)

En Z empezará Morar la frontera, con el trazado de los pasos de peatones, el mural con patrones de las baldosas, con la realización de talleres de cine, celebraciones y proyecciones nocturnas. Allí, en esa esquina que también representa un finis terrae, el lugar donde comienza y termina “algo”, empezará el primer capítulo de una pequeña historia que se plantea enciclopédica, en el sentido etimológico de “educación en círculo”, de onda que se expande desde el faro de la macolla, que quiere subir el camino de los españoles y llegar a otras calles y otros cruces.

La esquina de Zapatero hoy -que en presente es un “ayer” o un eterno continuo- hace aguas, inundada por un hueco brutal en la tubería que alimenta la zona. Cuando esto sucede: se lava ropa, se recoge agua, algunos se bañan, tratando de paliar la falta del “elemento vital”. Paradojas en marcha, siempre, Venezuela: lugar lleno de contradicciones y dicciones, de dichos y fantasmas, lleno de mitos presentes que pueblan cada esquina, donde el agua poderosa rueda por quebradas, cascadas y ríos, llega a las calles a través de enormes fisuras y agujeros, aunque muchas veces no alcanza los grifos ni riega los tanques.

Paradojas aparte: en la periferia Z comienza este alfabeto que dice y roba las palabras. De Zapatero podemos rodar y seguir nombrando como lo hace Marguerite Duras en Las manos negativas:

A ti que tienes nombre, a ti que estás dotado de una identidad,
te amo con un amor indefinido
(…)
Las olas luchan contra el viento
Avanzan
demoradas por su fuerza
y pacientemente llegan
a la pared

Las paredes y las calles como piedra de habla, “implorando cómo llegar a la santa a su lenguaje de neblina.” (10)

Trabajos del mural en la Esquina Zapatero. Foto: Ezequiel Carías

Notas:

Del rigor en la ciencia, Jorge Luis Borges:
https://ciudadseva.com/texto/del-rigor-en-la-ciencia/
https://www.abracaracas.com/exposicion/caos-primitivo-homenaje-a-la-melancolia-paula-mercado/
https://www.lapalomera.org/equipo/001-cont-09-equipo-cuadernillos-de-cordel
Esquina Zapatero, Pedro Marrero
https://macollacreativa.com/
Cuaderno de otra parte, Editorial Libros del fuego
https://traficovisual.com/
Haciendo juego con el título del grupo Historiografía marginal del arte venezolano. Aquí un artículo sobre el mismo de Juan Cristóbal Castro https://tropicoabsoluto.com/2019/11/29/la-voz-del-estruendo-ruido-y-critica-en-historiografia-marginal-del-arte-venezolano/
https://www.youtube.com/channel/UC33p0wprObxi1bBCSUUCQCg?app=desktop
En busca de Artavazd Pelechian, Serge Daney http://www.elumiere.net/especiales/pelechian/pelechiandaney.php
La poetisa cuenta hasta cien y se retira, Ana Enriqueta Terán

Ángela Bonadies

Vive y trabaja entre Madrid y Caracas.

Artista cuyo trabajo fotográfico se centra en la memoria, el archivo, la visibilidad e invisibilidad de estructuras culturales y el espacio urbano. Entre sus exposiciones se encuentran: Santa Fe SITELines 2018 Biennial: New Perspectives on Art of the Americas, Casa Tomada, USA; The Matter of Photography in the Americas, Cantor Arts Center, Stanford University, USA; A Universal History of Infamy, LACMA, Los Angeles y 18th Street Arts Center, Santa Monica, USA; West Side, galería Abra Caracas; Die Bestie und ist der Souverän / La bestia es el soberano, WKV, Stuttgart, Alemania y MACBA, Barcelona, España; El tormento y el éxtasis, Es Baluard Museu d’art modern i contemporani de Palma, España; Magical (un)Real: Entranced Land, Momenta Art, Brooklyn, USA, y Global Activism, ZKM, Karlsruhe, Alemania.

En el verano de 2012 dirigió el taller De la autoconstrucción a las comunidades cerradas en la Escuela de Verano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV, junto a Antoni Muntadas y Juan José Olavarría. En la Trienal de Investigación de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela 2014 impartió el taller Proyecto Inverso. En julio de 2015 dictó el taller Estructuras de excepción en Barcelona, España, coordinado por la plataforma Idensitat, y en julio de 2016 culminó el proyecto con una residencia en Homesession y la exposición de los participantes del taller. En julio de 2017 dictó el taller Zona Intermedia organizado por Idensitat, en Fabra i Coats, Barcelona.

Colabora con las revistas Campo de relámpagos y Tráfico Visual.

Ha recibido los siguientes reconocimientos: Beca 2018 MAEC-AECID para la Real Academia de España en Roma, Italia; Artist Residency Program, Goethe-Institut Salvador-Bahia/Vila Sul, Brasil, 2017; Beca Latinoamericana Experimenta-Sur 2017, Bogotá, Colombia; Residency Award 2016 en 18th Street Arts Center, Santa Monica, USA, otorgada por el LACMA.

Foto por Nathalia Manzo.

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